
Hace unos días, en medio de una visita organizada por autoridades federales y estatales al Rancho Izaguirre, predio señalado como presunto centro de exterminio y adiestramiento del crimen organizado en Teuchitlán, Jalisco, colectivos de búsqueda recorrieron las instalaciones en busca de indicios relacionados con personas desaparecidas.
Durante la jornada, familiares denunciaron omisiones en los trabajos de excavación y falta de acceso a zonas clave del inmueble. En una de las imágenes más virales, una madre buscadora, entre lágrimas, golpeó el suelo de una habitación donde antes se habían encontrado cientos de prendas y calzado, exigiendo que se excavara el área. “Mira, ven, tócale aquí, mira cómo suena, está hueco”, repetía, mientras otra mujer pedía una pala para verificar lo que consideraban un un indicio que las autoridades ni habían intentado identificar.
Las familias también acusaron a las autoridades de haber “limpiado” el lugar antes de la visita. “Lo pintaron, lo barrieron, lo arreglaron todo. Es un circo, una burla para nuestro dolor”, denunció Patricia Sotelo, madre de Fanny Areli, desaparecida hace cuatro años. Además, se impidió que los colectivos hicieran su propia revisión, limitando su movimiento en el terreno a un recorrido de sólo 20 minutos, en medio de la presencia de la prensa nacional e internacional.
Una escena del crimen “ilegible”

La criminóloga Yuriria Rodríguez Castro ha calificado la investigación en el Rancho Izaguirre como la “vergüenza criminológica más grande en la historia de México”, superando incluso los casos de Ayotzinapa y San Fernando.
A través de su columna en Opinión 51 y en entrevistas con medios como MVS y Radio Fórmula, denunció la falta de metodología forense, la contaminación de la escena del crimen y la ausencia de una narrativa clara sobre los hechos ocurridos en el lugar.
Rodríguez Castro explicó que fue de las primeras personas al llegar al Rancho Izaguirre el pasado jueves, y que lo primero que observó fueron zopilotes revoloteando sobre la zona, un indicio claro de la presencia de restos humanos en avanzado estado de descomposición. Sin embargo, denunció que no se han realizado exhumaciones adecuadas y que la delimitación de la escena se hizo con simples banderas sin una planimetría adecuada.
“La escena del crimen en México se le llama ‘escena de la intervención’, pero aquí estaba demasiado intervenida, ya había pasado demasiado tiempo, y no había interés por preservarla”, declaró en MVS.

Señaló que la ausencia de un protocolo adecuado y el manejo deficiente de la escena han hecho imposible reconstruir los hechos. “El Rancho Izaguirre es un cascarón vacío, un entarimado escénico sin acción ni objetos. Ni siquiera es un guión poco creíble”, afirmó en su columna.
La criminóloga resaltó que el Rancho Izaguirre no es solo una fosa común, sino un complejo con distintas escenas del crimen superpuestas, entre ellas: un crematorio de exterminio, un centro de reclutamiento y entrenamiento de criminales; un espacio de adoración a la Santa Muerte; un laboratorio con productos químicos corrosivos, posiblemente usados para disolver cuerpos o fabricar drogas.
“El Rancho Izaguirre es visto como un centro de atractivo que frivoliza la violencia de una organización criminal, pero tal vez ni siquiera sea la escena del crimen principal”, advirtió. Mencionó que hay otras rancherías inexploradas, como La Vega o El Carmen, que podrían estar conectadas con este caso.

Rodríguez Castro también criticó la falta de marcadores numéricos, un elemento clave para ordenar cronológicamente los hallazgos en una investigación forense. En contraste, casos como el de San Fernando y Ayotzinapa, aunque también plagados de irregularidades, sí permitieron reconstruir eventos en una línea temporal.
“En San Fernando, la colocación de los restos humanos indicaba que ahí mismo fueron asesinados. En Ayotzinapa, las escenas de los hechos se localizaron en distintos puntos, pero se pudo explicar una secuencia hasta la escena central del hallazgo. En Rancho Izaguirre eso es imposible porque la escena es completamente ilegible”, explicó.
Evidencias destruidas y ocultamiento de información
Otra de las denuncias de Rodríguez Castro fue la aparente intención de alterar o destruir pruebas. Explicó que la contaminación de la escena y la falta de interés en preservar evidencias hacen que muchos elementos ya no puedan ser utilizados como pruebas.
“Las pruebas ya están contaminadas, aunque las tuviésemos, no van a tener un carácter probatorio porque se desaprovechó la oportunidad de registrarlas en su momento”, advirtió. También mencionó que las autoridades limpiaron a fondo zonas clave, como el área de entrenamiento con restos de pintura de gotcha, eliminando cualquier posibilidad de análisis científico.

Para la criminóloga, este caso representa el mayor fracaso en la historia de la investigación criminológica en México. “Ni siquiera se compara con San Fernando o Ayotzinapa. Ahí al menos teníamos una narrativa de hechos, aunque fuera debatida. Aquí nunca la tendremos porque no estamos listos para una escena que nos rebasa por completo”, sentenció.
Rodríguez Castro enfatizó que se ha desperdiciado una oportunidad clave para entender el funcionamiento del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y recuperar a las víctimas en términos de pruebas. “Estoy segura de que por eso nos mostraron solo ceniza, porque hay cuerpos y no los quieren excavar”, declaró.
Ante este panorama, la experta hizo un llamado a generar un protocolo específico para el manejo de escenas del crimen de gran escala y con múltiples elementos, como el Rancho Izaguirre. “Necesitamos un protocolo de atención a este tipo de escenas. Son escenarios de exterminio que se volverán cada vez más comunes en México”, concluyó.