
Una de las principales facciones dentro del Cártel de Sinaloa está encabezada por los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, quienes son Iván Archivaldo Guzmán Salazar (“El Chapito”), Jesús Alfredo Guzmán Salazar (“Alfredillo”), Ovidio y Joaquín Guzmán López. Esta célula, conocida como “Los Chapitos”, cobró fuerza tras la captura definitiva de su padre en 2016, consolidando su influencia en Culiacán y expandiéndose hacia estados clave como Sonora, Durango y Baja California.
Ismael “El Mayo” Zambada, cofundador del cártel y símbolo de la vieja escuela del narcotráfico, fue crucial en el desarrollo inicial de Los Chapitos, aunque su relación siempre estuvo marcada por tensiones. Mientras Zambada se caracterizó por un perfil discreto y una estrategia basada en alianzas y logística, los hijos del Chapo se han proyectado como una generación más violenta, ostentosa y enfocada en la producción de drogas sintéticas y la expansión territorial agresiva.
La detención de Joaquín Guzmán López y “El Mayo” en Estados Unidos en julio de 2024, expusieron una fractura profunda dentro del grupo criminal. Estos acontecimientos intensificaron la lucha por el poder entre dos bloques enfrentados, por un lado, los herederos y aliados de Zambada (“Los Mayos”), y por otro, la facción de Los Chapitos en una disputa que desencadenó una guerra interna con efectos que aún están redefiniendo la estructura y el futuro del cártel sinaloense.

La historia detrás del Cártel de Sinaloa y su creciente narcoguerra
El Cártel de Sinaloa surgió a inicios de los años noventa como una escisión del Cártel de Guadalajara, la organización pionera del narcotráfico moderno en México. En sus inicios, Héctor “El Güero” Palma Salazar y Joaquín “El Chapo” Guzmán lideraban la célula sinaloense, que rápidamente se fortaleció con el ingreso de otros personajes influyentes como, Ismael “El Mayo” Zambada García, Juan José “El Azul” Esparragoza y Ignacio “Nacho” Coronel Villarreal. Estos últimos aportaron experiencia en logística, contactos regionales y control en zonas estratégicas como el “Triángulo Dorado”, conformado por Chihuahua, Durango y Sinaloa.
Según BBC News, esta alianza permitió crear una de las redes de tráfico más eficaces del continente, estableciendo rutas de traslado desde Sudamérica hasta la frontera con Estados Unidos y desarrollando cultivos de marihuana y amapola en el norte mexicano. Gracias a estas conexiones y su estructura descentralizada, el Cártel de Sinaloa se consolidó como la agrupación criminal más poderosa del país y extendió su influencia a escala global.
Durante décadas, “El Mayo” Zambada jugó un papel determinante en la estabilidad del cártel. Sin embargo, su convivencia con Los Chapitos, se ha visto marcada por la desconfianza y la ambición de poder. Esta tensión escaló a niveles críticos en los últimos años, con divisiones internas cada vez más evidentes.
La pugna actual tiene como eje la disputa entre Los Chapitos y Ismael Zambada Sicairos, alias Mayito Flaco, hijo de “El Mayo”. Ambos bloques buscan imponer su control en medio del vacío de liderazgo que dejaron las capturas de sus figuras históricas, El Chapo, condenado a cadena perpetua, y El Mayo, detenido y extraditado a Estados Unidos en julio de 2024, en espera de juicio.
De acuerdo con El País, fue precisamente la captura de este último lo que desató la guerra entre facciones, “cuando otro de los hijos de El Chapo tendió supuestamente una trampa a El Mayo, en Culiacán, para secuestrarlo y llevarlo al otro lado de la frontera”. Este episodio marcó un punto de no retorno en la guerra interna del Cártel de Sinaloa, que ahora se libra entre generaciones, métodos y visiones distintas del crimen organizado.

