
La supervivencia de los ecosistemas es un tema que nos interpela a todos, y en un mercado cada vez más consciente del impacto ambiental, la innovación y el emprendedurismo tienen un papel clave que jugar.
Hoy es evidente que un estilo de vida que consume más recursos de los que la naturaleza puede reponer conduce a resultados dañinos. Sin embargo, este reconocimiento es un avance positivo si pensamos que hace 40 o 50 años cuidar los recursos naturales no era una prioridad tan extendida.
Desde los años 80 y 90, las nuevas generaciones han ido encontrando alternativas para reducir la contaminación ambiental, descubriendo que la propia naturaleza ofrece soluciones al alcance de la mano, porque al final, todo vuelve a la tierra.
Uno de los desafíos más urgentes es reemplazar los plásticos por materiales biodegradables. En este contexto, los hongos y sus derivados invitan a redescubrir un potencial que aún está poco explorado en Argentina. Este potencial no solo está vinculado a la sustentabilidad, sino también al arte, la innovación y las oportunidades de negocio.
Para entender la magnitud del problema del plástico, basta mencionar que es un derivado del petróleo que tarda entre 500 y 1000 años en degradarse. Además, su capacidad de reciclaje es limitada, lo que provoca que la mayor parte se acumule en la tierra y en los océanos, afectando gravemente el equilibrio natural.
Frente a este escenario, la búsqueda de alternativas es una necesidad global. Por ejemplo, Europa se comprometió a que para 2030 todos los envases sean biodegradables, con el objetivo de reducir un 55% las emisiones de carbono en comparación con 1990.
En esta búsqueda por alternativas regenerativas y compostables, los hongos se presentan como un aliado fundamental para desarrollar soluciones en sectores clave de la economía. Pero no se trata solo del fruto, la parte visible; si se escarba un poco más, se descubre la raíz: el micelio.
El rol del micelio en la economía circular y regenerativa El micelio es un organismo que existe naturalmente en el ecosistema, y la utilidad es aprovechar su capacidad para transformarlo en un material útil, un micomaterial, aplicable en diversas industrias.
El material desarrollado a partir de micelio y residuos agrícolas combina innovación y naturaleza para ofrecer soluciones sostenibles en múltiples sectores. El micelio, la red de filamentos (hifas) que constituye la raíz de los hongos, contiene quitina, un biopolímero natural con propiedades hidrofóbicas y retardantes de llama. Al crecer sobre subproductos agrícolas, actúa como un aglutinante natural, formando un material sólido, ligero, resistente y moldeable.
“Al trabajar con micelio, no se crea algo nuevo, sino que se guía y controla su crecimiento para obtener materiales con características específicas.” Esto requiere comprender sus condiciones naturales y adaptar los procesos de cultivo para alcanzar las propiedades deseadas.
Su valor radica en que proviene de la tierra y puede volver a ella. Al finalizar su ciclo de vida, es completamente compostable, devolviendo nutrientes al suelo sin dejar residuos contaminantes. Además, su producción es eficiente: requiere poca agua, no emite CO2 y sigue el principio Zero Waste (cero desperdicio).
Esta naturaleza regenerativa abre un mundo de posibilidades: un mismo material puede transformarse en packaging compostable, piezas para diseño y construcción, mobiliario o instalaciones artísticas. Cada aplicación demanda procesos específicos, pero el corazón (su composición natural) permanece, ofreciendo una solución única y versátil.
Así, el micelio no solo forma parte de una economía circular, sino que impulsa una economía regenerativa, donde la producción nutre al planeta en lugar de agotarlo.
Observar, analizar y aprender del micelio es fundamental para mejorar su desempeño y ampliar sus aplicaciones. Como todo material vivo, hay que seguir descubriendo nuevas características y posibilidades a medida que comprendemos mejor su comportamiento. “Este proceso de aprendizaje constante nos impulsa a desarrollar soluciones innovadoras que integran la naturaleza en la producción industrial.” Sin duda, el mundo avanza en esa dirección, reconociendo el valor de materiales vivos para construir un futuro más sostenible.
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