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Hoy en día, los narcocorridos se han logrado posicionar en México como uno de los géneros musicales con mayor impacto en la sociedad. Su éxito, reflejado en cientos de millones de reproducciones en plataformas digitales, va acompañado de un debate sobre su implicación en la construcción de una cultura que enaltece al crimen organizado.
Javier Molina, productor musical con tres décadas de experiencia en la industria, conoce cuáles son los riesgos que enfrentan los cantantes de corridos a la hora de componer sus canciones y tocar en fiestas privadas de miembros delictivos.
El nombre de Javier Molina puede que no sea muy conocido, pero sí lo son los “artistas” que han colaborado con él. Algunos de ellos han logrado alcanzar éxito internacional, como Peso Pluma, con quien grabó la canción AMG, en la cual también participan Natanael Cano y Gabito Ballesteros.
“El cuartito de Javy” es el espacio donde Molina ha colaborado con otras agrupaciones como Fuerza Regida, Enigma Norteño, Código FN y Edición Especial. El estudio se encuentra en Culiacán, en el estado de Sinaloa, cuna de abundantes narcotraficantes como Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán e Ismael ‘El Mayo’ Zambada, cofundadores de Cártel de Sinaloa.
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En un reportaje realizado por Arte.tv Documentales, una plataforma de streaming europea, Javier Molina expuso cuál es el procedimiento que se tiene que seguir para que un cártel de la droga autorice un narcocorrido y, de esa manera, los compositores e intérpretes no tengan algún tipo de repercusión en su vida privada.
Sin autorización no hay grabación
Una de las reglas esenciales para Molina consiste en lo siguiente: ninguna de las personas con las que trabaja puede sacar el corrido de un miembro delictivo sin antes contar con la respectiva aprobación del personaje aludido; de lo contrario, pone su propia vida en juego.
“Nadie aquí puede sacar un corrido sin autorización. Nadie. Hay consecuencias muy graves, hasta la muerte”, aseveró Molina en el minidocumental publicado el pasado 8 de febrero. Cuando no se acatan dichas indicaciones, los propios integrantes del grupo criminal al que se hace referencia toman cartas en el asunto, como “levantar” (privar de la libertad de manera momentánea) a miembros de la producción.
“Cuando no hay permisos, a veces ha tocado que también mandan levantar a los del estudio para cuestionarlos, no para hacerles nada, sino para decir ‘¿Por qué grabaste el corrido si no había autorización?’”, explicó.

Para evitar alguna especie de represalia, el productor dio a conocer el proceso que se necesita antes de lanzar un narcocorrido al público. El primer paso, como se mencionó, es contar con la aprobación del personaje protagonista de la canción. En la mayoría de las ocasiones, son los mismos miembros criminales los que contactan a los cantantes para que les compongan un tema.
Una vez se tiene la autorización requerida, se procede a componer la letra y música. En esta etapa, los cantantes graban una primera versión del tema en el estudio y, cuando lo tienen listo, se lo mandan a la persona que los contactó para ese trabajo.
El operador delictivo analiza la canción y, bajo su propio criterio, manda a hacer algunas correcciones. “Esto de aquí, cámbialo por esto; esto de acá no lo digas, mejor pon esto”, relata Molina.
Cuando el cantante y el productor reciben las anotaciones, vuelven a grabar la canción y se la envían por segunda ocasión al sujeto de interés. Si ya no hay correcciones que hacer, el corrido está listo para lanzarse. Es decir, que mínimo hay dos filtros previos a su lanzamiento oficial.

“Ya después de que lo graba, siguen haciendo correcciones. Entonces, hay que grabarlo, mandarlo y hasta que ellos no autoricen y digan: ‘Ok, ya lo puedes sacar al público’, se lanza. Son pasos que hay que seguir. Son protocolos, por decirlo así, de seguridad para nosotros, para poder estar tranquilos de que nada va a pasar”, expuso Javier Molina.
Lo anterior se debe a que, en algunos casos, se puede proporcionar información relevante sobre el miembro criminal que puede ser usada por agencias de inteligencia para saber más sobre sus actividades delictivas y lugares de operación.
“Un corrido puede ayudar o puede afectar a un personaje. ¿Por qué? Porque si sale un corrido y se dice todo lo que él hace y los gustos, es información para la DEA, FBI, Interpol, quien sea que los ande buscando”, abundó el productor.
Otro de los riesgos, de acuerdo con el productor, se presenta cuando los artistas son invitados a cantar en fiestas privadas donde se cuenta con la presencia de miembros de algún cártel de la droga.

“Si tú eres un artista y te invitan a cantar en una fiesta privada, y en medio de una canción tú dices alguna palabra, una palabra clave que no debes decir, eso es una excusa para que se arme algo, para que te pongan en peligro, para que te expongan a que te digan algo, te golpeen o te maten”, aseveró.
Aunado a ello, en ocasiones los cantantes de narcocorridos se ven limitados a la hora de ofrecer conciertos. Una de las razones son las prohibiciones por parte de las autoridades para interpretar este tipo de canciones en eventos públicos, como en la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja California, donde son consideradas como una apología a la violencia.
Asimismo, se han presentado casos (como el de Peso Pluma en septiembre de 2023) en los que los propios artistas son amenazados de muerte por agrupaciones criminales que sostienen una rivalidad con la organización a la que le cantan.
“Es peligroso que tú estés con una bandera y vayas a otro lugar donde tienen otra bandera y cantes lo de acá, allá. Es una falta de respeto para ellos”, sostuvo el productor.
Según un presunto miembro del Cártel de Sinaloa, de identidad reservada y entrevistado en dicho documental, “los corridos se hacen para dejarles saber a otros cárteles la fortaleza o el poder que tiene el rival”. Es decir, que en ocasiones funcionan como un medio para exhibir el nivel de operación del que son capaces.
Dicho sujeto afirmó que los narcotraficantes pueden pagar de 10 mil a 100 mil dólares para que les compongan un corrido. El objetivo, al menos para él, es que la gente sepa quién eres, obtengas fama y seas tan conocido como un “youtuber”.