“Próxima palabra”, de Daniel Mir: la búsqueda en el círculo del hombre

El 4 de diciembre de 2024 se presentó el libro “Próxima palabra”. Antología Personal, de Daniel Mir, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes de la CDMX, ante un sensible y numeroso auditorio. En la presentación, moderada por Julieta López Olalde, participaron el autor, Bernardo Ruiz y María Vázquez Valdez

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María Vázquez Valdez, escritora y
María Vázquez Valdez, escritora y doctora en teoría crítica Crédito: (Cortesía de la autora)

En la cartografía creativa del poeta mexicano Daniel Mir (1971), Próxima palabra. Antología personal, no es cualquier libro. Editado este año por Libros del Capitán, este libro incluye setenta poemas publicados entre 1993 y 2023, y es un cuidadoso destilado de la poesía vertida por su autor durante treinta años en siete poemarios, en cuyas páginas ha ejercido con ahínco su vocación poética.

Este compromiso de Daniel Mir con la poesía y la creación ya era evidente en los tiempos de publicación de la revista de poesía Alforja (1997-2008), periodo de efervescencia generada por un activo grupo de poetas que dieron vida a esta revista, y también a varias colecciones de libros, muchas de ellas, publicaciones coordinadas por el querido poeta José Vicente Anaya, quien tuviera una fundamental y destacada importancia para la creación y trascendencia de Alforja. Entre los libros de esa primera colección —a la que seguirían muchas colecciones más—, se encuentra Partevientos, de Daniel Mir, que tuve la oportunidad de editar.

En las solapas de esa edición de Partevientos, el poeta Jorge Fernández Granados afirma que en ese poemario —y yo diría que en general en toda la poesía de Daniel Mir—, hay belleza y evidencia de verdad estética, y que “las imágenes aparecen y se disuelven como en los cuadros de los impresionistas lo hacen las nubes. Se trata, según creo, de que la preocupación central de esta escritura está dirigida en primer término hacia el efecto estético en sí mismo”.

Ahora, al retomar la poesía de Daniel en sus principales coordenadas, gracias a la edición de esta antología que conserva esos valores estéticos tanto en forma como en contenido, coincido en que subraya los valores estéticos de la poesía seleccionada a partir de los siguientes poemarios: Estrella Madre y los días urbanos (1993); Del crepúsculo y los decapitados (1996); De luz nuevas las horas (1996); Deslave marino (1997); Partevientos (1999); Historia de los nombres (2000); y El libro del mar y otros poemas, que reúne poemas antes inéditos escritos entre 2000 y 2023.

En la presentación del nuevo
En la presentación del nuevo libro de Daniel Mir estuvieron Bernardo Ruiz, María Vázquez y Julieta Olalde, como moderadora Foto: (Facebook Coordinación Nacional de Literatura)

La antología conserva importantes alcayatas en la historia poética de su autor, como es el homenaje a dos destacados escritores, sus maestros. Por una parte, a Enriqueta Ochoa rinde tributo con el poema “Grandes incendios labran la memoria”, donde el poeta remite al “diario de la eterna remembranza”, en el cual la describe con un halo de despedida: “Caminaste entre luciérnagas /—sólo pueden seguirte ellas / hacia la noche eterna—. / Tiempos avecinados, / lumbre de cada paso, absoluta”.

Para Eliseo Diego el poema es explícito, desde el título es un “Homenaje”, y también una despedida, como cuando concluye: “Las leves tormentas ya se advierten / y el tiempo pasa apenas perceptible. / Amanece en tus voces / La sed de lo perdido, / y ahora que tu espejo me refleja / la noche queda quieta”.

La antología de reciente publicación también retoma algunos elementos que podrían ser hilos conductores para una definición de la poesía de Daniel Mir. En principio “Estrella Madre”, el poema que abre estas páginas, y que es parte del título de su primer poemario, nos remite al tiempo, a su imposibilidad, y también al olvido, y por ende a la memoria. En esos primeros poemas hay también un reconocimiento del autor de su pequeñez ante el universo, pero también de su grandeza al ser parte de él: “Más pequeño aun que mi polvo / me pierdo en los inmensos arenales del desierto, / en donde la noche alumbra. / Luna hija de estrellas, la menor de todas. / Porción del universo. / A un mismo tiempo, / tengo en los ojos el cosmos”.

