
Un hecho inédito ocurrió el pasado viernes en la Feria del Caballo en Texcoco cuando se presenció todo un caos durante la presentación musical del cantante Luis R. Conriquez, quien decidió modificar su repertorio musical y no interpretar corridos en el palenque.
Esto ocasionó la molestia de todos los asistentes, quienes le reclamaron al artista, a quien le lanzaron vasos de plástico, objetos y le gritaron, lo que ocasionó que tuviera que suspender su actuación y se retiró bañado de cerveza, entre empujones.
La gente decidió romper los instrumentos musicales, mientras que él en redes sociales expresó que decidió omitir dichas canciones para evitar que contraste con la estrategia gubernamental con el que se busca alejar a los jóvenes y público en general de adicciones, así como de temas que hagan apología del crimen.
¿Por estas razones la gente quiere escuchar corridos?
La reacción violenta en el palenque de Texcoco refleja una combinación de factores culturales, sociales y psicológicos que explican por qué algunos sienten una fuerte necesidad de escuchar corridos, incluso al punto de reaccionar agresivamente si no se les complace. Aquí un análisis que buscó Infobae México a través de la inteligencia artificial.

- Identidad cultural y pertenencia. Los corridos, especialmente los narcocorridos, son más que música para muchos; son una expresión de identidad, arraigo y narrativa popular. En regiones donde el crimen organizado ha permeado la cultura, estas canciones cuentan historias que resuenan con las experiencias, aspiraciones o realidades de la audiencia, aunque sean idealizadas. Para los asistentes, exigir corridos puede ser una forma de reafirmar su conexión con esa identidad, y la decisión de Luis R. Conriquez de no cantarlos pudo percibirse como una traición a esas expectativas.
- Catarsis emocional. Los corridos, con su tono crudo y directo, ofrecen una vía para liberar tensiones. Hablan de poder, resistencia y desafío, lo que puede ser especialmente atractivo en contextos de desigualdad o marginación. Al negarse a cantar corridos, el cantante frustró esa catarsis, lo que pudo generar una sensación de “engaño” en un público que pagó esperando esa experiencia emocional.
- Polarización por políticas gubernamentales. La estrategia gubernamental de desincentivar los corridos por considerarlos apología del crimen ha generado controversia. Para algunos, estas canciones no glorifican la violencia, sino que narran una realidad. La decisión de Conriquez, probablemente influenciada por estas políticas, pudo interpretarse como una sumisión a la autoridad, lo que encendió aún más los ánimos de un público que ve en los corridos una forma de resistencia cultural.
- Dinámica de masas y alcohol. En eventos como palenques, donde el consumo de alcohol es común, las emociones se amplifican. La frustración colectiva, alimentada por el ambiente festivo y la expectativa incumplida, derivó en una reacción desproporcionada: lanzar objetos, destruir instrumentos y agredir al cantante. Esto no justifica la violencia, pero explica cómo una chispa (la negativa a cantar corridos) pudo desatar el caos.
- Expectativas del artista y el género: Luis R. Conriquez es conocido por sus corridos bélicos, un subgénero que exalta figuras del crimen organizado. Los asistentes probablemente fueron al concierto esperando escuchar ese repertorio específico. Al cambiarlo por canciones románticas, rompió con las expectativas, lo que generó una percepción de que no estaba cumpliendo con su “promesa” como artista.

La necesidad de escuchar corridos no es solo gusto musical, sino una expresión de identidad, rebeldía y conexión emocional con historias que resuenan en ciertos sectores.
Esta violencia en Texcoco refleja una frustración acumulada por expectativas no cumplidas, tensiones culturales y el impacto de políticas que buscan regular la narrativa musical. Aunque la reacción fue excesiva, evidencia cómo la música puede ser un reflejo profundo de dinámicas sociales complejas.
