
“La demanda china es constante”, dice César al explicar por qué la logística cárnica nunca baja la guardia. En esta entrevista, repasa los cambios recientes del sector, los desafíos operativos y el valor estratégico que hoy tiene la logística para sostener el ritmo del comercio internacional.
¿Cómo describís el momento actual del comercio exterior para el sector cárnico?
La actividad viene de años complicados por medidas que no favorecieron la producción. Hubo restricciones, cortes prohibidos y condiciones que no generaban competitividad. Hoy ese escenario cambió: las restricciones se eliminaron y se puede exportar sin trabas.
A nivel internacional, el movimiento también reconfiguró el panorama. Estados Unidos aplicó restricciones a Brasil, algo que derivó en más oferta brasileña hacia China y bajó los precios de exportación argentinos a Asia. Sin embargo, ese mismo cambio abrió una oportunidad: el mercado estadounidense empezó a mirar más a la proteína argentina, un destino que puede crecer mucho en el corto plazo.
El punto clave sería saber si Argentina puede cubrir la demanda estadounidense con el stock ganadero actual, al mismo tiempo que abastece a China y Europa. Son animales distintos y mercados distintos, así que la distribución futura sería un desafío importante.
En logística, ¿qué particularidades tiene el movimiento de carne?
Mover proteína refrigerada es complejo. Faltan contenedores, hay rotaciones irregulares de stock y, además, muchos barcos omiten escalas en Buenos Aires. Todo eso repercute en la precisión de los envíos y en la entrega final en destino.
Cuando un barco no toca puerto, el impacto se siente en toda la cadena: reprogramaciones, frío que debe mantenerse, costos adicionales y riesgo de incumplir ventanas de descarga en mercados exigentes.
¿Y qué tan difícil es conseguir un contenedor reefer?
Si no tenés acuerdos previos con las líneas marítimas, es casi imposible. Hoy operan directamente con frigoríficos o shippers grandes, y prácticamente dejaron de hacerlo vía forwarders. Para asegurar espacio, necesitás negociar volumen y garantizar compromiso. Sin eso, no hay disponibilidad.
Al principio cuesta, pero con años de experiencia y presencia en el mercado se vuelve más directo. Evitando intermediarios, se puede negociar mejor precio y espacio garantizado. El compromiso de volumen es clave para que las líneas reserven equipos y slots.

¿Cuáles son los mercados que más demandan carne argentina?
El 65% va a China. Es un destino firme y constante. Después vienen Estados Unidos, Israel, Europa y Chile, este último con mucha carne enfriada que viaja por camión. Brasil dejó de importar y sumó barreras fitosanitarias que en la práctica bloquearon varios frigoríficos argentinos. Pero en términos de volumen, China es el gran protagonista.
¿En qué se diferencian las exportaciones a China y a Estados Unidos?
China compra vaca manufactura, un animal de descarte, más liviano y sin vida productiva. Estados Unidos exige un animal de feedlot, más gordo y con mayor tenor graso. Son dos mercados totalmente distintos en cuanto a tipo de animal y valor del producto.
¿Cómo influye la cantidad de actores en la complejidad logística?
Muchísimo. Primero hay que conseguir la hacienda, luego faenar, despostar, congelar, almacenar y finalmente exportar. Cada etapa involucra equipos distintos y la coordinación es crítica. En momentos de alta demanda, el cuello de botella histórico fue el congelamiento: faltaba espacio y eso frenaba toda la cadena.
¿La demanda internacional es estacional?
No. China compra todo el año, aunque el precio varía según lo que pase en el mundo. Israel recibe mercadería todo el año y Estados Unidos depende de sus restricciones al resto de los proveedores. Europa se mueve según la cuota Hilton, distribuida por el Ministerio en función de la performance exportadora del año anterior.
¿Y cómo está el consumo interno?
El consumo argentino define el precio. Entre el 60% y el 70% de lo que se faena queda en el país, y solo el 30% se exporta. Por eso es incorrecto decir que la exportación encarece la carne. No son los mismos cortes ni los mismos animales. Las barreras sanitarias, los frigoríficos habilitados y la cadena de valor también son distintos. El mercado interno sigue siendo el formador del precio.
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