
A la luz de los resultados que arrojó la gestión kirchnerista en sus tres versiones anteriores ocurridas entre 2003 y 2015, a las que para simplificar llamaremos K1, K2 y K3, se puede afirmar que fue una de las peores que históricamente registra el sector.
Vale la pena, antes de seguir, un breve raconto de sus graves consecuencias.
La intervención en los precios del petróleo, el gas y de la generación eléctrica iniciada por el K1 y mantenida por los K2 y K3 sin solución de continuidad, produjo una caída inédita en las reservas y en la producción, transformado al sector de exportador en importador por más de USD 50.000 millones en ese período y convirtiendo al saldo de la balanza comercial energética de más de USD 6.500 millones en 2005 a menos de USD 6.000 millones hacia el final del K3 y que fuera causa principal de la instalación del cepo cambiario.
En los servicios de luz y gas, el cambiar una tarifa de equilibrio por un subsidio crónico se estimuló la inflación sostenida desde 2008, superior al 25% anual, alcanzando 2015 el 40 por ciento. Entonces, el usuario pagaba menos del 15% de lo que costaba la luz y el gas que consumía. Claro que cada vez más escasos y de peor calidad. Desapareció la inversión en generación y distribución, colapsó el abastecimieto de electricidad con cortes en el suministro que en el K3 alcanzaron las 35 horas por usuario-año, cuando al inicio del K1 no llegaba a 10 horas, valor aceptado por los estándares internacionales. Se desalentó la ya escasa actividad industrial al no asegurarle el suministro energético y se activaron juicios internacionales por demandas de incumplimiento contractual que generaron miles de millones de dólares en sentencias de tribunales arbitrales.
Esta recapitulación es solo una muestra de lo que produjo el populismo energético durante los 12 años de administración K.
El gobierno de Cambiemos logró, con elevado costo político, reencauzar al sector energético para que volviese a brindar servicios y productos acordes a su inmenso potencial. Para eso recurrió a un sinceramiento tarifario y al restablecimiento del marco regulatorio que rige al sector, pero nunca aplicado por las gestiones K. Es decir, se dejó de lado el intervencionismo y la discrecionalidad de los subsidios, recreando la inversión privada que se tradujo en mejores servicios eléctricos reduciendo las horas de corte por usuario/año de 35 a 17, retomando la exportación de gas al crecer la producción 15% en el período 2016-2019 y logrando el equilibrio en la balanza comercial. Así, los subsidios pasaron de ser 80% de la tarifa eléctrica al 20% y con la idea de eliminarlos hacia 2022.

Pero, al ganar las elecciones el Frente de Todos, irrumpe el K4 en la energía con las mismas recetas de los anteriores K por lo que serán inevitables resultados similares. Intervienen los entes reguladores de electricidad y gas que habían sido normalizados de acuerdo a la ley, mantienen cogelamiento tarifario –que ya había iniciado lamentablemente el Gobierno anterior ante el desmadre de la macro–, intervienen en el precio del petroleo y el gas, y generan una explosión de subsidios que, en lo que va del año, ya supera los USD. 3000 millones.
Institucionalmente, se nota la falta de interés del K4 en el sector. Durante más de 8 meses, el área energética, con un secretario tironeado por disputas políticas provinciales, estuvo en los hechos acéfala dependiendo del ministerio de Desarrollo Productivo y en permanente conflicto con el Instituto Patria, o Cristina Kirchner más La Cámpora; es decir, con la verdadera fuente de poder de la actual administración. Recientemente el Gobierno decidió reemplazar a Sergio Lanziani por Darío Martínez y pasar la secretaría de Energía al Ministerio de Hacienda de Martín Guzmán. Pero, como se ve claramente, el problema energético no se puede resolver con un cambio de hombres o de jurisdicciones ministeriales, ante la decisión del K4 de reinstalar una política que arruinó al sector, afectó a la macro y degradó la calidad de vida de la gente.
El nuevo secretario de Energía, acaba de manifestar algo obvio: que volverán los cortes. También que no se renovará a fin de año el decreto que congela las tarifas. Eso es bueno ya que los subsidios que produce el congelamiento, además de su efecto inflacionario, se financian con emisión, no cubren inversiones y sin ellas cae inexorablemente la calidad de los servicios. Pero si van a actualizar las tarifas a partir de enero solo por inflación, se mantendrá el nivel de subsidio actual que supera el 50 por ciento. Ergo, no esperemos inversiones y aceptemos el pronóstico de Martínez, en particular para el verano 2021-2022. También, tendremos que acostumbrarnos nuevamente a ver esos grades buques metaneros trayendo gas, por más Plan Gas de estímulo que prometan.
Cuando la confianza se pierde lleva tiempo y hechos concretos recuperarla.
El autor es ingeniero consultor; Ex Secretario de Energía; Ex Director de YPF, Miembro del Consejo Académico en la Fundación Libertad y Progreso
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