
El pan dulce es un alimento profundamente arraigado en la cultura mexicana. Forma parte de desayunos, meriendas y celebraciones; es común verlo en la mesa acompañado de una taza de café, leche o chocolate caliente.
Su variedad de formas, colores y sabores lo ha convertido en un símbolo de tradición y un placer cotidiano para muchas familias.
Sin embargo, aunque su presencia en los hogares mexicanos es casi inevitable, pocas veces nos detenemos a pensar en lo que realmente estamos consumiendo.
Todo sobre el pan dulce

El Gobierno de México detalla que el pan dulce, aunque es un alimento popular y sabroso, no es una opción nutritiva debido a su alto contenido de azúcares y grasas.
Este tipo de pan está elaborado principalmente con harina refinada, azúcar y grasas, lo que lo convierte en una fuente de calorías vacías. Además, carece de nutrientes esenciales como vitaminas, minerales y fibra.
El consumo frecuente de pan dulce puede contribuir al aumento de peso y al incremento de los niveles de azúcar en la sangre, lo que a largo plazo eleva el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes y problemas cardiovasculares.
Sin embargo, disfrutar de este alimento de manera ocasional no debería representar un problema si se mantiene un balance adecuado en la dieta y se complementa con alimentos más nutritivos.
El papel de los azúcares en el organismo
Según el Gobierno de México, el azúcar desempeña un papel fundamental en el organismo al proporcionar energía a las células. Este nutriente actúa como combustible para el funcionamiento de órganos clave como el cerebro y los músculos. Sin embargo, su consumo debe ser moderado para evitar efectos adversos en la salud.
Existen dos tipos principales de azúcares o hidratos de carbono: los complejos y los simples. Los hidratos de carbono complejos, que se encuentran en alimentos como frijoles, lentejas, cereales integrales y frutas con cáscara, son absorbidos más lentamente por el intestino y contienen fibra, un componente esencial para la salud gastrointestinal. Además, estos carbohidratos aportan vitaminas y proteínas, lo que los convierte en una opción más saludable.
Por otro lado, los hidratos de carbono simples, presentes en alimentos como dulces, jugos, azúcar de mesa, miel y refrescos, son absorbidos rápidamente por el organismo y proporcionan energía de forma inmediata. Aunque pueden ofrecer beneficios como la reducción de la fatiga y la mejora del estado de ánimo, su consumo excesivo está relacionado con un mayor riesgo de obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Grasas: diferencias entre aceites, margarinas y mantecas

En un análisis publicado por UNAM Global, la especialista Valdés Moreno explicó las diferencias entre los tipos de grasas y su impacto en la salud. Los aceites de origen vegetal, como los de soya, maíz y canola, contienen ácidos grasos insaturados que son beneficiosos para el organismo. Sin embargo, su uso debe ser moderado y es preferible no someterlos a altas temperaturas ni reutilizarlos, ya que esto puede alterar sus propiedades benéficas.
El aceite de oliva, por ejemplo, es una opción saludable cuando se consume a temperatura ambiente, como en aderezos para ensaladas. Aunque también puede usarse para cocinar, es importante evitar temperaturas excesivas para preservar sus beneficios.
En el caso de las margarinas, estas se obtienen mediante un proceso químico llamado hidrogenación, que modifica los ácidos grasos insaturados y los convierte en sólidos a temperatura ambiente. Este cambio reduce sus propiedades saludables y puede aumentar el contenido de grasas trans, que están asociadas con efectos perjudiciales para la salud cardiovascular.
Por último, las mantecas y mantequillas, que tienen un origen animal, contienen principalmente grasas saturadas. Según UNAM Global, el consumo excesivo de estas grasas está relacionado con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.