
El 20 de marzo se conmemora el Día Mundial sin Carne, una iniciativa que busca generar conciencia sobre las implicaciones éticas, ambientales y de salud relacionadas con el consumo de productos cárnicos. Esta fecha, que tuvo su origen en 1985 con el movimiento Great American Meatout, ha ganado relevancia a nivel global como una oportunidad para promover alternativas alimenticias libres de productos de origen animal.
El Día Mundial sin Carne fue impulsado originalmente por el Movimiento por los Derechos de los Animales de Granja (FARM, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro fundada en 1976 en Estados Unidos. FARM, que también lidera campañas como el Día de la Tierra Vegano y el Día Mundial de los Animales de Granja, busca fomentar el veganismo y la sostenibilidad.
Según explicó Beatriz Robles Martínez, profesora de nutrición humana y dietética, esta iniciativa surgió como respuesta a la resolución del Senado estadounidense que declaraba la última semana de enero como la National Meat Week. Inspirado en el Great American Smokeout, un movimiento antitabaco. Así, el Great American Meatout se convirtió en el precursor del actual Día Mundial sin Carne.
Aunque la forma en que se celebra puede variar, el objetivo común es inspirar a más personas a reducir el consumo de carne y explorar opciones más saludables y sostenibles. Por ejemplo, durante la jornada, muchos restaurantes y cafeterías ofrecen menús especiales sin carne, animando a sus clientes a probar opciones basadas en plantas, como hamburguesas vegetales o platos a base de tofu y quinoa; en redes sociales, se utilizan hashtags como #DíaMundialSinCarne para compartir recetas, consejos y promover la concienciación sobre los beneficios de una dieta sin carne; y también se organizan desafíos en los que las personas se comprometen a no consumir carne durante el día o la semana, explorando así las opciones sin carne y experimentando sus beneficios.
Cómo afecta al medio ambiente el consumo de carne

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción de carne requiere entre cinco mil y veinte mil litros de agua por cada kilogramo producido, en contraste con la industria agrícola, que requiere mucho menos. Además, de acuerdo con datos proporcionados por Greenpeace, la industria ganadera es responsable del 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
En este contexto, Guillermo Nicolás Murray Tortarolo, investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad, destacó que sustituir parcialmente el consumo de carne de res por pollo puede reducir de manera significativa la huella de carbono individual.
En México, el impacto de la industria cárnica es evidente. Según la revista Forbes, Francisco Jaraleño, presidente del Consejo Mexicano de la Carne (CoMeCarne), informó que el consumo per cápita de carne en el país alcanzó los 82,7 kilogramos en 2024, incluyendo carne de res, cerdo, pollo, borrego y chivo. Además, se estima que de los 35 millones de vacas en México, solo un millón y medio son lecheras, mientras que la mayoría están destinadas a la producción de carne.
“Es terrible decirlo, pero la realidad es que cualquier alimento es mejor para el medioambiente que comer vaca, cualquiera”, aseguró Murray.
Cuáles son los beneficios de comer menos carne

Diversas organizaciones han establecido pautas para un consumo responsable de carne, no sólo en favor del bienestar animal, si no también de la salud humana. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) recomienda no exceder los 300 gramos de carne a la semana, reduciendo este límite a 200 gramos si se trata de carne roja. Por su parte, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición sugiere consumir entre dos y cuatro raciones semanales de carne, priorizando carnes blancas como pollo o conejo y limitando la carne roja a un máximo de dos raciones.
Los beneficios de reducir el consumo de carne son amplios, especialmente en términos de salud, pues, según la Mayo Clinic, las personas que consumen carne roja tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y diabetes.
Respecto a ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que las carnes procesadas y las carnes rojas aumentan el riesgo de cáncer colorrectal, aunque las segundas en menor medida. Por otro lado, la especialista Almudena Almeida Núñez explicó que las proteínas animales, al ser digeridas, pueden favorecer la inflamación gástrica y aumentar el riesgo de gastritis.
De igual manera, un estudio publicado en 2014 por la revista académica Diabetología encontró que una mayor ingesta de carne procesada y carne roja incrementa el riesgo de padecer diabetes tipo 2, mientras que las dietas ricas en vegetales pueden incluso tener un efecto protector.
Actualmente, las personas eligen comer menos carne por una amplia variedad de motivos; algunos lo hacen por razones de salud, buscando reducir los riesgos que trae consigo el consumo excesivo de carnes rojas y procesadas; otros lo hacen por razones éticas, preocupados por el trato a los animales; mientras que algunos se sienten motivados por creencias religiosas o culturales que promueven una alimentación basada en plantas. Aún así, para muchos otros puede ser difícil adoptar una dieta vegetariana o “flexitariana”, definida por Mayo Clinic como una alimentación compuesta principalmente alimentos de origen vegetal que ocasionalmente integra carne, aves y pescado.
Cuando esto sucede, Mayo Clinic sugiere elegir cortes magros y controlar las porciones con una estrategia que consiste en dividir el plato de manera equilibrada: un cuarto para proteínas, la mitad para frutas y verduras, y el resto para granos integrales.