Entre las principales musas que aparecen en estos versos, se encuentra una inmanente presencia femenina, con varios perfiles y fragancias, y también la ciudad, que aparece una y otra vez, polifacética, como en el poema “Los días urbanos”, en que la urbe es “ciudad vacía”, “peñasco diario”, “manantial de cemento”, que otorga al autor una “indescriptible soledad”. Nos dice Daniel: “Me ha de guardar la ciudad. / A veces me traga, / otras me oculta / mientras empequeñezco”. Otros poemas también describen e interrogan a la ciudad, como “Los brazos encadenados”, “Parque México”, o justamente, “La ciudad”.

Una importante protagonista de estos versos es la palabra, por supuesto, pero más allá de la evidente e insustituible argamasa con la cual están constituidos los poemas; me refiero a la palabra como entidad protagónica que va entretejiendo una parte importante de la obra de Daniel Mir, por ejemplo en el poema “Fracasa la palabra”, incluido en el poemario Del crepúsculo y los decapitados, cuando nos dice al inicio: “Iniciación de una espera / en que yacen mis palabras; / de éstas son los días”.

Esa entidad protagónica aparece también, por supuesto, en el poema “Palabra”, decantada desde el inicio: “Inquieta asomas al mundo tu palabra, / palabra que no suena. / Palabra cosmopolita de cada noche”.

Es la palabra la que define el cauce del río en cada poema, la que da el color, la luz y la sombra. Y es también la que conduce hasta el nombre, como en el poema “Desde que solo…”, cuando concluye: “perdí tu aliento, la palabra y tu figura, / en la que sigo buscando hoy lo más profundo: / sólo tu nombre”. También, en algunas páginas, la palabra es un “tumor ciego”, como en el texto “Lumbre y barro”.

En el poema que da título a esta antología, esta presencia es también protagónica: “Azules se avecinan las palabras / —aleta bifurcada es tu cintura— / las alas del queremos aventura / se abren, se inquietan sobre un pozo; / siguen la respuesta ya vibrante / —la pregunta eterna nunca llega—. / Palabra por palabra deshojada (…)”.

El nuevo libro de Daniel
El nuevo libro de Daniel Mir "Próxima palabra. Antología personal", no es cualquier libro. Editado este año por Libros del Capitán, esta obra incluye setenta poemas publicados entre 1993 y 2023, y es un cuidadoso destilado de la poesía vertida por su autor durante treinta años en siete poemarios Foto: (Facebook Coordinación Nacional de Literatura)

Es la palabra la que encalla una y otra vez en el nombre, como en el soneto XIV: “Invento de tu nombre la frescura / de un amor que en silencio se hace fuerte / y triste al momento de no verte / haciendo del recuerdo una fisura”, o en el poema XXXI, en que al inicio admite: “Nombro, no te nombro; / ignoro qué lenguaje te entretenga (…) / nombre que no existe, no hay reflejo, / pregunta sin la duda incorpórea”.

Ese nombre que existe o no existe, es fundamental en el zurcido de estos poemas, y como lectora, me remite a las reflexiones del filósofo italiano Giorgio Agamben (1942), quien en su bella colección de ensayos El fuego y el relato nos dice: “Los nombres —y todo nombre es un nombre propio o un nombre divino— son vórtices en el devenir histórico de la lengua, remolinos en los que la tensión semántica y comunicativa del lenguaje se abisma en sí misma hasta volverse igual a cero. En el nombre ya no decimos —o todavía no decimos— nada. Sólo llamamos”.

Me remite también a Michel Foucault, y algunas partes de su libro Las palabras y las cosas, o al filósofo francés Jean-Luc Nancy (1940) cuando nos dice, en su libro A la escucha, que “En appellare no está en principio la idea de ‘nombrar’, sino la de un empuje, un impulso”, y deriva también en que no se trata sólo de nombrar, sino de dar cauce a un impulso mayúsculo por formular insólitos continentes para esos nombres.

