Pena ajena: ¿Qué dice la Psicología sobre este sentimiento incómodo?

Un estudio reciente revela cuáles son las regiones cerebrales que se activan ante conductas embarazosas en otras personas

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La vergüenza ajena surge cuando
La vergüenza ajena surge cuando las emociones propias se vinculan con las experiencias de otros. (Imagen Ilustrativa Infobae)

La pena o vergüenza ajena es una sensación incómoda que se experimenta al presenciar una situación embarazosa o humillante que afecta a otra persona, incluso cuando no se está directamente involucrado; es una especie de “contagio emocional” que permite sentir el malestar sin vivirlo de manera personal.

Esta reacción varía entre cada individuo. Algunas personas pueden experimentar una incomodidad física o emocional intensa, mientras que otras tienen la capacidad para tomarlo con humor o indiferencia; esto es porque la vergüenza ajena se relaciona con la empatía, es decir, cuanto mayor sea la capacidad de ponerse en el lugar del otro, más probable será experimentar una sensación de incomodidad.

En este contexto, un equipo de investigación liderado por el doctor Frieder Michel Paulus, de la Universidad de Marburgo en Alemania, profundizó en el estudio de la vergüenza ajena, una emoción que, aunque común en la experiencia humana, comenzó a ser explorada desde una perspectiva científica en los últimos años.

En qué consistió el estudio

Un momento embarazoso nunca afecta
Un momento embarazoso nunca afecta a todos por igual.

De acuerdo con el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), el estudio incluyó a 619 participantes alemanes, con una edad promedio de 24 años, de los cuales 480 eran mujeres y 139 hombres, los cuales respondieron cuestionarios diseñados para medir la intensidad de sus emociones frente a situaciones embarazosas. Por otro lado, un grupo más reducido de 32 personas fue sometido a imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI, por sus siglas en inglés), lo que permitió a los investigadores observar las áreas del cerebro que se activan durante episodios de vergüenza ajena.

Según la Revista Ethic, los resultados revelaron que, al presenciar cómo alguien transgrede convenciones sociales, el cerebro activa las mismas regiones que se asocian con la empatía, es decir, la corteza insular y el córtex del cíngulo anterior.

Estas áreas están relacionadas con las emociones viscerales y la percepción de alerta, respectivamente. Según explicó Susanna Carmona, investigadora del Laboratorio de Imagen Médica del Hospital Gregorio Marañón, citada por el SINC, estas regiones se encuentran en la interfaz entre la cognición y la emoción, y también se activan cuando sentimos compasión por el dolor físico o psíquico de otra persona.

De igual manera, el estudio destacó que la intensidad de la vergüenza ajena depende de si el sujeto que protagoniza la situación embarazosa es consciente de su comportamiento. Según los hallazgos de Paulus, el malestar es mayor cuando la persona parece consciente de su ridículo, en comparación con situaciones accidentales.

Según Ethic, el vínculo emocional con la persona que protagoniza la situación también juega un papel crucial. Si se trata de un amigo cercano o un familiar, la empatía tiende a ser mayor, lo que intensifica la incomodidad. Por el contrario, cuando el comportamiento embarazoso proviene de un desconocido, la reacción suele ser menos intensa.

Cómo lidiar con la vergüenza

La vergüenza ajena puede generar
La vergüenza ajena puede generar incomodidad, pero también fomenta la empatía al conectar con las emociones de los demás.

Además de asociarse con una respuesta empática, la vergüenza ajena es una emoción profundamente subjetiva, influenciada por las creencias, experiencias y vínculos emocionales de cada individuo. Un ejemplo de ellos es que cada sociedad establece límites sobre lo que es aceptable o no, y estas normas influyen en lo que genera incomodidad, por lo que, algo que puede ser motivo de vergüenza en una cultura, podría no serlo en otra.

Patricia Bermúdez Lozano, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, señaló que cuando la vergüenza se experimenta de manera excesiva, puede traer consigo problemas como ansiedad, fobia, depresión o autorechazo, por lo que es importante identificar algunas estrategias para lidiar con la vergüenza y sus efectos.

Según la experta, hay cuatro principios clave que pueden ayudar a abordar este sentimiento y mejorar nuestra relación con él:

  • Vanidad: todos somos nuestros peores críticos; debemos reconocer que cometer errores es parte de la experiencia humana.
  • Unidad: cada persona tiene fortalezas y debilidades que la hacen única; nadie es superior a otro, y debemos aceptarnos tal como somos.
  • Autonomía: somos responsables de nuestras decisiones y acciones, lo que nos da una identidad independiente de las opiniones ajenas.
  • Competencia: todos poseemos habilidades y características que nos permiten actuar de manera distinta, y debemos valorar esas diferencias, aprendiendo de los errores para mejorar.

Por su parte, Siquia, una red de especialistas en psicología, destaca que para lidiar exitosamente con la vergüenza es importante reconocer cómo la percepción de una situación varía entre las personas. Lo que resulta embarazoso para uno puede no serlo para otro y, por ello, recomiendan intentar comprender cómo perciben los demás la misma situación, lo que ayuda a relativizar el impacto emocional.

Otra estrategia es aprender a tomarse la vida con humor; las situaciones ridículas que nos atormentan suelen ser olvidadas rápidamente por los demás, por lo que es útil darles la importancia que realmente merecen. Además, empujar los propios límites y enfrentar aquello que genera vergüenza puede ser una forma efectiva de superar el miedo al juicio social.

Finalmente, es importante aclarar que la vergüenza ajena no debe confundirse con la empatía, pues aunque ambas surgen como respuesta a lo que le sucede a otra persona, la segunda no está categorizada como un sentimiento o emoción, más bien, se trata de un proceso complejo que implica identificar las necesidades del otro. De igual forma, tampoco debe interpretarse como una forma de burla, ya que, en su estado más genuino, se trata de una emoción vinculada a la incomodidad y la desaprobación ante un comportamiento por parte de alguien más, que puede experimentarse de manera interna.

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