“Fiebre del Oro” en Baja California, la historia de cómo impactó en el desarrollo de la zona

El hallazgo de oro en California desató una fiebre que trajo riquezas para pocos y tragedias para muchos, además de explotación, epidemias y el despojo de las tribus nativas norteamericanas

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Los mineros utilizaban agua que
Los mineros utilizaban agua que corría por las compuertas para lavar el oro de la tierra fértil. La madera para las compuertas se cortaba en las colinas cercanas y se terminaba en un aserradero cercano. A medida que se despejaban las colinas, la madera se volvió aún más cara. (By Studio of Eric A. Hegg - Museum of History and Industry, Public Domain/Wikimedia)

La fiebre del oro de 1850 en Baja California tuvo lugar en un momento especialmente complicado para México. Tras haber perdido más de la mitad de su territorio a consecuencia de la guerra con Estados Unidos, el norte de la península quedó aislado, escasamente poblado y carente de recursos significativos.

Estas condiciones dificultaban la vigilancia de las fronteras, la entrada de extranjeros y la protección del territorio. Con el objetivo de abordar estas problemáticas, el Congreso federal mexicano decidió, el 12 de abril de 1849, dividir la península en dos partes. La medida buscaba mejorar la organización regional e impulsar el desarrollo mediante la colonización y la creación de 18 colonias militares a lo largo de la frontera.

De acuerdo con el artículo La “Fiebre del oro” en Baja California durante 1950: su impacto sobre el desarrollo del territorio, escrito por el investigador Lawrence Douglas Taylor Hansen y publicado por la revista científica Región y Sociedad del Colegio de Sonora, se planificó que estas nuevas comunidades estuvieran formadas por una combinación de soldados activos, militares retirados y particulares interesados en adquirir nuevas tierras. Además, se esperaba recibir colonos provenientes del centro y sur de México, así como expatriados bajo las condiciones estipuladas en el Tratado de Guadalupe Hidalgo. La idea era fomentar la población de la región y consolidar la presencia nacional en un territorio vulnerable.

En 1850, el jefe político Rafael Espinosa reportó que la población de Baja California ascendía a 7,921 habitantes en el Partido Sur y apenas 500 en el Partido Norte. Cinco años después, el teniente coronel José María Oñate realizó un nuevo censo, registrando 372 personas (blancos y mestizos) y 2,500 indígenas en el Partido Norte, desde el delta del río Colorado hasta las sierras de Juárez y San Pedro Mártir. El agente del Ministerio de Fomento, Urbano Ulises Lassépas atribuyó esta drástica disminución de la población a la fiebre del oro en California, las epidemias de cólera y los estragos causados por William Walker y sus filibusteros durante su invasión a la península en 1854.

Vista de mineros de oro
Vista de mineros de oro excavando un acantilado erosionado con chorros de agua en una mina en Dutch Flat, California, entre 1857 y 1870. (by Lordkinbote (Transfered by Nis Hoff)/ Wikipedia).

¿Cómo fue la “Fiebre del oro”?

Todo comenzó con un anuncio realizado por el presidente James K. Polk durante su discurso del Estado de la Unión en diciembre de 1848. Tras mencionar la reciente guerra entre México y Estados Unidos, Polk confirmó que había oro en las colinas de California. El descubrimiento inicial fue realizado por James Marshall en el lecho de un arroyo y los rumores pronto atrajeron a miles de personas al lejano oeste en busca de riquezas.

Este llamado desató una ola de migración sin precedentes hacia California. Según datos del sitio web de National Geographic, en 1850 la Oficina del Censo reportó que la población ya había alcanzado los 92,597 habitantes. Una década después, esta cifra se había cuadruplicado, la fiebre del oro transformó el estado, atrayendo a hombres de todas las edades y condiciones, así como inmigrantes de todo el mundo.

Tarjeta de navegación del clipper
Tarjeta de navegación del clipper California, destacando su velocidad y lujo, promovida durante la fiebre del oro en California. El barco, construido por Samuel Hall, zarpaba de East River ofreciendo viajes rápidos y confiables a San Francisco. (G.F. Nesbitt & Co., printer/Wikimedia).

Sin embargo, esta migración masiva tuvo un costo devastador para las comunidades indígenas, que fueron desplazadas, asesinadas y diezmadas por las guerras y enfermedades.

Según el informe de Rafael Espinosa al ministro de Relaciones Interiores y Estado en México, alrededor de mil 200 de los miles de mexicanos participantes en este movimiento provenían de la península. La fiebre del oro afectó, incluso, a los miembros de la guarnición militar en Santo Tomás, que, según el historiador californiano Hubert Howe Bancroft, “andaban buscando algo para comer o desertaron con el propósito de dirigirse a los placeres resplandecientes de los yacimientos auríferos de California”.

