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La escritora zacatecana Amparo Dávila destaca como pionera del cuento fantástico en las letras mexicanas y protagonista de la literatura hispana del siglo XX. Pertenece a lo que algunos han llamado Generación de Medio Siglo, y hoy volvemos a su obra, tan extensa como fascinante, que parece rebasar la realidad sin entregarse del todo a la fantasía.
Amparo Dávila fue una niña solitaria y creció como hija única, pues sus hermanos murieron por diversas causas. Pasó su primera infancia en esos parajes extensos, enigmáticos, de profunda belleza de la tierra zacatecana, que no es desierto, pero sí lo es, que es inmensidad, grandilocuencia espinosa de la piedra rosada, enigma de la forma en el cielo cruel, en la tierra colorada, que ya definiera el gran poeta Ramón López Velarde, también zacatecano.
En esas llanuras de yucas sorprendentes, tierra roja, cielos de belleza magnética, creció la niña Amparo, al amparo de su propia imaginación, desatando una fantasía que más tarde deslumbró a escritores de grandes ligas.
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En su obra se asoman los elementos del pueblo minero Pinos, su tierra natal, que han superado el tiempo: iglesias, jardines, árboles enigmáticos, pinos característicos que se yerguen como guardianes en las calles. Cascos de hacienda, edificios antiguos, fuentes y cantera rosa, como la rosa zacatecana inmarcesible.
Aún muy pequeña, la niña Amparo se fue a estudiar a un colegio de religiosas en San Luis Potosí, a 200 km de Zacatecas. Esa inmersión en el catolicismo se entrevé en sus relatos, como es el caso de “La señorita Julia”, incluido en el Material de Lectura publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Durante sus estudios en San Luis Potosí, Amparo Dávila afirmaría que descubrió la palabra escrita y la lectura perturbadora. Fue una escritora precoz en cuanto a sus publicaciones, pues en 1950, a los 22 años, publicó su primer poemario, Salmos bajo la luna, al que siguieron los poemarios Meditaciones a la orilla del sueño y Perfil de Soledades.
Años más tarde, Amparo Dávila se trasladó a la Ciudad de México para cursar estudios universitarios, y en esa época fue secretaria de Alfonso Reyes (de 1956 a 1958), quien le recomendaba, según recordaba ella misma, que debía escribir varias cuartillas antes de que terminara el día.
Aunque admitía que no lo llevaba a cabo de esa manera, Amparo aceptaba que la escritura le resultaba una necesidad, algo que no podía dejar de hacer, como comer o dormir. Pero la escritura, también lo reconocía, se pergeñaba, se almibaraba en el tiempo, en la imaginación, hasta que lograba plasmarla en el papel y las palabras.
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Durante ese periodo, la escritora publicó sus primeras obras poéticas, y poco a poco fue incursionando en la narrativa hasta consolidarse como una de las cuentistas mexicanas con mayor relevancia del siglo XX, lo cual fue fundamental en su trayectoria, así como su amistad con escritores como Julio Cortázar, la cual surgió cuando una amiga de ella envió su primer libro al escritor argentino
Amparo Dávila admite que se molestó con su amiga cuando le contó esto, y tiempo después, de manera imprevista, se le notificó que en las oficinas del Fondo de Cultura Económica (FCE) había llegado una carta para ella. Cuando fue a recogerla, el remitente sólo había precisado un lacónico JC, y al abrir el sobre, encontró una carta de Julio Cortázar en la que el escritor la felicitaba por su primer libro, y afirmaba que le había gustado mucho. A partir de ahí se entabló una amistad cercana y entrañable entre ambos.
Durante el periodo en que Amparo Dávila vivió en la Ciudad de México, comenzó a desarrollarse y perfilarse como la gran cuentista que conocemos, y en 1959 apareció su libro de cuentos Tiempo destrozado, y en 1964 Música concreta. Después destacarían también Muerte en el bosque, y diversas antologías.
Después recibió una beca del Centro Mexicano de Escritores en 1966, que también fue muy importante para su obra. Su siguiente libro, Árboles petrificados, fue fruto de esa experiencia, y en 1977 le valió el Premio Xavier Villaurrutia.
En septiembre de 2013, recibió un homenaje durante el noveno encuentro de escritores, Literatura en el Bravo. En 2015 recibió la Medalla Bellas Artes, y en 2020 fue designada ganadora del Tercer Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura que otorga la Universidad de Guanajuato (UG), por su trayectoria destacada dentro del género del cuento.
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PRINCIPALES OBRAS
La mayor parte de la obra de Amparo Dávila ha sido publicada por el FCE, desde las primeras ediciones de sus libros hasta sus obras reunidas, y antologías ilustradas.
En 1959 apareció Tiempo destrozado, que es el número 46 de la colección Letras Mexicanas del FCE. Originalmente apareció en una edición única, de dos mil ejemplares, con doce cuentos, y una portada del pintor Pedro Coronel, quien fuera esposo de Amparo Dávila, y con quien tuviera dos hijas.
