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El 19 de junio de 2010, Carlos Monsiváis, uno de los intelectuales más destacados de México, falleció a los 72 años, dejando un legado literario y cultural inigualable. Sin embargo, su partida no solo marcó el fin de una prolífica carrera como cronista, ensayista y crítico cultural, sino que también dejó huérfanos a más de una docena de gatos que compartieron su vida y su hogar.
Según informaron medios como Akantilado, Monsiváis llegó a convivir con hasta 20 felinos en su residencia, a quienes consideraba una compañía superior a la de los seres humanos, sin embargo, se sabe que antes de morir solo 13 felinos lo acompañaban.
De acuerdo con diversos reportes, la relación de Monsiváis con los gatos comenzó cuando tenía apenas 10 años, momento en el que descubrió una atracción “fatal e irresistible” hacia estos animales.
Desde entonces, los felinos se convirtieron en una constante en su vida, acompañándolo en su rutina diaria, entre libros, películas y reflexiones sobre la cultura mexicana. Según consignó el medio Universidad de Colima, el escritor solía decir que “un gato es la única posibilidad de acariciar un tigre”, una frase que encapsula su fascinación por la elegancia y el misterio de estos animales.
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Los nombres de los gatos: un reflejo de su ingenio y visión crítica
Uno de los aspectos más llamativos de la relación de Monsiváis con sus gatos era la peculiaridad de los nombres que les asignaba. Los nombres de los felinos no solo eran inusuales, sino que también reflejaban su agudo sentido del humor y su capacidad para capturar la esencia de la realidad mexicana.
Entre los nombres más destacados se encuentran “Miau Tse Tung”, “Catástrofe”, “Fray Gatolomé de las Bardas”, “Miss Antropía”, “Caso Omiso”, “Fetiche de Peluche” y “El Retorno del Siniestro Chocorrol”.
Estos nombres, según estudiosos de la vida del cronista, eran una extensión de su personalidad y de su visión crítica del mundo. Por ejemplo, nombres como “Ansia de Militancia”, “Victoria Sobre el Fraude” y “Peligro para México” parecen aludir a su compromiso con los movimientos sociales y su postura frente a los problemas políticos y sociales del país. Monsiváis no solo veía a sus gatos como mascotas, sino como compañeros que compartían su espacio intelectual y emocional.
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Un vínculo profundo y duradero
La relación de Monsiváis con sus gatos iba más allá de lo convencional. Según anécdotas recopiladas por la Secretaría de Cultura, el escritor dedicaba tiempo a leerles, enseñarles el abecedario, susurrarles palabras y hasta hacerles regalos. Cuando alguno de sus gatos fallecía, Monsiváis lo enterraba en el jardín de su casa y guardaba un luto que lo llevaba a suspender sus actividades hasta que lograba reponerse.
En una entrevista, Monsiváis expresó que su pasión por los gatos era algo que no podía transmitirse verbalmente, pero que para él representaban una relación “prolongada y profunda”. Además, destacó que la mayoría de sus gatos eran adoptados, lo que reflejaba su compromiso con el bienestar animal. Según sus propias palabras, “salvo dos, todos son producto de la adopción”.
“No sé, no sé explicarlo, pero para mí el gato tiene demasiadas cualidades, es de una belleza cambiante, es grácil, presenta lo que decía un poeta: ‘Un gato es nuestra única posibilidad de acariciar un tigre’. Sé que es una pasión que no puede transmitirse verbalmente, que cada quien la tiene, la expresa con el fervor posible, pero que cuando se tiene es inútil querer erradicarla. En mi caso además tengo la fortuna de que mis gatos son longevos, entonces mi relación es muy prolongada y profunda”, citó la página Gatos y Respeto sobre el ensayista mexicano.
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Un cronista de México y sus múltiples facetas
Nacido el 4 de mayo de 1938 en la Ciudad de México, Carlos Monsiváis, conocido entre el gremio como “Monsi” se consolidó como una de las figuras más influyentes de la cultura mexicana del siglo XX. Su obra abarcó desde crónicas sobre movimientos sociales y políticos, hasta análisis de la cultura popular y la vida cotidiana. Entre sus libros más destacados se encuentran Días de guardar (1970), Los rituales del caos (1995) y Apocalipstick (2009).
Monsiváis también fue un defensor activo de diversas causas sociales, como el feminismo, la diversidad sexual y el laicismo. En 1975, junto con Nancy Cárdenas y Luis González de Alba, escribió el primer manifiesto en defensa de los derechos de las personas homosexuales en México, titulado Contra la práctica del ciudadano como botín policíaco.
Además, su obra Que se abra esa puerta: crónicas y ensayos sobre diversidad sexual (2010) documenta la lucha por los derechos de las minorías sexuales en el país desde sus orígenes. Ante esto, “Monsi” fue reconocido como uno de los íconos LGBT+ más reconocidos en México.
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El legado cultural de Monsiváis
Más allá de su labor como cronista y ensayista, Monsiváis fue un apasionado del cine y un coleccionista entusiasta. Según informó la Secretaría de Cultura, su biblioteca personal contaba con alrededor de 24 mil volúmenes y su colección de películas superaba las cinco mil. Además, reunió más de 20 mil piezas de arte, fotografía, caricaturas y objetos históricos que actualmente forman parte de la colección permanente del Museo del Estanquillo en la Ciudad de México.
La obra de Monsiváis se caracterizó por su capacidad para borrar las fronteras entre la alta y la baja cultura, abordando temas que iban desde las letras de Octavio Paz y Rubén Darío, hasta las canciones de José Alfredo Jiménez y las películas de María Félix. Su aguda mirada le permitió capturar el dinamismo de la sociedad mexicana y convertirse en una voz crítica y consecuente en los debates culturales y políticos de su tiempo.
El 19 de junio de 2010, Monsiváis falleció a causa de una fibrosis pulmonar, dejando un vacío en el panorama cultural de México. Según recordó el periodista Jorge Ricardo en una entrevista con el escritor, Monsiváis afirmó: “Sin mis libros me sería imposible vivir y sin mis gatos también. Los libros no aúllan ni los gatos proporcionan sabiduría, no podría elegir. Preferiría entonces vivir sin mí”.