
El glaucoma, una enfermedad ocular que afecta al nervio óptico, representa una de las principales causas de ceguera irreversible en el mundo. Esta condición puede desarrollarse de manera silenciosa, sin síntomas evidentes en sus primeras etapas, lo que dificulta su detección temprana.
Sin embargo, existen señales de alerta que podrían indicar su presencia y que, de ser identificadas a tiempo, permitirían prevenir daños permanentes en la visión. El glaucoma se caracteriza por el daño progresivo al nervio óptico, el cual es responsable de transmitir las señales visuales desde el ojo hasta el cerebro. Este deterioro suele estar relacionado con un aumento en la presión intraocular, aunque no siempre es el único factor.
El tipo más común de esta enfermedad es el glaucoma de ángulo abierto, que avanza lentamente hasta que la pérdida de visión ya es significativa. Por ello, es crucial conocer las señales de advertencia y tomar medidas preventivas.

Cinco señales de alerta que no deben ignorarse
La primera señal es la pérdida gradual de la visión periférica, también conocida como visión lateral. Este síntoma es característico del glaucoma de ángulo abierto y puede pasar desapercibido durante mucho tiempo, ya que afecta de manera lenta y progresiva los bordes del campo visual.
Otro indicio importante es la visión borrosa o nublada, especialmente en condiciones de poca luz. Este fenómeno puede ser un reflejo del impacto que la presión intraocular ejerce sobre la claridad de la visión.
Además, algunas personas con glaucoma reportan la aparición de halos alrededor de las luces, particularmente durante la noche. Este efecto visual ocurre debido a la distorsión provocada por el aumento de la presión ocular.
El dolor ocular intenso, acompañado de náuseas y vómitos, es una señal menos común pero más grave. Este síntoma puede estar relacionado con el glaucoma de ángulo cerrado, una forma aguda de la enfermedad que requiere atención médica inmediata.

Prevención y cuidado: claves para proteger la salud ocular
Aunque el glaucoma no siempre puede prevenirse, existen estrategias que ayudan a reducir el riesgo de desarrollar esta enfermedad o a minimizar su impacto. Una de las medidas más efectivas es realizar exámenes oculares regulares, especialmente para personas mayores de 40 años o aquellas con antecedentes familiares de glaucoma. Estas revisiones permiten monitorear la presión intraocular y detectar problemas en etapas tempranas.
El control de la presión ocular es otro aspecto crucial. En caso de que se detecte presión elevada, el tratamiento con medicamentos o procedimientos quirúrgicos puede prevenir el daño al nervio óptico. Además, mantener un estilo de vida saludable también contribuye al cuidado de la visión. Esto incluye llevar una dieta equilibrada, evitar el consumo excesivo de alcohol y mantener un peso adecuado.