Tiempo destrozado es el primer libro de cuentos de la escritora, y en él ya se conjugan en las narraciones la fluidez con un notable manejo de los tiempos y los recursos narrativos. Este libro es una excelente oportunidad para acercarse a la obra de Amparo Dávila pues contiene textos clave, como “El huésped”, publicado por primera vez en esa edición.
Muerte en el bosque fue publicado originalmente en 1959, también por el FCE, y contiene cuentos que han sido considerados literatura fantástica, poblada de mitos y narrativas antiguas, algunos de los cuales también aparecen en Tiempo destrozado y Música concreta.
Música concreta es un libro de cuentos publicado en 1964, es el número 79 de la colección Letras Mexicanas del FCE, e incluye 8 cuentos que siguen la misma tesitura de lo sobrenatural y lo fantástico, con excelentes recursos narrativos, mientras que la edición de Árboles petrificados fue publicada por Joaquín Mortiz por primera vez en 1977. Es un libro de una prosa muy nítida y una estructura interna muy bien construida, con elementos implícitos de gran fuerza en la narración. Contiene 12 cuentos que culminan con el inolvidable relato “Arboles petrificados”.
El volumen de Cuentos reunidos de Amparo Dávila fue publicado también por el FCE. El primero de sus tomos incluye los cuatro libros de cuentos publicados por la escritora, es decir 37 relatos que conforman su narrativa breve: Tiempo destrozado, Música concreta, Árboles petrificados, y un libro anteriormente inédito, Con los ojos abiertos.
EL HUÉSPED Y ÁRBOLES PETRIFICADOS
En 2018, Amparo Dávila publicó “El huésped y otros relatos siniestros”, que incluye sus cuentos más perturbadores, entre ellos por supuesto “El huésped”, publicado originalmente en 1959 en Tiempo destrozado, y que es un cuento estremecedor, que reúne en gran medida los elementos representativos de su narrativa.
“El huésped” es también un cuento trascendente en la ecdótica de sus principales libros, pues ha sido incluido en muchas ediciones, como es el caso de El huésped y otros relatos siniestros, una excelente edición del FCE publicada en 2018, e ilustrada por Santiago Caruso.
Aquí las primeras líneas de “El huésped”:
“No pude reprimir un grito de horror, cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas”.
Otro texto representativo de la obra de Amparo Dávila es Árboles petrificados, que da título al gran trabajo que desarrolló en el Centro Mexicano de Escritores, cuando obtuvo una beca en 1966.
Aquí las últimas líneas del texto con que concluye ese libro, y que lleva el mismo título:
“Velada por nubes altas pasa la luna como una herida luminosa en el cielo negro. Los pájaros revolotean entre las ramas, caen hojas. Se anudan las palabras en la garganta, son demasiado usadas para decirlas. Vivimos una noche siempre nuestra. Me afianzo a tus manos y a tus ojos. Es tan claro el silencio que nuestra sangre se escucha. El alumbrado de las calles ha palidecido. Ni un alma transita por ninguna parte. Los árboles que nos rodean están petrificados. Tal vez ya estamos muertos... tal vez estamos más allá de nuestro cuerpo...”.
INDUDABLEMENTE POETA
Amparo Dávila es reconocida como una singular escritora, especialmente por sus cuentos emblemáticos. No obstante, es importante enfatizar su destacada obra poética, incluida en Poesía Reunida, publicada por el FCE en 2011, y que contiene los tres poemarios que publicó antes de llegar a vivir a la Ciudad de México: Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954), y Meditaciones a la orilla del sueño (1954).
De ese libro compartimos el siguiente poema:
ACUÁTICA
Iré por la noche hasta el río musical, cuajado de estrellas;
iré a bañarme en sus aguas color de turquesa.
Escucharé los lamentos de las ramas inquietas; crearé piedras
movibles, los sapos grises.
Correré por la orilla de arenas dormidas, persiguiendo
luceros; en la arena quedarán las huellas de mis infantiles
goces.
Navegaré por el río con mis brazos por remo; el río cruzaré
con remos alados, y brotarán de mis manos las flores
del agua.
Desafiaré los peligros de las aguas profundas; sumergida
en su seno, me pensarán acuática.
Interrumpiré el sueño de los pececillos leves; a los peces
de mil colores les robaré sus sueños de perla.
Liberaré los cabellos con ansias de redes; pescarán estrellas
de coral y de nácar.
Cansada de juegos, descansaré a mi antojo sobre el regazo
del río; el río adornará mi cuerpo con encajes de espuma”.
La escritura de Amparo Dávila perfila un universo narrativo que bordea lo fantástico y lo sobrenatural, y sin embargo no se aleja de manera inexorable de la realidad, tanto en su narrativa como en su poesía.
Brindamos al final de este recorrido con el siguiente poema de esta sobresaliente y querida autora zacatecana:
BRINDIS
Recordemos el ayer y bebamos por lo que fue; ¡por lo que ya no es!
Levanta la copa y brinda por lo que fue vida y fue muerte;
por lo que un día fue presente y ahora es pasado.
Recordemos el ayer y los amores color de flama; flama esencial
que incendiaba el alma.
Yo sólo tengo vino color de llama; la hoguera de sus amores
se quedó atrás en el pasado.
Llena la copa y bebe; ¡bebamos por el pasado que no puedo
olvidar!