
La minería continúa siendo, en la actualidad, la actividad económica principal del Perú. Contribuye de manera decisiva al Producto Bruto Interno nacional y constituye una fuente clave de ingresos por exportaciones. Esta tradición, sin embargo, no es nueva. Los antecedentes de esta práctica se remontan a tiempos remotos, cuando los pueblos originarios del territorio andino ya extraían y utilizaban metales preciosos.
El Imperio Inca desarrolló una estructura minera rudimentaria pero eficiente, orientada tanto a fines utilitarios como rituales. Antes de la expansión del Tahuantinsuyo, las culturas preincaicas como Vicús, Mochica y Chimú ya habían perfeccionado técnicas de orfebrería que deslumbraron por su calidad artística y complejidad técnica.
En estas culturas se alcanzó un grado elevado de sofisticación en el trabajo con metales como el oro, la plata y el cobre. No obstante, aún se conoce poco sobre los yacimientos de los que provenían dichos minerales. La localización de estas fuentes de materia prima sigue siendo un vacío en la investigación arqueológica, a pesar del valor cultural e histórico de las piezas producidas.

La minería incaica y crónicas españolas
Durante el apogeo del Imperio Inca, la minería se centró en tres metales: oro, plata y cobre. Los dos primeros se utilizaron principalmente para ornamentar templos, palacios y objetos ceremoniales. También fueron empleados en la fabricación de emblemas de autoridad, lo que les confería un rol simbólico en la estructura del poder político y religioso. Por otro lado, el cobre fue usado de manera más práctica, especialmente en la elaboración de herramientas, utensilios domésticos y armas.
La ubicación exacta de los principales yacimientos explotados por el Imperio Inca no se ha determinado. Sin embargo, algunas crónicas coloniales ofrecen pistas valiosas al respecto.
Bernabé Cobo, cronista español del siglo XVII, documentó referencias a minas de oro y plata en la región de Vilcabamba, situada en la actual provincia cusqueña de La Convención. Esta zona fue incorporada al Tahuantinsuyo por el inca Pachacútec, y posteriormente reforzada por su hijo Túpac Inca Yupanqui, quien edificó allí nuevas ciudades sobre antiguos asentamientos de origen Huari y Chanca. Entre estas construcciones figuran Choquequirao, el Cerro Victoria y Vitcos.

Resistencia y conquista en Vilcabamba
Tras la captura y ejecución de Atahualpa por los conquistadores españoles, Manco Inca lideró la resistencia incaica desde la región de Vilcabamba. Este enclave montañoso funcionó como último bastión del poder inca durante casi cuatro décadas. Allí, Manco Inca y sus descendientes continuaron operando bajo una estructura política autónoma hasta 1572, año en que el ejército español logró conquistar finalmente la zona.
Una vez derrotado el reducto incaico, el general español Martín Hurtado de Arbieto fundó una nueva población, que denominó San Francisco de la Victoria de Vilcabamba, también conocida como Vilcabamba La Nueva. Esta localidad fue levantada cerca de antiguas minas de plata previamente explotadas por los incas, en un sitio identificado como Oncoy. Allí también se había establecido un poblado denominado Villa Rica de Argete, construido por los españoles sobre infraestructuras incaicas preexistentes.

Vestigios mineros incas
El 6 de mayo de 2024, una expedición de la Sociedad Geográfica Española reveló hallazgos arqueológicos en las laderas del cerro Comballa, en la provincia cusqueña de La Convención. El equipo de investigación identificó vestigios de asentamientos mineros incaicos en tres parajes interconectados: Rosario, Racaypata y Huayna Huarco.
Miguel Gutiérrez-Garitano, director del proyecto, afirmó que podrían haber descubierto las minas de plata incaicas y los restos de los poblados de Oncoy y la Villa Rica de Argete. Según indicó, “toda la ladera suroccidental del valle de Minaspata acoge restos de un asentamiento minero de larga ocupación desde el periodo Formativo hasta la actualidad y con clara presencia Inca y española”, expresó.
Este hallazgo podría modificar la comprensión de los circuitos mineros prehispánicos y coloniales, así como aportar nuevos datos sobre la organización social y económica de los asentamientos asociados a la actividad extractiva en la región de Vilcabamba.