Argentina históricamente se destacó por ser un país con grandes talentos científicos que contribuyeron considerablemente en el mundo. Sin embargo, el ecosistema científico argentino atraviesa serios desafíos, en particular, por la falta de inversión sostenida en investigación y desarrollo (I+D). Esta carencia de recursos ha limitado el potencial de nuestro país para generar avances científicos y tecnológicos capaces de transformar y mejorar la calidad de vida de los argentinos.
El trabajo de los científicos argentinos tiene un impacto directo y tangible en la vida cotidiana: desde el desarrollo de tecnologías agrícolas, como el trigo transgénico HB4, que puede ser resistente a la sequía, hasta avances médicos como el suero hiperinmune contra el COVID-19.
Un ejemplo reciente que destaca nuestra capacidad innovadora es la aprobación en Estados Unidos de un desarrollo argentino que permite que las semillas de soja produzcan proteínas de carne de cerdo, gracias a una colaboración entre Bioceres y Moolec Science. Esto no solo tiene el potencial de revolucionar la producción de proteínas a nivel mundial, sino que también puede contribuir a que la producción alimentaria sea más sostenible y menos dependiente del impacto ambiental asociado a la ganadería tradicional.
Otro caso ejemplar fuera del ámbito biotecnológico es LIA Aerospace, liderada por Dan Etemberg, que desarrolló el primer cohete del mundo en volar utilizando biodiésel como combustible. Este hito no solo posiciona a Argentina como un referente en tecnología aeroespacial, sino que también impulsa soluciones sostenibles con el potencial de revolucionar la industria.
La necesidad de aumentar la inversión en I+D
La economía del conocimiento no se limita solo a la industria del software: la ciencia y la tecnología desempeñan un papel central en su desarrollo. La inversión en I+D es crucial para generar innovación, competitividad y valor agregado en la economía. Sin embargo, en los últimos 50 años, Argentina ha invertido en promedio menos del 0,35% del PIB en investigación y desarrollo, una cifra muy inferior a la de países que han logrado avances significativos a través de la ciencia y la tecnología. Esta falta de inversión limita el desarrollo de la innovación local y su capacidad para generar productos y servicios competitivos a nivel global.
Diversos estudios han demostrado que aumentar la inversión en I+D genera efectos positivos en el crecimiento económico. De hecho, un incremento del 1% en el gasto en I+D puede llevar a un crecimiento de hasta el 0,77% en el PIB a largo plazo. Para Argentina, esto significaría no solo un mayor desarrollo tecnológico, sino también la creación de empleos calificados y el impulso de sectores como la biotecnología, la inteligencia artificial y la energía renovable.
Un aspecto fundamental para fomentar la inversión es contar con un marco sólido de propiedad intelectual, que proteja los descubrimientos científicos y permita que los investigadores y las empresas se beneficien económicamente. Para que estas oportunidades de inversión puedan concretarse, es crucial seguir apoyando el trabajo de los científicos, que son la base de toda innovación y quienes podrán generar descubrimientos en nuestros laboratorios.
Herramientas de financiamiento innovadoras para la ciencia
Para replicar el éxito de otros países que han logrado transformar sus economías mediante la ciencia y la tecnología, Argentina debe incorporar herramientas de financiamiento innovadoras. Algunas de las estrategias para asegurar financiamiento privado que desarrollan diversas instituciones de investigación en países avanzados, son:
- Créditos fiscales para donaciones a instituciones de investigación, que permiten a empresas y ciudadanos deducir una parte de sus contribuciones.
- Convenios de colaboración empresarial, en los cuales las empresas financian proyectos científicos a cambio de visibilidad y reconocimiento en las actividades de investigación.
- Alianzas público-privadas, donde las empresas se asocian con centros de investigación para desarrollar nuevas tecnologías, generando beneficios tanto para el sector científico como para la industria.
- Fondos de inversión en ciencia, donde el sector privado invierte en investigaciones con alto potencial de generar retornos económicos a largo plazo, como en biotecnología o energías limpias.
En Argentina, por ejemplo, podría evaluarse la exención impositiva en el impuesto a las ganancias para las donaciones a instituciones de investigación científica. Esta medida, que no tendría un impacto significativo en la recaudación fiscal, podría canalizar recursos del sector privado hacia el desarrollo científico y fomentar la innovación sin aumentar la carga sobre el presupuesto estatal.
La ciencia tiene el potencial de transformar profundamente la economía argentina. El talento y la capacidad de nuestros científicos necesitan un apoyo financiero sostenido y un marco que permita al sector privado colaborar activamente en el desarrollo de la investigación y la innovación. Aumentar la inversión en I+D no solo promoverá el desarrollo tecnológico, sino que también permitirá generar empleo, incrementar la competitividad y mejorar la calidad de vida de las personas.
Implementar mecanismos que promuevan la financiación privada, como los incentivos fiscales para donaciones, es una estrategia viable y de rápida implementación que podría comenzar a revertir el bajo nivel de inversión en I+D en el país.