
La hipertensión arterial, conocida como “la asesina silenciosa”, es una de las enfermedades crónicas más comunes y peligrosas del mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a uno de cada tres adultos y causa alrededor de 10 millones de muertes anuales por complicaciones cardiovasculares.
Su peligro radica en que muchas veces no presenta síntomas, pero con el tiempo daña de forma grave a órganos vitales como el corazón, el cerebro, los riñones y los ojos.
La hipertensión ocurre cuando la fuerza con la que la sangre circula por las arterias es constantemente más alta de lo normal, lo que obliga al corazón a trabajar con mayor esfuerzo para bombear sangre al resto del cuerpo. El valor ideal de la presión arterial es de 120/80 milímetros de mercurio (mmHg); cuando supera los 140/90 mmHg de manera sostenida, se considera hipertensión.

Daños en órganos vitales
El corazón es uno de los órganos más afectados. La presión elevada provoca engrosamiento del músculo cardíaco (hipertrofia ventricular izquierda) y endurecimiento de las arterias, lo que puede derivar en insuficiencia cardíaca, angina de pecho, arritmias e incluso infartos.
El cerebro también sufre las consecuencias: la hipertensión es la principal causa de accidentes cerebrovasculares (derrames o embolias), ya que la presión constante puede debilitar o romper los vasos sanguíneos. Asimismo, aumenta el riesgo de demencia vascular, un tipo de deterioro cognitivo provocado por el daño a los vasos cerebrales.
Los riñones, encargados de filtrar la sangre, se deterioran progresivamente por la presión alta, lo que puede causar insuficiencia renal crónica. En el caso de los ojos, la hipertensión daña los vasos de la retina, generando retinopatía hipertensiva, que puede provocar pérdida parcial o total de la visión.
Cómo se origina
Las causas de la hipertensión pueden ser genéticas, ambientales o relacionadas con el estilo de vida. En la mayoría de los casos no se identifica una causa específica (hipertensión esencial), pero existen factores de riesgo bien establecidos: el consumo excesivo de sal, el sobrepeso, el sedentarismo, el estrés crónico, el tabaquismo, el alcohol y una dieta alta en grasas y ultraprocesados.
El riesgo aumenta con la edad, aunque cada vez se diagnostica con mayor frecuencia en jóvenes y adultos menores de 40 años debido al aumento del estrés y los malos hábitos alimenticios.

Prevención y control
La hipertensión puede prevenirse y controlarse con cambios en el estilo de vida. Las autoridades sanitarias recomiendan mantener un peso saludable, realizar actividad física al menos 30 minutos diarios, reducir el consumo de sal y alcohol, dejar de fumar y aumentar la ingesta de frutas, verduras y agua.
También es fundamental controlar el estrés mediante técnicas de relajación, dormir bien y mantener revisiones médicas periódicas, ya que la detección temprana es clave. En algunos casos, el tratamiento incluye medicamentos antihipertensivos, siempre bajo supervisión médica.
Un problema de salud pública
La hipertensión es un factor de riesgo mayor para enfermedades cardiovasculares, que representan la principal causa de muerte en México y el mundo. Expertos subrayan que, aunque no se puede curar, sí puede controlarse eficazmente si se diagnostica a tiempo y se mantiene una adherencia constante al tratamiento.
En resumen, la hipertensión no avisa, pero sus consecuencias pueden ser fatales. Controlar la presión arterial, adoptar hábitos saludables y acudir regularmente al médico son las mejores armas para evitar que esta “enemiga silenciosa” cobre más vidas.