La captura de “El Mayo”, el detonante de la violencia en Sinaloa
El 25 de julio de 2024, Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán López llegaron a Estados Unidos en un avión privado procedente de Sinaloa. Fueron detenidos al aterrizar en el aeródromo rural de Doña Ana, cerca de El Paso, Texas, en un operativo sorpresa realizado por la DEA y otras agencias estadounidenses. Esta captura fue un golpe certero para el Cártel de Sinaloa, ya que Zambada había logrado eludir la justicia durante más de 50 años.
En una carta publicada tras su arresto, El Mayo relató que fue “secuestrado” durante una reunión en las cercanías de Culiacán, donde se encontraba con Rubén Rocha Moya, gobernador de Sinaloa, y Héctor Melesio Cuén, ex alcalde de Culiacán, para discutir temas políticos. Según su versión, esa reunión había sido organizada por Joaquín Guzmán López, y tras llegar al lugar, Zambada fue forzado a subir al avión que lo llevó a Estados Unidos, asegurando que no cooperó ni se entregó voluntariamente a las autoridades.
El impacto de esta captura en la estructura del cártel fue inmediato y devastador. Según El País, para diciembre de 2024, “la guerra en Sinaloa, consecuencia de una novelesca cadena de traiciones en el mundo del hampa, dura ya tres meses. Cada uno de los últimos 90 días, Culiacán ha amanecido con muertos. Cadáveres embolsados, quemados, tiroteados, cuerpos mutilados”. La violencia desatada por la lucha interna por el poder transformó al estado sinaloense en un campo de batalla, reflejo de una crisis de liderazgo dentro de una de las organizaciones criminales más poderosas de México.

Los últimos leales, la resistencia de Los Chapitos ante la crisis interna
En los últimos meses, Los Chapitos sufrieron un golpe significativo que debilitó su estructura criminal. Según La Nación, la captura de figuras clave, las disputas internas y la creciente confrontación con el grupo liderado por Ismael “El Mayo” Zambada han puesto en riesgo el dominio de la facción de los hijos de El Chapo Guzmán en el narcotráfico mexicano.
Un acontecimiento crucial ocurrió en febrero de 2025, cuando las autoridades mexicanas detuvieron a dos elementos esenciales para la organización. El primero de ellos fue José Ángel Canobbio Inzunza, alias “El Güerito”, considerado el operador financiero de Los Chapitos. Según la Secretaría de la Defensa Nacional de Estados Unidos, él gestionaba rutas de narcotráfico y redes de distribución de sustancias como fentanilo, cocaína y metanfetamina. En palabras de David Saucedo, analista de seguridad, estas capturas son “golpes contundentes” que mermarán la capacidad operativa del grupo y afectarán su acceso a recursos clave como armamento, pues ambos formaban parte de la cúpula dirigente de la organización.
A pesar de estos contratiempos, La Verdad Noticias señala que Los Chapitos siguen contando con una red de aliados estratégicos, esenciales para mantener en funcionamiento sus operaciones criminales. Estos aliados incluyen figuras clave en el tráfico de drogas, el suministro de armas y la logística del cártel. Entre los más destacados se encuentran:
- Jobanis de Jesús Ávila Villadiego, alias “Chiquito Malo”, líder del Clan del Golfo en Colombia, quien suministra cocaína y recursos militares a Los Chapitos.
- Samuel León Alvarado, principal traficante de fentanilo hacia Estados Unidos, colaborando estrechamente con Ovidio Guzmán López en la distribución de esta droga en varios estados como California, Ohio, Michigan y Pensilvania.
- Pedrito Loaiza N., heredero de una dinastía de narcotraficantes, que controla rutas clave en Sinaloa y gestiona aduanas en Belice, manteniendo una fuerte presencia en el desierto de Sonora.
- Juan Pablo Lozano N., alias “El Camarón”, especializado en el tráfico de armas de alto poder, particularmente rifles Barret calibre 50 y drones explosivos, esenciales para las operaciones de Los Chapitos.
- Óscar Noé Medina González, alias “El Panu”, lugarteniente cercano a Iván Archivaldo Guzmán, quien coordina operaciones de seguridad y gestiona respuestas rápidas ante las detenciones de líderes del cártel.
- Liborio Núñez Aguirre, alias “El Karateca”, responsable del tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos, quien enfrenta cargos por conspiración y posesión de armas largas.
Estos actores continúan siendo fundamentales para que Los Chapitos logren mantener sus operaciones criminales en pie, a pesar de la creciente presión interna y externa. La capacidad de la facción para mantenerse unida en tiempos de crisis dependerá, en gran medida, de estos leales aliados y de su capacidad para adaptarse a un entorno de cada vez mayor complejidad.