
La primera reacción sobre el resultado electoral del domingo 12 de agosto la tuvieron los mercados internacionales con subas en las acciones argentinas en Wall Street de hasta el 17% y los bonos globales hasta el 5%, pero se trata de movimientos de corto plazo, esperables por otra parte, como un cambio de ánimo. El pueblo argentino no acompaña el rumbo económico y lo hizo saber.
Sin embargo, el gobierno produce acciones temerarias tendientes a darle una pátina de olvido rápido al sacudón electoral.
Por ejemplo, el ministro de Economía Martín Guzmán, fijo en la mira del sector duro del gobierno, acaba de pedir al Banco Central 140.000 millones de pesos como si, de verdad, no le importara el crecimiento desmedido de la inflación en el país, cerca del 3% nuevamente. La debilidad manifiesta parece ponerle fecha de vencimiento y está atado a la decisión gubernamental sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), del cual todavía no se sabe si van a pagar o no, y si van a contestarle algo a fin de año.
Esperemos que la paciencia del organismo internacional que presta a las menores tasas en todo el mundo sea suficientemente extensa como para esperar los caprichos de los decisores nativos del acuerdo.
Por el resultado electoral, con una baja notable de adhesión electoral en 23 de las 24 provincias, el gobierno está virtualmente obligado a convocar a la oposición para aprobar un acuerdo en el Congreso de la Nación. El momento en que lo hará, -si lo hace- es tan incierto como el destino de nuestra economía.
La idea pareciera responder a la vieja táctica de “patear para adelante el resto de los problemas económicos y encajarlos en el nuevo presupuesto para 2022, donde ya existe la rareza de calcular el precio del dólar oficial a 155 pesos, aproximadamente, cuando hoy está en 105. Mal panorama se presenta con esta perspectiva y con la de la inflación, más los salarios que quedaron en el subsuelo del territorio todavía no sublevado.
Será la CGT la primera en tirar sus coces de caballo el próximo 17 de octubre para señalar: “aquí estamos, pese al olvido que han tenido para con nosotros”. Pensar que, alguna vez, la CGT fue la columna vertebral del movimiento obrero y factor vital para el partido justicialista, hoy deshecho y en manos de arribistas confiados en la herencia familiar.
El gobierno está en problemas. No puede aspirar siquiera a un equilibrio presupuestario, tampoco puede hacer en estos dos meses ningún ajuste, como le pide el FMI, porque pierde más votos. En ese marco, está claro que no haber tenido un plan económico ni un plan de gobierno desenmascaró la improvisación permanente.
Los próximos 60 días serán de pura tensión. El espacio gobernante hasta ahora solía salir de un conflicto con otro conflicto. Claro ejemplo fue hace un año, cuando se la acantonaba la policía de la provincia de Buenos Aires y la salida fue recortar la coparticipación a Ciudad de Buenos Aires.
La única salida es que todos los espacios políticos coordinaen medidas para dejar de seguir bajando nuestro estándar económico en todos los niveles, y así convertirnos en un país que vaya hacia un acuerdo general con la esperanza de fortalecer nuestra República.
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