Cuatro malos hábitos que te pueden provocar hígado graso y que quizá no conocías

Existen prácticas cotidianas que podrían pasar desapercibidas hasta que comprometen a la salud

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Una enfermedad que se puede
Una enfermedad que se puede prevenir desde los hábitos cotidianos. Foto: (iStock)

La enfermedad por hígado graso no alcohólico (EHGNA), que afecta a un número creciente de individuos en México y en el mundo, no se limita a quienes mantienen una dieta poco saludable o consumen alcohol en exceso. Especialistas advierten que existen otros factores, menos evidentes, que inciden de manera directa en la salud hepática.

1. Dormir menos de siete horas por noche

El descanso insuficiente representa uno de los riesgos más subestimados. Dormir menos de siete horas de manera habitual no solo repercute en el ánimo y la capacidad de concentración, sino que también altera procesos metabólicos fundamentales. Se ha demostrado que la privación crónica de sueño incrementa la resistencia a la insulina, lo que favorece la acumulación de grasa en el hígado.

Cuando el organismo no descansa lo necesario, se eleva la producción de cortisol, la hormona del estrés, y se modifica el procesamiento de glucosa y lípidos. Este desequilibrio metabólico puede derivar en la aparición de hígado graso incluso en personas que no presentan obesidad.

Cuidar la salud desde la
Cuidar la salud desde la vida cotidiana es un primer paso esencial para prevenir riesgos que afecten al hígado. Foto: (iStock)

2. Consumir bebidas “sin azúcar” en exceso

El consumo frecuente de bebidas y alimentos endulzados con edulcorantes artificiales, percibidos habitualmente como una alternativa segura, también puede tener consecuencias inesperadas. Aunque estos productos no contienen azúcar, su ingesta excesiva puede alterar la microbiota intestinal, modificando la manera en que el cuerpo metaboliza las grasas.

Los endulzantes no calóricos incrementan la preferencia por alimentos ultraprocesados y favorecen el almacenamiento de grasa en el hígado. Si bien no resultan dañinos por sí mismos, el abuso de estos productos, sumado a otros hábitos poco saludables, puede contribuir al desarrollo de la EHGNA.

3. Saltarse comidas, especialmente el desayuno

Los patrones alimentarios irregulares constituyen otro factor de riesgo. Saltarse comidas, especialmente el desayuno, provoca fluctuaciones bruscas en los niveles de glucosa y promueve la resistencia a la insulina.

Cuando el cuerpo permanece muchas horas sin recibir alimento, tiende a almacenar más grasa al volver a comer, como parte de un mecanismo biológico de conservación. A largo plazo, estas variaciones energéticas favorecen el depósito de grasa hepática. Además, quienes omiten comidas suelen compensar con alimentos ricos en azúcares o grasas, lo que agrava el problema.

Esta enfermedad puede progresar si
Esta enfermedad puede progresar si no se trata a tiempo. Foto: (iStock)

4. El sedentarismo prolongado, incluso en personas activas

El sedentarismo prolongado, incluso en personas que realizan ejercicio regularmente, es un hábito poco reconocido pero relevante. Permanecer sentado más de seis horas continuas reduce la capacidad del organismo para procesar grasas y carbohidratos.

Este fenómeno, denominado “sedentarismo activo”, afecta a quienes cumplen rutinas diarias de ejercicio pero mantienen trabajos de oficina sin pausas. La falta de movimiento constante disminuye la sensibilidad a la insulina y facilita la acumulación de grasa en el hígado.

La prevención del hígado graso requiere mucho más que evitar alimentos grasos o restringir el consumo de alcohol. Dormir lo suficiente, mantener horarios de comida regulares, moderar el uso de edulcorantes artificiales y reducir el tiempo sentado son medidas sencillas que pueden marcar una diferencia significativa.

Detectar estos hábitos poco conocidos permite intervenir a tiempo y proteger la salud hepática a largo plazo. Ante la presencia de síntomas o factores de riesgo, resulta fundamental consultar a un profesional de la salud para una evaluación adecuada.