Animales de guerra, los héroes olvidados que cambiaron el rumbo de la Primera Guerra Mundial

Detrás de cada avance y acto de supervivencia en el conflicto, caballos, perros y hasta palomas asumieron misiones decisivas, demostrando un valor que la historia humana apenas ha empezado a reconocer

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Presencia animal en la Gran
Presencia animal en la Gran Guerra: aliados silenciosos que marcaron el rumbo de la historia militar y social (National Archive / Fotografía oficial alemana de la Primera Guerra Mundial)

Más de 16 millones de animales participaron en la Primera Guerra Mundial, desempeñando funciones fundamentales para el desarrollo del conflicto, según National Geographic.

Aunque la tecnología militar avanzó con la aparición de ametralladoras, tanques y aviones, la participación de seres vivos en el frente resultó insustituible.

Caballos, burros, mulas, camellos, perros, palomas y una sorprendente variedad de otras especies formaron parte entre 1914 y 1918 de la guerra, realizando tareas como transporte de suministros y apoyo emocional a los soldados.

La crudeza del conflicto quedó
La crudeza del conflicto quedó reflejada en las imágenes de campos repletos de cadáveres de animales, símbolo de la vulnerabilidad animal frente a la maquinaria bélica moderna (Biblioteca del Congreso de EEUU)

Fuerza de trabajo: caballos, mulas y burros

Caballos, burros y mulas integraron el grueso de los animales movilizados, con estimaciones de entre cinco y seis millones de ejemplares en servicio, de acuerdo con National Geographic.

Estos animales resultaron clave para el traslado de artillería, víveres, madera y soldados heridos, y enfrentaron condiciones extremas en el frente.

El caballo percherón, por su tamaño y fuerza, fue la opción preferida para las tareas más exigentes; las mulas destacaron por su capacidad para superar terrenos escarpados, y los burros, por su baja estatura, se adaptaron a los trabajos en las trincheras.

Sin vehículos todoterreno, la tracción
Sin vehículos todoterreno, la tracción animal se convirtió en el soporte logístico indispensable para mover municiones, cañones y provisiones en terrenos intransitables (Bibliotheque nationale de France)

Comunicación en el campo de batalla

La logística bélica no quedó limitada a la fuerza bruta. Los animales también resultaron esenciales en las comunicaciones. Perros y palomas mensajeras crearon una red vital para el envío de mensajes entre unidades.

Las palomas, debido a su velocidad y su instinto de retorno, ofrecieron una fiabilidad extraordinaria para el traslado de información sensible.

Algunas de estas aves permanecieron en palomares de los cuarteles generales; otras acompañaron directamente a los soldados, listas para ser liberadas cuando era necesario.

Las palomas mensajeras evitaron emboscadas
Las palomas mensajeras evitaron emboscadas y salvaron vidas al mantener la comunicación cuando las líneas telefónicas eran destruidas por los bombardeos (Bibliotheque nationale de France)

Apoyo emocional y moral en las trincheras

Más allá de sus funciones operativas, los animales brindaron consuelo y compañía a las tropas. Ejemplos como Stubby, el perro que fue mascota de la 102.ª Infantería de la 26.ª División Yankee y que llegó a aprender las señales y saludos militares, o Togo, el gato que acompañó a la tripulación del acorazado HMS Dreadnought, ilustran el impacto de estos compañeros en los soldados.

El medio destaca que también se sumaron como mascotas en trincheras y barcos cabras, zorros, monos, cerdos, osos y ratones, contribuyendo a elevar la moral en medio de las adversidades.

Especies inesperadas y creatividad en el frente

Ciertas especies inesperadas, como los hurones, también ocuparon un lugar en el frente. Fueron utilizados para localizar conejos en galerías subterráneas y proporcionar alimento a las tropas cuando el racionamiento aumentaba. Llegaron a recibir privilegios poco habituales, como pasaportes propios y chaquetas de camuflaje en miniatura, según National Geographic.

Desde hurones con uniformes diminutos
Desde hurones con uniformes diminutos hasta cerdos y monos convertidos en mascotas del regimiento, la inventiva soldado-animal reflejó la necesidad de adaptación durante la guerra (Imagen Ilustrativa Infobae)

El costo y el reconocimiento

El costo de la guerra para los animales fue devastador. El agotamiento, las heridas por metralla y disparos, y la exposición a enfermedades causaron un elevado número de pérdidas. La Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales estima que entre 1914 y 1918 murieron 484.143 caballos británicos.

Estas cifras evidencian el sufrimiento y la vulnerabilidad de los animales en el frente, quienes no evitaron las penurias del conflicto pese a su indispensable contribución.

El reconocimiento a estos “soldados involuntarios” persiste en la memoria colectiva. En Liverpool, la tumba del caballo de guerra Blackie rinde homenaje a uno de los numerosos equinos que sirvieron en la contienda. El Dispensario Conmemorativo de Animales de Guerra ofrece atención veterinaria gratuita a animales enfermos o heridos, perpetuando el recuerdo de sus sacrificios.

En Londres, el Monumento a los Animales de Guerra, obra del escultor David Backhouse, erige un testimonio de gratitud hacia todas las especies que acompañaron a las fuerzas británicas y aliadas en los campos de batalla.

La memoria de la Primera Guerra Mundial se mantiene viva, también, a través del homenaje a los animales que, sin voz propia, compartieron el destino de los soldados y dejaron una huella imborrable en la historia de los conflictos bélicos.

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