Dos semanas antes de ser capturado, Ismael “El Mayo” Zambada, entonces líder del Cártel de Sinaloa, concedió una entrevista a la periodista María Scherer Ibarra para la revista Proceso. Este encuentro ha generado un amplio debate sobre las implicaciones éticas de dar voz a uno de los capos más buscados del mundo.
En el programa Aristegui Noticias, con Carmen Aristegui, las periodistas Anabel Hernández y María Idalia Gómez abordaron desde perspectivas distintas lo que significa este tipo de encuentros, reflexionando sobre la impunidad del narcotráfico y los dilemas éticos que enfrentan los periodistas.
Un ejemplo claro de impunidad
Para Anabel Hernández, la entrevista con “El Mayo” Zambada refleja el grado de impunidad con el que operan los narcotraficantes en México. La periodista subrayó que resulta increíble que las autoridades no supieran dónde estaba Zambada García, considerando que recibió a la periodista María Scherer en su territorio sin mayores complicaciones.
Esto, dijo, evidencia las redes de protección y corrupción que permiten que líderes como Zambada operen con confianza dentro de sus zonas de influencia y agregó que al menos en la primera mitad del 2024, esa fue su actitud.
“El Mayo Zambada, pues como que estaba así como muy abierto, muy muy campechano, recibía las personas, se tomaba sus vasos de leche, estaba ahí con Mayito Flaco, hablaban”, dijo.
La periodista también destacó que este tipo de entrevistas suelen ser utilizadas por los narcotraficantes como herramientas estratégicas para proyectar una imagen controlada. En el caso de Zambada, mencionó su insistencia en desligarse de la producción de fentanilo.
Según Hernández, “en las reuniones con Diego Enrique Osorno, con María Scherer y con otra persona que lo vio en marzo del año pasado, la dinámica siempre era negar que él producía fentanilo”. Esto, según la periodista, refleja un patrón de los narcos “que hacen relaciones públicas abiertamente e impunemente”.
La autora de “Los señores del narco” añadió que Zambada busca proyectar una imagen de sencillez y tranquilidad, al tiempo que lanza mensajes cuidadosamente calculados para influir en la percepción pública y en las negociaciones con las autoridades. Sin embargo, enfatizó que estos encuentros también revelan la incapacidad o falta de voluntad del gobierno mexicano para detenerlo.
“Apología del crimen”: María Idalia Gómez
Desde otra perspectiva, María Idalia Gómez cuestionó el valor periodístico de realizar entrevistas con narcotraficantes activos, señalando que este tipo de encuentros pueden convertirse en una forma de apología del crimen.
Gómez, con más de 27 años de experiencia cubriendo temas de narcotráfico, dejó en claro que, en su opinión, dar voz a estos personajes implica contribuir a sus estrategias de legitimación.
“Yo decidí, porque así además lo aprendí en principios éticos, que no había que entrevistar a narcotraficantes que todavía estuvieran operando. [...] De alguna manera se comete apología del crimen. La verdad es que no puedes ayudarle en las relaciones públicas a ningún narcotraficante”, afirmó.
Gómez explicó que durante sus años como reportera de la Procuraduría General de la República (PGR) aprendió a evitar cualquier tipo de acercamiento que pudiera legitimar las operaciones de los narcotraficantes. Recordó cómo, en los años noventa, algunos abogados vinculados al crimen organizado ofrecían dinero a periodistas a cambio de publicar información favorable. Aunque aclaró que no sugiere que esto ocurra actualmente, insistió en que la práctica de entrevistar a figuras criminales activas sigue siendo problemática desde un punto de vista ético.
Además, expresó su preocupación por cómo estas entrevistas pueden desviar la atención de los problemas estructurales que perpetúan el narcotráfico en México, como la corrupción gubernamental y las desigualdades sociales.
“Estas figuras criminales tienen un control absoluto de lo que quieren decir. Ellos deciden qué contestan, cómo proyectarse, y qué imagen quieren dar”, indicó. También consideró que estas entrevistas pueden reforzar el poder simbólico de los capos, al presentarlos como figuras cercanas o incluso admirables para ciertos sectores de la sociedad.
La última entrevista con El Mayo Zambada
En entrevistas con diversos medios de comunicación, la periodista María Scherer describió cómo fue el encuentro con Ismael “El Mayo” Zambada, que calificó como “la entrevista más difícil de mi carrera”. La reunión se realizó en una zona rural de Sinaloa, bajo un entorno de discreta seguridad.
Durante las ocho horas que duró la conversación, Zambada mantuvo un control total sobre los temas abordados. Según Scherer, el capo es “muy, muy críptico. No te contesta lo que no quiere, y no hay forma de insistirle”. La periodista también percibió en él una actitud serena, ajena a la posibilidad de su inminente captura. “Por supuesto que no lo veía venir. Alguien que se siente amenazado al límite no se sienta a platicar con una periodista. Por eso creo que fue emboscado”, declaró.
A pesar de su imagen discreta, Zambada dejó ver varias contradicciones. Entre los objetos en su casa había una fotografía de Mahatma Gandhi, símbolo de la no violencia, lo que Scherer calificó como irónico considerando su papel en el narcotráfico.
Además, el capo expresó apoyo a la estrategia de seguridad de Andrés Manuel López Obrador conocida como “abrazos, no balazos”, pero también reconoció las políticas de combate frontal de Felipe Calderón, señalando que “hizo lo que tenía que hacer”.
Scherer destacó que Zambada estaba lejos del estereotipo que uno podría asociar a un líder del narcotráfico. Lo describió con ropa sencilla, convaleciente de una lesión en la pierna, y en un entorno campestre: “El día que yo lo vi estaba vestido de una manera muy similar a como estaba vestido el día que lo raptaron, que lo llevaron a Estados Unidos: con una camiseta de botones, de cuello, una polo, con unos pants porque estaba convaleciente de una pierna, con unos tenis”.
El lugar donde se realizó la entrevista también era modesto: una casa con mobiliario campestre y decoraciones discretas, aunque notó detalles personales, como pinturas atribuidas a su hijo Vicente Zambada Niebla, ‘El Vicentillo’, realizadas durante su tiempo en prisión.
La periodista relató que, durante la entrevista, Zambada mostró interés por los pequeños detalles, como los alimentos que ofrecía a sus invitados. Recordó un momento en que pidió tamales para la comida, pero solo quedaban pocos. Semanas después, envió varias hieleras repletas de tamales a la redacción de Proceso.