Las villas olímpicas son complejos residenciales temporales construidos para alojar a los atletas, entrenadores y el personal técnico que participa en los Juegos Olímpicos. Su principal objetivo es ofrecer comodidades y servicios necesarios para que los deportistas puedan concentrarse exclusivamente en sus competencias.
Desde su primera construcción para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932, las villas olímpicas han sido el origen de diferentes anécdotas, mitos y leyendas entre deportistas que forman parte del color de la máxima justa deportiva cada cuatro años.
Uno de los eventos más recordados dentro de los complejos residenciales fue la boda entre los deportistas checoslovacos Vera Caslavska y Josef Odlozil durante los Juegos Olímpicos de México 68.
La boda “olímpica” en territorio azteca
Según información de medios de la época, al finalizar los Juegos Olímpicos de Tokio 1964 la histórica gimnasta Vera Caslavska y el corredor Josef Odlozil prometieron casarse en México si lograban tener buenos resultados durante la justa de 1968.
Los resultados para ambos fueron favorables, pues Caslavska logró retener su medalla de oro en gimnasia olímpica individual y Odlozil llegó a la final en la prueba de 1500 metros, por lo que cumplieron su promesa y contrajeron nupcia el 26 de octubre de 1968 en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, evento al que asistieron más 100 mil asistentes entre los que se encontraban deportistas, prensa y mexicanos curiosos según reportó el periódico el Universal.
“He tenido la presea más codiciada: el hombre de mis sueños; el ideal más caro: casarme en este hermoso país que es México y la felicidad más grande de mi vida: haber entregado a mi patria medallas de oro”, declaró la medallista checoslovaca en entrevista para este diario.
Radka Caslavska, la hija de la pareja de atletas, contó años después en entrevista para el periódico Excélsior que sus padres recién casados tuvieron que abandonar la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México a través de las catacumbas que tenían una salida alterna debido a la cantidad de gente en el recinto.
La fiesta se realizó en la villa olímpica, y la luna de miel de la pareja fue en una suite de lujo que les asignó el Comité Olímpico Mexicano en el complejo residencial, aunque tuvieron la posibilidad de trasladarse al puerto de Acapulco, los deportistas querían estar presentes en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos.
“Nosotros nos queríamos casar con una boda muy chiquita, muy en secreto dentro de la Villa Olímpica, pero el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez (presidente del comité organizador de los JO de 1968) nos dijo ‘no es posible que se casen en esta iglesia que es muy chiquita’, y nos llevó a la Catedral en el Zócalo, pero la vi también muy chiquita, pero porque había mucha gente”, recordó Vera en entrevista para el periódico Excélsior.
El acta de matrimonio emitida en el entonces Distrito Federal, registró a la pareja como residentes de la Villa Olímpica y la Villa de Coapa.
El cariño mexicano hacia Caslavska
El público mexicano quedó tan maravillado con la historia de amor de la gimnasta checoslovaca fue apodada “la novia de México” y Caslavska correspondió al apoyo recibido reproduciendo el Jarabe Tapatío y Allá en el Rancho Grande al finalizar sus competencias de gimnasia olímpica en las que ganó cuatro preseas doradas.
Cuarenta y dos años después de triunfar en los Juegos Olímpicos de México 1968, la deportista checa volvió al suelo azteca como invitada especial para las celebraciones del Bicentenario de la Independencia en 201O y dos años después visitó el país por última vez para conocer las playas de Acapulco.