
La convivencia con cachorros puede resultar desafiante. El caso de Taylor, una labradoodle de un año y medio, ilustra cómo la energía y la curiosidad de algunos perros jóvenes pueden superar la paciencia incluso de personas dedicadas.
En parques, Taylor considera cada objeto como propio, lo que provoca escenas que se repiten con una frecuencia capaz de agotar a cualquier dueño.
Dentro del hogar, cualquier descuido permite que Taylor salte sobre la comida, escape a otras habitaciones o intercepte bultos en movimiento. Su combinación de impulsividad y apetito convierte cada comida familiar en un desafío constante.
Adolescencia canina y exceso de estímulos
Para entender estas conductas, Katie Bodsworth, coordinadora de adiestramiento en Canine Partners y experta en comportamiento clínico animal, analizó el caso.
“La mayoría de los perros domésticos son encantadores, pero siempre presentan pequeñas particularidades difíciles de manejar”, explicó. Su experiencia con perros de asistencia le exige corregir errores a tiempo para asegurar la autonomía futura de estos animales.

Bodsworth señaló que la edad es clave: “con casi un año perras como Taylor están en plena adolescencia, así que intentará explorar su independencia”. La abundancia de olores, ruidos y otros perros potencia cualquier conducta impulsiva, intensificando la necesidad de entrenamiento específico.
Recuperar la atención: una tarea gradual
Bodsworth recomendó recurrir a una correa larga que permite mantener control físico sin limitar la percepción de libertad del animal, lo que facilita respuestas rápidas ante distracciones.
El entrenamiento eficaz requiere constancia, repetición y refuerzo positivo. Consiste en anticiparse al alejamiento del perro, llamándolo antes de que se distancie, y premiándolo con alguna “golosina” de alto valor al regresar. Este método crea una asociación entre acudir al llamado y recibir una recompensa.

“Estas prácticas ayudan a formar una asociación en la que recordar significa que están sucediendo cosas buenas, no que vamos a desconectarnos e irnos a casa cada vez que la llames”, afirmó Bodsworth a The Telegraph.
El planteamiento de la experta es claro: el objetivo es que el perro asocie estar cerca de su dueño, con o sin correa, como la mejor experiencia posible. De este modo, el adiestramiento deja de ser solo una orden y se convierte en una relación basada en la motivación del animal.
El reto doméstico: controlar el acceso a la mesa
Uno de los problemas más frecuentes es el asalto a la comida. En el caso de Taylor, cualquier alimento resulta tentador y sus saltos sorpresivos conducen a un acceso rápido a la comida. Bodsworth explicó que esta conducta se recompensa a sí misma, porque cada vez que salta, obtiene algo.
Para corregir esta tendencia, la especialista sugirió, en diálogo con el medio británico, el entrenamiento con manta, que consiste en enseñar al perro a permanecer sobre una frazada o alfombra durante periodos prolongados.

El entrenamiento debe iniciarse en situaciones de calma, sin comida a la vista, y se refuerza premiando al perro con golosinas mientras permanece en su lugar. El propósito es que el animal permanezca allí durante toda la comida familiar, hasta recibir la indicación para levantarse.
Bodsworth advirtió que el proceso puede ser lento, sobre todo si la conducta indeseada ya resultó exitosa en el pasado. A pesar del reto, considera que el cambio es posible con persistencia.
La inteligencia del perro: un factor a tener en cuenta
La experta subrayó que muchas personas subestiman la inteligencia de sus perros. “Su perro es mucho más inteligente de lo que creen”, afirmó Bodsworth, y destacó la capacidad de experimentar emociones complejas y aprender de manera sofisticada. Recomendó a quienes se sienten frustrados revisar si, de forma inadvertida, están reforzando las conductas problemáticas.
Actualmente, los perros son parte integral de la vida cotidiana y comprender la lógica detrás de sus impulsos es fundamental. Los cachorros persiguen estímulos, independencia, comida o interacción, y tienden a repetir la conducta que les permite obtenerlos.

La labor de organizaciones como Canine Partners, donde participa la entrenadora Jenna Ellison, demuestra que el adiestramiento basado en refuerzo positivo, constancia y comprensión permite transformar conductas problemáticas en interacciones previsibles.
Controlar las distracciones, gestionar el acceso a la comida y mejorar la respuesta al llamado son pasos fundamentales. La clave reside en identificar qué motiva al perro y ofrecerle opciones para canalizar su energía de manera constructiva.
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