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El incienso, según la Real Academia Española, es una gomorresina que, al arder, desprende un aroma agradable. Extraído de árboles de la familia Burseraceae, como el olíbano y la mirra, ha sido utilizado desde tiempos antiguos en rituales religiosos, ceremonias y prácticas espirituales. Su fragancia simboliza desde la conexión con lo divino hasta la purificación del espacio, convirtiéndose en un elemento esencial en tradiciones de todo el mundo.
Más allá de su significado espiritual, el incienso también es valorado por sus propiedades terapéuticas. Su uso en la aromaterapia y la meditación busca inducir estados de calma y concentración, contribuyendo a la relajación del cuerpo y la mente. En religiones como el cristianismo y el budismo, su humo sigue siendo un vehículo simbólico para elevar oraciones y favorecer la introspección, reforzando su presencia en templos, iglesias y espacios de culto.
Sin embargo, estudios recientes han puesto en duda su inocuidad. Una investigación publicada en el Springer’s Journal Environmental Chemistry Letters reveló que el humo del incienso contiene más agentes citotóxicos y genotóxicos que el del cigarro, además de componentes mutagénicos relacionados con enfermedades crónicas.
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El incienso produce más citotoxicidad y genotoxicidad que el cigarro
En un estudio titulado “Mayor citotoxicidad y genotoxicidad al quemar incienso que al de los cigarrillos”, realizado por la Universidad de Tecnología del Sur de China y publicado en agosto de 2015, un equipo de investigadores dirigido por el académico Rong Zhou, analizó los efectos del humo del incienso en la salud.
Para ello, examinaron dos de las variantes más comunes en la fabricación de estos productos, el incienso con agar y el incienso con sándalo. Los científicos compararon los efectos del humo del incienso con los del tabaco, utilizando pruebas en cepas de salmonella y en células de ovarios de hamsters chinos.
“La materia particulada total y los principales componentes químicos de dos tipos de humo de incienso se caracterizaron utilizando un impactador eléctrico de baja presión y cromatografía de gases acoplada a espectrometría de masas. Su genotoxicidad y citotoxicidad se compararon con el humo del tabaco convencional mediante ensayos in vitro”, explica el estudio.
El estudio reveló que el 99% del humo del incienso está compuesto por partículas finas y ultrafinas, muchas de ellas altamente tóxicas para la salud. Estas partículas, al ser inhaladas, quedan atrapadas en los pulmones y pueden provocar reacciones inflamatorias. Investigaciones previas ya habían relacionado la exposición prolongada al humo del incienso con un mayor riesgo de padecer cáncer de pulmón, leucemia infantil y tumores cerebrales, lo que refuerza la preocupación sobre su impacto en la salud.
Humo ¿sagrado?
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“Las evaluaciones in vitro mostraron que la genotoxicidad de la materia particulada de una muestra de incienso en particular era mayor que la de la muestra de cigarrillo de referencia con la misma dosis”, se lee en abstracto.
Rong Zhou, señaló que es necesario generar mayor conocimiento y regulación sobre los riesgos asociados con el uso del incienso en espacios cerrados. “Esperamos que estos resultados impulsen medidas para evaluar los diferentes tipos de incienso y reducir la exposición a su humo”, afirmó.
Sin embargo, Zhou también advirtió que se requieren más estudios para determinar si todos los tipos de incienso presentan los mismos niveles de toxicidad. Mientras tanto, su uso sigue siendo una tradición arraigada en muchas familias y templos religiosos, especialmente en Asia, donde sus posibles efectos adversos aún son poco conocidos. “Es necesario un mayor conocimiento y regulación de los riesgos de la salud asociados con el uso de incienso en lugares cerrados”, explicó Rong Zhou.