
Los habitantes del ejido El Zapién, en el municipio de Uruapan, estado de Michoacán, fueron testigos de un fenómeno que ha despertado temores históricos en la región: un brote de vapor y agua hirviendo emergió del suelo en una parcela agrícola, generando la inquietud de que pueda tratarse del nacimiento de un nuevo volcán, a pocos kilómetros del lugar donde en 1943 surgió el volcán Paricutín.
Videos compartidos en redes sociales muestran a un poblador removiendo la tierra, de donde brota una columna de vapor que aumenta de intensidad al profundizar en el terreno.
Tras la viralización de estas imágenes, las autoridades locales y especialistas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) y del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Unidad Michoacán, acudieron al sitio para iniciar una serie de investigaciones que permitan determinar el origen del fenómeno.
La Coordinación Estatal de Protección Civil de Michoacán iniciará las investigaciones formales este jueves 24 de abril y emitió una alerta preventiva. Se pidió a la población mantenerse alejada de la zona afectada mientras se realiza la evaluación científica, con el fin de evitar riesgos ante una posible actividad geológica.

Un fenómeno que revive el recuerdo del Paricutín
El temor de los habitantes de El Zapién no es infundado. El suceso actual ocurre en las proximidades del área donde, el 20 de febrero de 1943, emergió el volcán Paricutín, considerado el más joven de México.
En aquella ocasión, el campesino Dionisio Pulido fue testigo del momento en que la tierra se abrió en su campo de maíz cerca de San Juan Parangaricutiro, liberando gases, cenizas y material incandescente.
La erupción del Paricutín duró nueve años, hasta 1952, y aunque no causó víctimas mortales directas, destruyó los pueblos de Paricutín y San Juan Parangaricutiro. Las ruinas de la iglesia de este último permanecen como testigo de aquel episodio.

El Paricutín es un volcán monogenético, lo que significa que solo tuvo una erupción. Su nacimiento fue uno de los eventos volcánicos más documentados del siglo XX y representó una oportunidad única para la vulcanología, ya que permitió observar el proceso completo de formación de un volcán, desde su aparición hasta el cese total de su actividad.
Volcán, falla geotérmica o causas humanas
Los primeros análisis en El Zapién incluyen la toma de temperatura a distintas profundidades y la inspección del terreno con el objetivo de confirmar o descartar la hipótesis de una actividad volcánica.
De acuerdo con las declaraciones del ingeniero Esteban Brito, una exhalación principal por una cuestión volcánica no se considera, por el momento, como la causa más probable.
En un experimento rápido en la zona, Brito explicó que la temperatura registrada en la superficie alcanzó los 50℃ (122℉), mientras que a una profundidad de 40 centímetros se midieron entre 22 y 24℃ (71,6 y 75,2℉), lo cual no es indicativo de una actividad geotérmica poderosa a nivel regional.
“Lo más sencillo es excavar tres metros de profundidad con una retroexcavadora para observar si la temperatura disminuye. Si eso sucede, se trataría de una tranquilidad total”, afirmó Brito, quien también consideró la posibilidad de una fuga de tuberías subterráneas o de la presencia de algún material inflamable bajo tierra.
Durante los primeros recorridos, los investigadores dialogaron con el personal de la huerta de aguacates donde se detectó el brote. Los trabajadores reportaron que fue necesario utilizar nueve pipas de dos mil litros cada una, es decir, 18 mil litros de agua, para intentar contener el calor que comenzaba a afectar los árboles y los frutos.
Además, se destacó que existe un volcán inactivo en un cerro cercano a El Zapién, razón por la cual los especialistas han puesto especial atención en las condiciones térmicas de la zona y su posible relación con ese antecedente geológico.
Zona de enjambres sísmicos
El fenómeno observado en El Zapién ocurre en una región que desde hace años mantiene la atención de la comunidad científica por su intensa actividad geológica.
La zona entre los volcanes Tancítaro y Paricutín ha sido objeto de monitoreo constante por parte del Departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica (IGEF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), debido a la presencia de enjambres sísmicos registrados durante los últimos 25 años.

Según explicó Denis Legrand, investigador del IGEF, y el estudio publicado en el Bulletin of Volcanology, durante los últimos 25 años se han observado seis enjambres sísmicos en la región, lo que sugiere el movimiento de magma a profundidades de entre 8 y 15 kilómetros.
Legrand advirtió que si la sismicidad llegara a registrarse a menos de 8 kilómetros de profundidad, el magma podría tener posibilidades de alcanzar la superficie rápidamente, por lo que es necesario mantener el monitoreo constante a través de estaciones sismológicas instaladas en la zona.
Aunque las autoridades y los científicos insisten en que es prematuro afirmar que el brote de vapor en El Zapién esté relacionado con estos procesos, la vigilancia se mantiene activa en toda la región del campo volcánico Michoacán-Guanajuato, donde existen más de mil 200 formaciones monogenéticas.
Los próximos días serán clave para que los especialistas determinen si el fenómeno observado tiene conexión con esta actividad subterránea o si su origen es distinto.