El otro 8M: mujeres que no marchan, pero también luchan

El Día Internacional de la Mujer es una fecha crucial para visibilizar la lucha feminista, pero no todas las pueden unirse a las marchas debido a las barreras sociales, económicas y de movilidad

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El Día Internacional de la
El Día Internacional de la Mujer es una fecha crucial para visibilizar la lucha feminista, pero no todas las pueden unirse a las marchas debido a las barreras sociales, económicas y de movilidad

El Día Internacional de la Mujer, conocido mundialmente como 8M, es una fecha clave para la visibilidad de las luchas feministas en todo el mundo. Miles de mujeres se congregan en las calles para exigir justicia, equidad y el reconocimiento de sus derechos.

Sin embargo, existe un grupo de mujeres cuya lucha no se manifiesta a través de marchas, pancartas o consignas en las avenidas. Para ellas, el activismo no se mide en la cantidad de pasos dados sobre el asfalto, sino en las adversidades que enfrentan día a día desde un lugar de invisibilidad estructural.

En sociedades como la mexicana, muchas mujeres se ven atrapadas en un ciclo donde la lucha por la supervivencia cotidiana se antepone a cualquier tipo de manifestación pública. Estas mujeres, que a menudo se encuentran en condiciones de vulnerabilidad, marginación y discriminación, no pueden permitirse el lujo de tomar las calles, pues sus vidas están marcadas por una intensa falta de tiempo, recursos y movilidad.

En lugar de marchar, deben cargar con los cuidados familiares no remunerados, empleos precarios que exigen su presencia constante fuera de casa, y una multiplicidad de responsabilidades que, a menudo, no son reconocidas por la sociedad.

El 8M es una fecha
El 8M es una fecha de visibilidad para las luchas feministas, pero también existen mujeres que, sin marchar, luchan contra la desigualdad desde la invisibilidad estructural, enfrentando adversidades cotidianas y trabajando por un mundo más justo en sus propios espacios.

María Elena Esparza Guevara, presidenta de Ola Violeta, una organización que defiende los derechos de las mujeres, destaca que en lugar de ser guiadas por su agencia y autonomía corporal, las mujeres en estos contextos luchan simplemente por sobrevivir.

“En sociedades como la mexicana, las mujeres no solo enfrentan las desigualdades estructurales, sino que deben navegar por una realidad de vulnerabilidad y discriminación”, afirmó Esparza Guevara.

Las barreras invisibles que limitan el activismo

El reporte titulado “Las que no marchan: 8M, el privilegio del activismo”, elaborado por Ola Violeta, expone que las barreras para la participación activa en el 8M van más allá de la falta de interés o de compromiso.

La pobreza de tiempo es una de las principales restricciones. Muchas mujeres, especialmente las que habitan en zonas periféricas o rurales, enfrentan jornadas laborales extenuantes que les impiden acudir a las manifestaciones.

Para algunas, incluso los recursos económicos limitados son un obstáculo insalvable para participar en el activismo, ya que deben destinar su tiempo a labores que no son remuneradas pero que son esenciales para el bienestar de sus familias.

Las barreras de movilidad son otra de las principales causas. En una sociedad donde los desplazamientos largos y costosos son una realidad para muchas mujeres, la falta de acceso a transporte seguro y económico se convierte en una barrera física y simbólica que las aleja de las protestas.

El 8M es una fecha
El 8M es una fecha de visibilidad para las luchas feministas, pero también existen mujeres que, sin marchar, luchan contra la desigualdad desde la invisibilidad estructural, enfrentando adversidades cotidianas y trabajando por un mundo más justo en sus propios espacios.

Además, vivir con alguna discapacidad, como también se menciona en el reporte, agrava esta situación, limitando aún más las posibilidades de ser parte del movimiento en las calles.

El activismo desde lo invisible: luchas diarias

Aunque no todas las mujeres pueden marchar, eso no significa que no estén luchando. Su activismo se lleva a cabo en los pequeños y grandes gestos cotidianos. Las mujeres que no pueden participar en las marchas también defienden su autonomía, su salud, y el bienestar de sus hijos, a menudo en condiciones de precariedad.

El activismo de estas mujeres no se mide en las multitudes que las acompañan en las calles, sino en las decisiones que toman en su día a día para transformar sus vidas y las de sus familias. La lucha por la equidad en el hogar, la exigencia de mejores condiciones laborales y la reivindicación de sus derechos en un entorno de invisibilidad, también son manifestaciones de resistencia.

Nombrar a las invisibles

Ola Violeta, consciente de la importancia de visibilizar estas luchas, dedica su reporte del Mes de la Mujer a reconocer a estas mujeres invisibilizadas por las estructuras de poder. “Es un derecho ser escuchadas”, enfatizó Esparza Guevara, al señalar que el activismo no es exclusivo de quienes pueden marchar, sino que debe extenderse a todas las formas de resistencia.

Así, el otro 8M no es menos valioso. Las mujeres que no marchan, pero también luchan, son las que sostienen los cimientos de las luchas feministas, aun cuando sus voces no sean escuchadas con la misma fuerza. Este 8M, el activismo es más que una marcha: es un recordatorio de que la lucha feminista es un esfuerzo colectivo que abarca todas las formas de resistencia, visibilizadas o no.