Y es lo que ocurre con varios poemas de esta antología, por ejemplo en el titulado “Adjetivo”, del poemario Partevientos: “Sobre tu nombre, nada, / ni adjetivo que te lleve hasta el centro. / Nada desde tu nombre; tarde que nubla este recuerdo. / Qué nos queda, nada, / porque no puede la palabra retenerte / no existes si te nombro, / alberga la palabra un vacío, / no puede el instante contener lo que somos, / ni el río de agua clara es cuando va borrando nombres”. O más adelante, casi al final de la antología, en el poema “Un arte poética”: “Busco exacta la palabra que te nombre / en tanto, un suave viento me levanta; es el remolino incierto, / un oráculo”.

El libro remite a Michel
El libro remite a Michel Foucault y algunas partes de su libro Las palabras y las cosas, o al filósofo francés Jean-Luc Nancy (1940) cuando nos dice, en su libro A la escucha, que “En appellare no está en principio la idea de ‘nombrar’, sino la de un empuje, un impulso”

Estos hallazgos en la materia prima del poema van hilvanándose también con un envés indisociable de la palabra, que es el silencio, como en el poema “Doble vía”, también de Partevientos: “Tras la verdad, a lenta muerte, caminante, / voy zurciendo los silencios que abarcarán mi vida”.

El último poema de la antología, “El libro de mar”, vuelve una y otra vez al tema y a su reflexión: “Recordando ese ocaso te pronuncio”, o cuando encuentra que “la Lumbre ha borrado los nombres, / en el mar están los nombres y la estela busca el abismo”. Y más adelante: “En ti se dieron todos los nombres, / amor, ausencia, espejismo, / en un rumor se concentraron los sonidos / del mar y el astro tiritando, / de todo el universo el principio, / y tú y yo inventando el silencio”. Hacia el final, encontramos una especie de colofón a toda la antología: “El nombre en verdad no existe, es sustancia, es la melodía y sus miradas; tú en la inmensidad de amuletos; esa luz que viene de la ausencia”.

El recorrido que realiza el libro es necesariamente cronológico, y cierra un círculo virtuoso en el título mismo, Próxima palabra, pues esta antología es también un umbral que el autor abre, de manera tácita pero con firmeza, hacia nuevos horizontes poéticos, buscando en círculo el nombre: “Ahora, en el silencio de la noche puedo ver tu nombre claro, / eres la belleza que se escucha con oídos sordos, / los que da el pensamiento y el sueño, / los que buscan siempre en círculo el nombre”; y algunas veces, en poemas como estos, sin duda lo encuentran.

SEMBLANZA:

* María Vázquez Valdez. Poeta, editora, periodista y traductora mexicana. Autora de once libros publicados, entre los cuales se encuentran los poemarios Caldero, Estancias, Kawsay, la llama de la selva, y Geómetra. También es autora de Voces desdobladas / Unfolded voices (libro bilingüe de entrevistas a mujeres poetas de México y Estados Unidos, 2004), Estaciones del albatros (ensayos, 2008), y de cinco libros para niños y jóvenes.

Doctora en Teoría Crítica, maestra en Diseño y Producción Editorial, y licenciada en Periodismo y Comunicación. Ha traducido varios libros del inglés al español, y ha recibido becas y apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos y de la Secretaría de Cultura de México.

En distintas etapas, colaboradora en diversos medios, entre ellos las revistas Mira y Memoria de la CDMX; los periódicos Tiempo (San Cristóbal de las Casas), El Nuevo Mexicano (Santa Fe, Nuevo México), La Opinión (Los Ángeles, California), y el colectivo Bedröhte Volker, de Viena, Austria.

Ha sido parte del equipo editorial de la Academia Mexicana de la Lengua, y de diversos medios, entre ellos la revista GMPX de Greenpeace y la Editorial Santillana. Fue jefa de publicaciones de la Unión de Universidades de América Latina (udual), cofundadora y directora editorial de la revista Arcilla Roja, miembro del consejo editorial de la revista de poesía Alforja desde su fundación, y directora de la Biblioteca Legislativa y de la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión.

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