Emprendimiento en la familia empresaria: ¿Por qué impulsar la gran “E”?

Una forma de conseguirla es mirar hacia atrás, documentar y recordar los inicios de la familia empresaria, los primeros pasos de sus padres fundadores (o abuelos, o ancestros), las oportunidades que estos y sus herederos tuvieron para crear y ofrecer algo nuevo

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trabajar, trabajo, liderar, coordinar, dirigir, planificar, comandar, empresa (Imagen Ilustrativa Infobae)

De un polo al otro del planeta, pasando por cada paralelo y meridiano, podríamos asegurar que no existe un caso que sirva de excepción a la regla (ni siquiera para confirmarla): toda familia empresaria es, en sí misma, emprendedora. Desde la gestación y articulación de la idea del fundador o fundadores, que nace de una mezcla de creatividad y detección de necesidades en las comunidades que lo rodean (y a las que también se suman en no pocas ocasiones la constancia, la templanza y la cultura filantrópica), hasta la evolución de dicha idea fundacional en un modelo de negocio y su consolidación, el emprendimiento se instala irrevocablemente como un eje articulador y funcional de toda familia empresaria y va con ella, como calcio en sus huesos, acompañándola y transfiriéndose en cada proceso de traspaso intergeneracional.

Dicha actitud emprendedora incluso es mucho más que una simple disposición a la formulación de soluciones para problemas y necesidades. La forma en que la familia empresaria, en el dicho y en el acto, asume y ejecuta el emprendimiento, forma parte de su visión y legado, y se posiciona ante sus públicos de interés como uno de sus diferenciadores clave.

Al convertirse en el código que acompaña sus decisiones y procesos, el emprendimiento propio de la familia empresaria va consolidándose en una forma de cultura. Esto implica un saber compartido que trasciende el conocimiento puro para transformarse en prácticas que generan y transmiten sentido. La familia empresaria comparte y ejemplifica sus valores y filosofía entre sus propios miembros familiares, pero también entre sus colaboradores, proveedores, clientes y otros socios de valor, y al hacerlo es también promotora de las capacidades que entraña esa actitud emprendedora.

En su reciente participación durante el Family Business Forum LATAM 2024, realizado el pasado noviembre por el Instituto de Familias Empresarias para México y LATAM (IFEM) del Tecnológico de Monterrey, Justin Craig, profesor distinguido de la Escuela de Negocios de la misma institución y académico de la Kellog School of Management, explicó las dimensiones que determinan la orientación emprendedora:

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laburo, work, office, tareas, anotaciones, tasks, anotar, organizar, registrar - (Imagen Ilustrativa Infobae)
  • Toma de riesgos;
  • Competitividad en los mercados;
  • Autonomía para tomar acción y crear valor;
  • Actitud innovadora; y
  • Disposición proactiva.

Estas cinco dimensiones que dan forma a la orientación emprendedora, en la individualidad del fundador o fundadora, o en la organización empresarial a la que evoluciona, muestran una caracterísitca esencial en la familia empresaria: vitalidad. La familia empresaria es invariablemente, también en cada rincón de la Tierra, enérgica, llena de empuje, arrojo y aplomo. De ahí su resiliencia, de ahí su capacidad de llevar abundancia y bienestar de forma imparable a las comunidades que con ella conviven.

Ha sido el propio profesor Craig quien durante el mismo Family Business Forum LATAM 2024 ha compartido cuál es desde su óptica la relación entre el emprendimiento como esencia y cultura familiar y organizacional y la capacidad de supervivencia de toda empresa familiar. El profesor lo refiere como la “gran E”, en una fórmula que suma:

(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)
  • Producción
  • Administración
  • Integración
  • Emprendimiento

A decir del experto, si bien la familia empresaria puede producir, administrar o integrar procesos, talentos y áreas en una escala menor, y aún así mantener su vitalidad, no puede permitirse el lujo de no emprender a lo grande consistente y permanentemente. Desestimar u olvidar su actitud emprendedora es desdibujarse, no recordar su propuesta de valor y anquilosarse. Es dejar de innovar, de adaptarse para atender las necesidades de sus clientes y socios clave que también evolucionan de manera constante. Es abrazar su “madurez” y quedarse en ella, aun previendo que lo que sigue a esta es, inexorablemente, el declive.

(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Curiosamente, por más que una cultura de emprendimiento parezca referir al futuro, una forma de conseguir mantener la gran E es mirar hacia atrás. Documentar y recordar los inicios de la familia empresaria, los primeros pasos de sus padres fundadores (o abuelos, o ancestros), las oportunidades que estos y sus herederos tuvieron para crear y ofrecer algo nuevo, algo diferente, algo significativo para sus comunidades. Las noches de desvelo familiar, resolviendo un problema; las mañanas luminosas, abrazando y colegiando la solución. Las ocasiones en que se arriesgaron, los aprendizajes que ganaron de esos saltos de fe. Ahí está la fuente de vitalidad, el recordatorio de quiénes somos en esta familia, de por qué hacemos lo qué hacemos.

El emprendimiento y la historia de toda familia empresaria son todo lo contrario a entes fósiles. Forman parte de un legado vivo y jubiloso de transformación y amor que sus líderes comparten de generación en generación. Mantener a ambos, emprendimiento y legado, como flujos de vitalidad, puede ayudar a la vigencia de la organización y al fortalecimiento constante de su propuesta de valor.

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