Aunque algunos lograron amasar fortunas, la mayoría de los buscadores enfrentaron condiciones extremas. El trabajo de extracción de oro era agotador y poco rentable, mientras que las enfermedades se propagaban rápidamente en los campamentos improvisados y abarrotados. Muchos inmigrantes chinos también llegaron durante este período, enfrentándose a discriminación y violencia, pero dejaron una marca cultural duradera, como la creación del primer Chinatown en San Francisco.

La Fiebre del Oro también impulsó el desarrollo urbano y económico de California. Ciudades como San Francisco, Sacramento y Stockton prosperaron, mientras comerciantes como Samuel Brannan, Domingo Ghirardelli, Levi Strauss y Leland Stanford cimentaron sus fortunas vendiendo suministros y servicios a los buscadores, según datos de National Geographic.

Tarjeta de navegación del clipper
Tarjeta de navegación del clipper *California*, destacando su velocidad y lujo, promovida durante la fiebre del oro en California. El barco, construido por Samuel Hall, zarpaba de East River ofreciendo viajes rápidos y confiables a San Francisco. (By Unknown author - Museum of History and Industry/ Wikimedia).

Transformación de Baja California después de la fiebre del oro

En el mismo artículo de Lawrence Douglas, se señala que la fiebre del oro impulsó un aumento en las actividades económicas de la región, generando beneficios en sectores como la ganadería, la pesca y la minería.

  • Ganadería: la fiebre del oro incrementó la demanda de carne de res, impulsando la economía ganadera tanto en el sur de California como en el Partido Norte de Baja California. Rancheros de ambos lados de la frontera se beneficiaron de la producción de ganado vacuno, aprovechando la ausencia de control aduanero para trasladar libremente sus manadas.

Los precios de la carne alcanzaron su punto más alto en 1849, pero empezaron a caer en los años siguientes debido a la competencia de productores del este de Estados Unidos. Esta disminución marcó el inicio de una lenta decadencia ganadera, que se acentuó en la década de 1860 tras el declive de la fiebre del oro.

  • Pesca de ballenas como actividad económica clave: durante el siglo XIX, la pesca de ballenas fue otra actividad destacada en la península. Se establecieron estaciones balleneras en lugares como las bahías Magdalena y Vizcaíno, Ojo de Liebre y Punta Banda. Según Douglas, estas estaciones estuvieron activas hasta que la reducción de cetáceos hizo el negocio insostenible.

Entre los balleneros más exitosos se encontraba Charles Melville Scammon, quien descubrió la laguna Ojo de Liebre, un importante criadero de ballenas que lleva su nombre. Esta actividad dejó una huella importante en la economía local, aunque su impacto se diluyó con el tiempo.

  • Explotación de salinas en San Quintín: la extracción de sal fue una de las pocas industrias mineras significativas en el Partido Norte. Las salinas de la bahía de San Quintín, que datan de la época misional, abastecieron a buques balleneros y comerciantes extranjeros.

Durante la fiebre dorada, San Francisco se convirtió en el principal mercado de este recurso, vital para los nuevos asentamientos y actividades mineras. Aunque esta industria tuvo su auge durante ese periodo, su relevancia disminuyó con el tiempo, al igual que otras actividades ligadas al auge minero.

La minería subterránea podía ser
La minería subterránea podía ser extremadamente peligrosa. Si un túnel se llenaba de gas, los mineros tenían que llegar a la superficie lo más rápido posible para no asfixiarse. (By Kinsey & Kinsey - Museum of History and Industry/ Wikimedia)

A finales de junio de 1855, el presidente Antonio López de Santa Anna aprobó una medida que permitió la exportación libre de minerales sin impuestos, así como la importación de equipos y suministros necesarios para la minería. Esta disposición se renovó en 1857 por un periodo de cinco años, brindando un estímulo significativo para los extranjeros interesados en explorar los minerales de México, particularmente en el Partido Norte y otras regiones del país.

Aunque no se materializaron las temidas invasiones de gambusinos armados, la búsqueda de oro en la zona estuvo vinculada a las expediciones encabezadas por Joseph Morehead y los franceses Charles de Pindray y Gastón de Raousset–Boulbon entre 1851 y 1854.

La “fiebre del oro” en el noroeste de México fue efímera y no condujo al establecimiento de minas permanentes ni poblaciones estables. Los yacimientos de minerales encontrados eran generalmente pequeños y no muy ricos, lo que hizo que el entusiasmo por su explotación se desvaneciera rápidamente. Sin embargo, algunos lugares no fueron totalmente abandonados. Algunos gambusinos, aquellos con más paciencia o disposición para el trabajo arduo, encontraron rentabilidad en estos sitios. Además, descubrimientos como el del valle de San Rafael marcaron el inicio de la identificación de yacimientos más grandes, lo que resultó crucial para el futuro de la minería en la región y en México.

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