
Gerardo Ortiz, originario de Pasadena, California, y con raíces mexicanas, es uno de los exponentes más conocidos del género de corridos en la música regional mexicana. Con una trayectoria que incluye éxitos como “Dámaso” y “Fuiste mía”, ha sido aplaudido por su capacidad de narrar historias populares, pero también ha estado envuelto en diversas polémicas que han puesto en duda su reputación.
Además de su prolífica producción musical, el cantante ha sido objeto de controversia debido a su relación con el mundo del narcotráfico. Recientemente, en una entrevista, el cantante admitió haber ofrecido conciertos privados para ciertos narcotraficantes mexicanos, lo que generó un fuerte debate en torno a su figura pública.
Estas declaraciones revivieron críticas hacia los narcocorridos, un subgénero que retrata la vida de figuras del crimen organizado y que ha levantado preocupaciones sobre la promoción de mensajes glorificadores de la violencia.

¿Quién es Gerardo Ortiz, el cantante confesó presentarse ante narcos?
Ortiz también se encuentra en medio de un caso legal que lo conecta indirectamente con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una de las organizaciones criminales más poderosas en México. De acuerdo con información de las autoridades, el cantante confesó haber violado la Ley Kingpin, una normativa estadounidense que sanciona el financiamiento, apoyo o colaboración con actividades de narcotráfico.
Tras aceptar su culpa, Ortiz se convirtió en testigo cooperante en investigaciones relacionadas con el CJNG, un hecho que ha complicado aún más su carrera y su imagen pública.
Por si fuera poco, su vida personal también ha sido marcada por tragedias relacionadas con el crimen organizado. En diciembre de 2024, su exmánager fue asesinado en un exclusivo centro comercial de la Ciudad de México, en un hecho atribuido a un ajuste de cuentas. Este acontecimiento dejó ver cómo el entorno de Ortiz ha estado constantemente salpicado por la violencia y las amenazas típicas del narcotráfico.
La conexión entre la música regional y el narcotráfico no es nueva, pero casos como el de Gerardo Ortiz replantean el papel de los artistas en la normalización de estos temas. Si bien Ortiz continúa teniendo seguidores y produciendo música, sus problemas legales y la sombra de sus vínculos con el crimen organizado han disminuido la confianza en su figura, especialmente a nivel internacional.

Su caso es un recordatorio de cómo las fronteras entre la cultura popular y las actividades ilícitas pueden desdibujarse, generando grietas no solo en la industria del entretenimiento, sino también en la percepción pública sobre ciertos artistas.