
Durante una década, el nombre de Iván Morales Corrales figuró en los registros oficiales como uno de los sobrevivientes del helicóptero Cougar que fue derribado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) el 1 de mayo de 2015, en el contexto de una operación secreta que tenía como objetivo capturar a Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”.
Años más tarde, un testimonio anónimo presentado ante un tribunal federal de Estados Unidos —que coincide en detalles clave con la historia de Morales Corrales— fue parte de la evidencia que derivó en la condena a cadena perpetua de Rubén Oseguera González, alias “El Menchito”, hijo del líder criminal.
Morales fue agente de la División de Inteligencia de la Policía Federal, con al menos cinco años de trayectoria operativa al momento de ser asignado a la Operación Jalisco. Aquella madrugada, mientras se alistaba para abordar un helicóptero militar en la Ciudad de México, recibió una noticia personal que marcaría su lucha por sobrevivir: su pareja estaba embarazada.

No tuvo tiempo de celebrar. El despliegue era completamente confidencial. “Nosotros no llevábamos comunicación para nada, por lo mismo, para que no se filtrara la información”, declaró Morales en entrevista con Univisión Investiga.
Viajó a bordo de un helicóptero Cougar junto a 16 militares y una compañera policía, Alejandra, en una misión que no conocía a fondo y de la cual descubriría su objetivo demasiado tarde: detener a El Mencho en su bastión: Villa Purificación, Jalisco.
La emboscada: fuego pesado y caída controlada
Cuando sobrevolaban el área objetivo, antes del amanecer del 1 de mayo, el convoy aéreo fue atacado con armamento de uso militar: fusiles Barrett M82 calibre .50, ametralladoras M2HB montadas en camionetas, lanzagranadas RPG-7 de origen ruso e incluso granadas de fabricación iraní, según documentos judiciales y testimonios de la ATF estadounidense.
“Veíamos cómo atravesaban las balas [...] el helicóptero. Muchos del personal que íbamos fallecieron en ese momento”, relató Morales. Uno de los impactos alcanzó el rotor. Luego llegaron cuatro granadas propulsadas; dos dieron en el blanco. La aeronave se incendió y perdió estabilidad, pero el piloto logró planear el descenso y evitar una explosión inmediata.

La única salida del helicóptero estaba rodeada por fuego y balas. Morales no tenía heridas visibles al tocar tierra, pero el infierno acababa de comenzar. Con una pistola 9 mm, la única arma que conservaba, cortó cartucho y comenzó a moverse bajo el fuego enemigo. “Traté de salir. Yo todavía lo pensé: me quedo o salgo. Pero había un motivo muy importante por el cual yo quería vivir”, dijo. Ese motivo era su hijo por nacer.
Su uniforme comenzó a incendiarse. “Me empecé a quemar muy rápido. Me quité la chamarra y el chaleco. El chaleco antibalas me salvó el pecho y la espalda”, contó. Rodó por el suelo para apagar las llamas y logró escapar entre arbustos. Se escondió detrás de una roca y gritó con lo poco que le quedaba de energía, esperando que los otros helicópteros lo localizaran.
Morales fue uno de los nueve sobrevivientes de su helicóptero. Ocho militares y Alejandra, su compañera, murieron calcinados o por los disparos. Minutos después, fue rescatado por un equipo de la Sedena. El helicóptero Cougar ardía detrás de él.
La vida después del ataque

Tras el rescate, el agente fue trasladado al Hospital Central Militar en la Ciudad de México, con quemaduras en el 70% del cuerpo y en estado crítico. Pasó meses en coma inducido y se sometió a más de 15 cirugías reconstructivas. Lo llamaban “El héroe” dentro del hospital. Una de las primeras cosas que dijo al despertar fue: “Voy a ser papá. No quiero irme derrotado”.
Durante su estancia, se casó en la sala de terapia intermedia, vestido con uniforme de gala confeccionado especialmente. En octubre de 2015, recibió el alta médica. Un mes después, nació su hijo.
El 16 de diciembre de 2015, durante el 90º aniversario de la Policía Federal en el Auditorio Nacional, el entonces presidente Enrique Peña Nieto le entregó el Mérito Policial de Primera Clase. Morales, con el rostro marcado por las cicatrices, subió al escenario con paso lento.
Unos 10 mil asistentes se pusieron de pie y lo ovacionaron durante 56 segundos. El presidente le pidió que se girara hacia la multitud. “Demostrar que sí hay cicatrices que duelen, que te dejan, pero puedes seguir adelante”, explicó Morales más tarde sobre ese momento.
En 2018, fue nuevamente reconocido por el Gobierno federal. Recibió las escrituras de una vivienda nueva, adquirida a través de un crédito especial del FOVISSSTE, como parte de los apoyos entregados por su servicio. “Es un reconocimiento a su esfuerzo y un compromiso con ustedes y sus familias”, dijo entonces el presidente Peña Nieto.
Su historia en el juicio contra El Menchito

En noviembre de 2023, durante el juicio federal contra Rubén Oseguera González, alias “El Menchito”, en Estados Unidos, un testimonio anónimo fue presentado ante la corte. La descripción del sobreviviente que dio el diario Milenio, que cubrió la historia de cerca, señaló que se trató de un policía federal mexicano con el rostro desfigurado por quemaduras, que escapó de un helicóptero en llamas, se escondió detrás de una roca y fue rescatado bajo fuego enemigo.
Aunque su nombre no fue mencionado públicamente en la cobertura mediática del juicio, la narración coincide con exactitud con lo que el mismo Morales Corrales relató en entrevistas previas.
Según autoridades estadounidenses que participaron en el juicio, “El Menchito” habría dado la orden de derribar el helicóptero para evitar la captura de su padre.

El 30 de abril de 2025, casi exactamente diez años después del ataque que marcó su vida, Iván Morales Corrales fue asesinado en Temixco, Morelos, junto a una mujer. Su camioneta fue interceptada por un grupo armado que disparó más de 15 veces antes de huir en motocicletas. La Fiscalía de Morelos confirmó su identidad y abrió una investigación con una línea principal: una posible venganza ligada a su trayectoria como exagente federal.
Su historia quedó grabada no solo en expedientes judiciales o ceremonias oficiales, sino en la memoria de quienes lo vieron arder, sobrevivir y —años más tarde— relatar, desde un estrado extranjero, el ataque que intentó silenciarlo una década antes.