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En septiembre de 2024 dos sujetos dispararon contra un automovilista en una de las calles de la exclusiva zona de Polanco; la víctima fue identificada como Manuel Beltrán Quintero -sobrino de Rafael Caro Quintero, el Narco de Narcos-, a quien le decían El 8 y era considerado como uno de los líderes del Cártel de Caborca.
El asesinato del narco ocurrió sólo tres días después del estallido de la guerra intestina en el Cártel de Sinaloa. Cinco meses después un nuevo crimen sacudió a la metrópoli, pero en esta ocasión el escenario del crimen fue Atizapán de Zaragoza, mientras que a la víctima se le identificó como Marco Ebben, un capo holandés con presuntos vínculos con la familia de Ismael El Mayo Zambada.
La presencia de narcos en la Ciudad de México y los municipios de alta plusvalía del Estado de México no es una novedad, basta recordar que Eduardo Martínez Tiburcio (El Chori), líder de La Unión Tepito, vivía en una zona residencial del Naucalpan y lo detuvieron al sur de la capital en la alcaldía Tlalpan.
Otros ejemplos son los paseos de Ovidio Guzmán López por Parque Delta, ubicado en la alcaldía Benito Juárez; el escondite del Joaquín el Chapo Guzmán en Lomas de Reforma, muy cerca de la exresidencia oficial de Los Pinos; la muerte de Amado Carrillo Fuentes en una clínica de Polanco o la casa de Arturo Beltrán Leyva cerca de Perisur. Lo que sí parece ser una novedad es el incremento de la violencia contra figuras del crimen organizado.
Para el periodista y analista en temas de seguridad, David Saucedo, los asesinatos de narcos en la Zona Metropolitana del Valle de México responden a la ruptura de los acuerdos que existían entre grupos criminales.
“La Ciudad de México, Querétaro, Mérida o Aguascalientes eran ciudades francas, en el sentido en que los grupos criminales llegaron a acuerdos para que los líderes del narco vivieran ahí, casarse, vacacionar, comprar y divertirse; no quiere decir que no haya actividad criminal, pero había pactos para que no se cometieran delitos de alto impacto”.
![Asesinato de Marco Ebben](https://www.infobae.com/resizer/v2/DQ6NMHXHRFG4TKGPXO3R2TUR24.jpeg?auth=a2d3878c2aa7ff575a0057b8c5817da3125c602c37a9f256e7e066eb285f4258&smart=true&width=350&height=467&quality=85)
Es difícil que un convoy como los que a menudo se ven en Sonora, Sinaloa o Guanajuato entre a la Ciudad de México sin llamar la atención de las autoridades; sin embargo, no por ello no se registraron eventos violentos en la capital como el ataque presuntamente orquestado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en contra de Omar García Harfuch en junio de 2020.
“Había un acuerdo tácito con las autoridades de que no podían calentar la capital del país, pero esos acuerdos ya no existen”.
David Saucedo agrega en su análisis, durante entrevista con Infobae México, que la pax narca que existía en la Ciudad de México se rompió y que los primeros en romper los acuerdos fueron las autoridades locales.
“Los narcos gozaban de anillos de protección brindados por la policía; se paseaban por las exclusivas zonas de Polanco y Chapultepec, vivían en zonas residenciales con tranquilidad porque sabían que contaban con protección de comandantes, tal como ocurrió con el Mayo Zambada en Sinaloa, donde un comandante de la Policía Estatal lo cuidada”.
Otro ejemplo de la ruptura de acuerdos lo da el Cártel de la Unión Tepito, el único capaz de gestarse en el corazón de la capital, quien desde hace años enfrenta una guerra con la Anti Unión y que entre sus integrantes ya comienzan a portar chalecos tácticos como los que utilizan los comandos de elite del CJNG o Cártel de Sinaloa en las guerras de fronteras.
“Pareciera que las propias autoridades de la Ciudad de México y Estado de México decidieron romper los pactos y retirar la protección al rotas a los comandantes de sector y en automático descobijar a los líderes del narco, mientras, a su vez, estos aprovechan el retiro de la protección para asesinarse entre ellos”.