
Elegir el mejor platillo mexicano es un desafío, ya que la cocina mexicana cuenta con una variedad rica y diversa de sabores, texturas e ingredientes. Sin embargo, uno de los platillos que más destaca por su reconocimiento a nivel mundial es el mole. Esta preparación ha conquistado paladares tanto dentro como fuera de México y es considerado por muchos como el máximo representante de la gastronomía mexicana.
Historia y Origen del mole
El mole tiene sus raíces en la época prehispánica, cuando se utilizaban ingredientes como chiles, semillas y hierbas para preparar salsas complejas y aromáticas. Con la llegada de los colonizadores, estos ingredientes se fusionaron con especias y técnicas europeas, dando lugar a las versiones modernas que conocemos hoy. Una de las variedades más emblemáticas es el mole poblano, originario de Puebla, aunque existen diversas interpretaciones regionales en Oaxaca, Veracruz y Guerrero, entre otros estados.
El nombre “mole” proviene del náhuatl “molli”, que significa salsa o mezcla. Tradicionalmente, se preparaba como parte de ceremonias religiosas y ocasiones especiales, lo que refuerza su importancia cultural dentro de la gastronomía mexicana.
Preparación y Variedades

El mole es una mezcla compleja que puede llevar entre 20 y 30 ingredientes, dependiendo de la región y la receta. Entre los elementos más comunes se encuentran chiles secos (como pasilla, ancho y mulato), frutos secos (almendras o nueces), semillas (ajonjolí), especias (clavo, canela, comino), chocolate amargo, pan o tortillas, y caldo.
Su preparación requiere tiempo y paciencia, ya que los ingredientes deben ser asados, molidos y cocinados lentamente para lograr una textura homogénea y un sabor equilibrado. El resultado es una salsa espesa y de sabor intenso, que combina notas dulces, saladas y especiadas.
Entre las variedades más populares del mole se encuentran:
- Mole poblano: De color oscuro y sabor balanceado entre dulce y picante, servido tradicionalmente con pollo o guajolote.
- Mole negro oaxaqueño: Una versión más compleja y aromática, característica de Oaxaca, que incluye chocolate, plátano macho y una mayor variedad de chiles.
- Mole amarillo: Otra receta oaxaqueña, pero con ingredientes como jitomate y hierbas frescas que dan un sabor más ligero y menos dulce.
- Mole verde: Elaborado con tomatillo, chile serrano, epazote y pepitas de calabaza, común en Guerrero.
- Mole rojo: Similar al poblano pero con sabores más concentrados y picantes, popular en varios estados.
Reconocimiento Internacional

El mole ha logrado fama mundial por su complejidad y riqueza sensorial, siendo presentado en festivales gastronómicos internacionales y restaurantes de alta cocina. Chefs reconocidos lo incluyen en sus menús como una joya de la cultura culinaria mexicana. Además, es un platillo que refleja la historia de México, ya que su preparación representa la mezcla de tradiciones indígenas y europeas que conforman la identidad del país.
En 2010, la cocina mexicana fue reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, y el mole es uno de los platillos que simboliza esta tradición. Es común verlo en celebraciones importantes como bodas, cumpleaños y fiestas patrias, consolidando su lugar como un elemento central de la cultura mexicana.
¿Por qué es el mejor?
El mole no solo es delicioso, sino que también encapsula las raíces y tradiciones de México en cada bocado. Su preparación artesanal, la unión de sabores contrastantes y su carácter festivo lo convierten en un platillo único en el mundo. Si bien otros platillos como los tacos, tamales o pozole también son altamente representativos, el mole destaca por su simbolismo cultural y su capacidad de asombrar tanto a mexicanos como a extranjeros.
Por estas razones, el mole puede considerarse el mejor platillo mexicano, un verdadero emblema de la riqueza gastronómica y cultural del país.