Hubo una época en la que el reggaetón no llenaba estadios como lo hace ahora. Por mucho tiempo, el género urbano se vio limitado a pequeños clubes (muchos de ellos clandestinos), convirtiéndolo en algo prácticamente prohibido, lo que, con los años, terminó por hacerlo sumamente deseado.
En esta época que el reggaetón era perseguido y estigmatizado por su letras explícitas, las canciones de Don Omar sonaban en todas las radios, discman y celulares que comenzaban a tener integrados MP3. Si hubiera sido cualquier otro artista, de cualquier otro género, muy probablemente el puertorriqueño hubiera llenado muchos recintos de México, lamentablemente, el tiempo no se lo permitió.
Paralelamente, el artista vivió varios problemas personales que entorpecieron su carrera, haciendo que no pudiera aprovechar como otros el boom que el género alcanzó en los últimos cinco años.
A pesar de todo, Don Omar ha logrado sobreponerse a la censura, a las disqueras abusivas, a los problemas con colegas en la industria y más recientemente, a un cáncer de riñón que puso en riesgo su vida, y ahora, frente al público mexicano, se ha visto completamente renovado.
Después de varios conciertos exitosos en ciudades como Mérida, Cancún, Puebla, Villahermosa y Veracruz, finalmente llegó el esperado show en el centro del país, dos noches que los fans de Don Omar, seguramente no van a olvidar.
No es ningún secreto que a muchos les generó duda el venue escogido para el evento: la explanada del Estadio Banorte (antes Estadio Azteca). Funticket fue la encargada de traer a Don Omar al país, por lo que escenarios que tienen convenio con OCESA como el Estadio GNP o el Palacio de los Deportes no estaban disponibles. A esto se le suma que la explanada ya había generado polémica entre los asistentes por la complicada logística en eventos previos como el de Travis Scott y Bring Me The Horizon.
Como cereza del pastel, el sur de la ciudad se convierte en un completo caos vial los viernes desde que comienza a atardecer, algo que hasta Don Omar resintió, llegando a la conferencia de prensa media hora tarde.
“Me disculpan pero el tráfico del DF... ¡Wow!”, dijo el músico apenas habiéndose sentado para responder las preguntas de los medios de comunicación, causando varias risas de los presentes.
No fueron más de 10 minutos los que Don Omar se tomó para responder preguntas. Entre lo más destacado, aseguró que su perspectiva de la vida había cambiado mucho después de vencer al cáncer.
“Cuando eres sobreviviente de cáncer, todo cambia. Una de esas cosas que hace levantarme todos los días es eso, es haber sobrevivido a algo de lo que muere mucha gente”, dijo a los periodistas ahí reunidos.
También insinuó que ya estaba planeando trabajar en nuevo material con artistas mexicanos, pero no quiso revelar demasiados detalles.
Tras el encuentro con los medios, Don Omar hizo esperar a todos los asistentes al show una hora más para salir al escenario, pero lo cierto es que la demora valió la pena.
Entre fuego y bailarines, del centro del escenario surgió un enorme cráneo que al darse vuelta mostraba a Don Omar sentado en su trono, generando la euforia de 35 mil espectadores cada una de las noches.
“Dale Don Dale” fue el primer tema que hizo retumbar las bocinas del escenario. La producción era muy diferente a lo que muchos esperaban; a pesar de las críticas del recinto, definitivamente estuvo a la altura de un artista de talla internacional con más de 20 años de carrera como Don Omar.
Fueron casi 40 canciones las que el originario de San Juan, Puerto Rico, repasó durante sus dos shows en Ciudad de México. Para hacer más dinámico el evento, decidió recortar algunas piezas para brindarle a sus asistentes la mayor cantidad de éxitos posibles.
El músico dividió el show en cuatro sets, cambiando de visuales, de luces y de conjuntos, desarrollando una interesante narrativa a lo largo del concierto.
“Dile”, “Ella y yo”, “Diva Virtual”, “Salió el sol” y “Pobre Diabla” son temas que se convirtieron en himnos atemporales que lograron traspasar la barrera del género y el tiempo. Por supuesto, estas no podían faltar en el setlist, y mientras muchos bailaban eufóricos, otros tantos soltaron varias lágrimas por los recuerdos que estas canciones evocaban en ellos.
Tras casi dos horas de presentación, Don Omar se despidió con una canción que, más allá de ser uno de sus temas más populares, es una especie de declaración, de protesta ante una vida llena de adversidades a las que logró superar.
“Aunque digan que soy, un bandolero donde voy, le doy gracias a Dios por hoy estar donde estoy”, cantó un emotivo William Omar Landrón Rivera mientras los fuegos artificiales pintaban el cielo nocturno de la Ciudad de México.
