
Durante años, muchas personas han intentado evitar por completo el consumo de grasas, ya sea para perder peso o por temor a problemas digestivos. Sin embargo, cuando se trata del funcionamiento de la vesícula biliar, las grasas tienen un papel fundamental que no debe ser ignorado.
Este pequeño órgano, aunque a menudo pasado por alto, depende directamente del consumo moderado de grasa para realizar su función principal: almacenar y liberar bilis.
La vesícula biliar es un órgano en forma de pera ubicado debajo del hígado. Su función principal es almacenar la bilis que produce el hígado, un líquido esencial para la digestión de las grasas. Cuando comemos una comida que contiene grasa, la vesícula se contrae y libera bilis hacia el intestino delgado, donde actúa como un detergente natural para descomponer las grasas y facilitar su absorción.

El problema aparece cuando se siguen dietas extremadamente bajas en grasa o se eliminan completamente estos nutrientes. En ausencia de grasa en la dieta, la vesícula no recibe la señal necesaria para vaciarse regularmente.
Esto provoca que la bilis se quede estancada, se espese y se concentre en exceso, lo que puede llevar a la formación de cálculos biliares (piedras en la vesícula) y otros problemas como la inflamación o colecistitis.
Además, una dieta sin grasa también puede provocar deficiencias en vitaminas liposolubles como la A, D, E y K, fundamentales para la visión, la salud ósea, la coagulación sanguínea y el sistema inmunológico.
Ahora bien, no todas las grasas son iguales. Es crucial consumir grasas saludables que favorezcan el funcionamiento del cuerpo y protejan la salud cardiovascular. Estas incluyen alimentos como el aceite de oliva virgen extra, aguacate, nueces, semillas, pescados grasos (como el salmón o las sardinas) y huevos. Estos alimentos no solo ayudan a la vesícula a vaciarse de manera regular, sino que también aportan ácidos grasos esenciales que el cuerpo necesita.

En cambio, se debe evitar el consumo frecuente de grasas trans y grasas saturadas en exceso, que se encuentran en productos ultraprocesados, frituras, embutidos, bollería industrial y comida rápida. Estas pueden aumentar la inflamación, el colesterol malo (LDL) y favorecer trastornos metabólicos.
Incluir pequeñas cantidades de grasa saludable en cada comida —como una cucharada de aceite de oliva, medio aguacate o un puñado de nueces— es una estrategia sencilla y efectiva para mantener la vesícula biliar activa y sana.
En conclusión, lejos de ser enemigas, las grasas saludables son esenciales para la buena digestión y la prevención de enfermedades biliares. Una alimentación equilibrada, variada y rica en nutrientes naturales es la mejor forma de cuidar la vesícula y, al mismo tiempo, promover la salud general del organismo.