
María Esperanza Martínez Romero ha dedicado su vida a la investigación científica, forjando una carrera que la llevó a ser una figura clave en el estudio de la biología molecular. Desde su formación académica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde obtuvo su Licenciatura, Maestría y Doctorado en Investigación Biomédica Básica, se destacó por su pasión por la ciencia y su visión innovadora.
Su carrera la llevó a cruzar fronteras, realizando estancias postdoctorales en Francia y colaboraciones en países como Suecia, Alemania, Brasil, Perú, y Estados Unidos, lo que le permitió enriquecer su perspectiva global y consolidarse como una de las investigadoras más relevantes de su campo.
En 2019, recibió el Premio Nacional de Ciencias, un galardón que resalta su contribución al conocimiento y la innovación en México. Un año después fue distinguida con el Premio UNESCO L’Oréal para Mujeres en la Ciencia, en reconocimiento a su labor en el desarrollo de métodos sustentables para mejorar el rendimiento de los cultivos sin depender de fertilizantes químicos, apostando por bacterias benéficas para el ambiente.
El 13 de marzo, fue designada como la nueva directora del Centro de Ciencias Genómicas (CCG) de la UNAM, en Cuernavaca, un cargo que ocupará de 2025 a 2029. Este nombramiento no sólo refleja su capacidad profesional, sino también el respeto que ha ganado a lo largo de los años entre sus colegas y la comunidad estudiantil.

Microbios y nitrógeno, la visión de una científica pionera
María Esperanza creció con una curiosidad innata por la ciencia. Desde temprana edad, se sintió fascinada por el cerebro humano y soñaba con dedicarse a la neurociencia. Sin embargo, su sensibilidad la llevó a tomar un rumbo diferente cuando descubrió que el estudio del cerebro requería experimentar con animales.
“Yo quería entender nuestro cerebro. Recorrí muchos laboratorios en neurociencias. En todos lados para trabajar el cerebro, hay que trabajar con algún animalito, pero yo nunca pude hacer eso. Entonces dije: si no puedo hacer biología animal, haré biología vegetal”, recordó en una entrevista con Noticias ONU. Fue así como encontró su verdadera vocación en el mundo de la microbiología y la biología vegetal.
Con una formación sólida en la UNAM, donde obtuvo la Licenciatura, Maestría y Doctorado en Investigación Biomédica Básica, Martínez Romero se sumergió en el estudio de las interacciones entre bacterias y plantas. En 1991, su esfuerzo dio frutos con un hallazgo crucial, descubrió que la cepa Rhizobium tropici podía aportar altos niveles de nitrógeno a las legumbres incluso en condiciones extremas, como suelos ácidos, con altos contenidos de metales o sometidos a altas temperaturas.
Este descubrimiento cimentó su prestigio en la comunidad científica y marcó el inicio de su compromiso con la sostenibilidad agrícola. “La fijación de nitrógeno es clave para el desarrollo de una agricultura sostenible, beneficiando a las y los agricultores de México y de todo el mundo”, aseguró.
Con una mente inquieta y visionaria, amplió sus investigaciones más allá de las plantas. En 2023, sorprendió con una nueva línea de estudio, la fijación de nitrógeno en animales. “Recientemente he estado investigando la fijación de nitrógeno en animales. Por ejemplo, las termitas fijan nitrógeno con bacterias que se albergan en su intestino y así compensan, ya que su dieta es muy pobre. Pensamos que si exploramos esto, tal vez no puede ser tan lejano que pudiéramos prescindir de tanta proteína animal y podríamos fijar nitrógeno. Esa es nuestra ilusión a largo plazo, vamos a tratar de entender la fijación del nitrógeno en humanos”, explicó.
Paralelamente, su compromiso con la difusión del conocimiento la llevó a publicar un manual sobre biofertilización para agricultores, impartir conferencias y talleres, y encabezar programas de reforestación con leguminosas fijadoras de nitrógeno.

Un legado científico que inspira
La trayectoria de María Esperanza Martínez Romero no solo ha estado marcada por sus contribuciones a la microbiología, sino también por su compromiso con la formación de nuevas generaciones de científicos.
Durante seis años, coordinó la Licenciatura en Ciencias Genómicas, dejando una huella indeleble en el desarrollo académico de jóvenes investigadores. Su liderazgo trascendió las aulas al convertirse en presidenta del Comité Internacional sobre Taxonomía de Rhizobium y formar parte del Comité Directivo de la Sociedad Internacional de Ecología Microbiana (ISME). Además, es una pieza clave en la organización de congresos internacionales, consolidando su impacto en la comunidad científica.
Su excelencia ha sido reconocida con múltiples distinciones a lo largo de su carrera. Entre ellas, el Premio Universitario Nacional para Jóvenes Académicos (1996), el Premio de Ciencias Naturales de la Academia Mexicana de Ciencias (1997), el Premio Universidad Nacional por Investigación en Ciencias Naturales (2005) y el Premio Agrobio (2011). También recibió el reconocimiento Juana Ramírez de Asbaje de la UNAM en 2005 y el prestigioso Premio Nacional de Ciencias. En 2021, su legado se vio nuevamente honrado con la Medalla al Mérito en Ciencias Ingeniero Mario Molina. Su impacto en la ciencia ha sido tal que en 2019 fue destacada como una de las científicas más citadas de México.
Martínez Romero es una ferviente defensora de la equidad de género en la ciencia. “Las mujeres en la ciencia son muy dedicadas, intuitivas y muy brillantes. Siempre que formo parte de una junta directiva, intentamos que haya un equilibrio de género entre los ponentes”, ha expresado. Asimismo, anima a las jóvenes a seguir el camino de la investigación, enfatizando que “en el laboratorio, no hay ninguna diferencia entre mujeres y hombres científicos”, como declaró en 2023.
Hoy, tras décadas de dedicación, María Esperanza Martínez Romero sigue explorando nuevas fronteras del conocimiento, inspirando con su pasión, liderazgo y compromiso con la ciencia.