Por qué angustia “Adolescencia”, la serie de Netflix: cuatro consejos para acompañar esa etapa y evitar el “mi hijo nunca haría eso”

En la ficción, un chico de 13 años es detenido por el homicidio de una compañera de escuela. El bullying, la violencia anónima en redes y la exploración de la sexualidad son parte de una obra que da cuenta de la época

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"Adolescencia" está entre las series
"Adolescencia" está entre las series más vistas de los últimos días. Jamie, de 13 años, es acusado y detenido por el homicidio con arma blanca de una compañera de escuela (Foto: Netflix)

Sin bombos ni platillos, sin anuncios que avisaran de qué se trataría y cuándo se estrenaría, la serie Adolescencia apareció entre las opciones para ver en Netflix hace apenas algunos días. No tardó en escalar en el ranking y convertirse en una de las más vistas en todo el mundo. Tampoco tardó en llamar la atención de críticos, sorprendidos por la crudeza de la historia que cuenta, por la crudeza de cómo la muestra y, también, por las decisiones técnicas que tomaron los realizadores: los cuatro capítulos de Adolescencia son, cada uno, un larguísimo plano secuencia que no da respiro. El agobio que atraviesa a los personajes es palpable de este lado de la pantalla porque ese plano equivale a que no haya descanso.

Adolescencia empieza con un operativo policial de los ruidosos, de esos en los que un grupo de operaciones especiales de la Policía baja de una camioneta como en una coreografía, rompe una puerta y grita “¡todos al suelo!”. Avanzan por una casa de doble planta de un pueblo de la periferia inglesa y le gritan a Jamie, el victimario al que fueron a buscar, que se levante de la cama, que muestre las manos, que está acusado de homicidio y que tiene derecho a no decir nada en su contra.

El investigador de la Policía que le enumera sus derechos a Jamie también le pregunta si quiere cambiarse la ropa: en medio de la violenta irrupción policial, Jamie se hizo pis encima, el miedo ni siquiera le permitió darse cuenta de que eso había pasado. Acepta que su papá lo ayude a cambiarse. Jamie tiene 13 años y lo acusan de haber matado de siete puñaladas a Katie, una compañera de escuela que fue encontrada muerta apenas unas horas antes. No pasaron más de cinco minutos del primer capítulo cuando nos enteramos de eso, y la angustia se instala hasta la escena final de la serie.

Como había ocurrido con Bebé Reno, otra producción británica que se estrenó en Netflix sin previo aviso y se convirtió en tema de conversación en todo el mundo, Adolescencia es, sobre todo, incomodísima. No sólo por el agobio que pueda suponer como espectadores, incluso por las decisiones cinematográficas que tomaron sus realizadores, sino sobre todo porque todo el tiempo abre nuevas pestañas sobre el escenario emocional en el que se produjo el asesinato.

Jamie no es popular pero quiere serlo, igual que sus otros dos amigos no populares. El colegio al que va es un colegio en el que uno de los populares puede convertirse en un “matón” cada vez que almuerzan, y exigirle plata a alguno de los estudiantes menos visibles. Exige con empujones y con patadas, y mientras tanto insulta. El bullying está a la orden del día en el colegio, y Jamie, se verá con el correr de la serie, es una de sus víctimas.

Cuando van a buscarlo para
Cuando van a buscarlo para detenerlo, Jamie se hace pis encima. Esa fina línea entre ser un niño y estar creciendo se ve a la perfección en ese detalle (Netflix)

Las fotos íntimas que una alumna decidió compartir con un compañero de repente circulan entre todos los varones. Todos saben cómo son los pechos de esa chica que creyó que iba a saberlo nada más que uno. Algunos de los alumnos graban sus videos cortos para TikTok en los que lo más importante que hay para decir es que tienen dinero y quieren más. Los profesores del colegio se enteran cómo pueden de cuáles son los temas de conversación entre esos chicos a los que ven a diario, la mayoría de las veces se enteran pero no llegan a decodificarlos.

Con los padres y las madres parece pasar lo mismo. Como los de Jamie, que sobre el final de la serie, cuando su hijo les confirma que va a declararse culpable ante el juez, repasan con angustia cómo lo criaron y piensan en todas las horas que pasó encerrado y en silencio en la habitación, “metido en su mundo, en la computadora”, dicen. Y también con el policía que dirige la investigación acusatoria, que le promete a su hijo más tiempo de calidad en medio de la angustia por el caso.

Es ese hijo el que le traduce el significado de los mensajes que, a través de emojis, la víctima le dejaba al victimario en su perfil de Instagram. Hasta ese momento, ese investigador no había descubierto que en esos mensajes había violencia, bullying, acoso. Incluso creía que había halagos. En Adolescencia, la conversación entre los chicos luce como un jeroglífico para los adultos.

Los varones están convencidos de que existe “la regla del 80 - 20″, impulsada por Andrew Tate -un influencer real, propagador de la misoginia, multimillonario, ex luchador de kickboxing, que está siendo juzgado por tráfico de personas-. La “regla” supone que al 80% de las mujeres les gusta el mismo 20% de varones”, así que hay muchas probabilidades de quedar por fuera de ese círculo de “elegidos”.

La serie también cuenta cómo opera el mandato sobre qué es ser un varón: a Jamie le gustaba dibujar, pero a su padre le parecía que mejor ir a fútbol primero y a boxeo después. Ese padre se acuerda de la vergüenza que sentía en los partidos, cuando su hijo jugaba mal y los otros padres lo miraban con cara de saber que no había pasta en esas piernas. Jamie también se acuerda: se lo cuenta a la psicóloga que lo acompaña en su detención y evalúa si está en pleno uso de sus facultades mentales.

El ex luchador de kickboxing
El ex luchador de kickboxing y 'streamer' Andrew Tate en una foto de archivo. Es mencionado en la serie como un influencer respecto de los mandatos de la masculinidad. Está acusado por trata de personas @COBRATATE

Ese padre, que en la primera escena les grita a los policías que están cometiendo un error, que cómo su hijo va a ser un asesino, es el mismo que, sobre el final de Adolescencia, le pide perdón a ese hijo por todo lo que hizo y todo lo que no hizo para que las cosas llegaran a donde llegaron. Todas esas horas de ausencia, esos gritos a la madre a la hora de enojarse, ese empeño para que fuera como todos los varones, esa resignación ante la puerta cerrada de su cuarto adolescente, esa ira contenida que los habita a los dos.

La serie angustia porque todo lo que cuenta está a la orden del día. Tanto que su director dijo que no se habían basado en un caso real en particular, sino en muchos. Quien tenga un adolescente cerca sabe que las puertas de las habitaciones se cierran, que la conversación vía redes sociales queda en un punto ciego para los adultos, que algo de la construcción de ese mundo privado es definitoria de esa etapa y que, también, ese mundo privado no es de alguien completamente autónomo.

Angustia porque el bullying y sus reacciones iracundas o depresivas o las dos cosas salen en los noticieros, porque la circulación de imágenes íntimas -incluso generadas con IA para vulnerar- está entre nosotros y porque los mandatos sobre qué es un hombre y qué es una mujer, también. Porque casi cualquier padre o madre coincidiría en, como primer reflejo, pensar “mi hijo nunca haría algo así”, aunque esté lleno de familias que, ante la tragedia, descubren un mundo que nadie veía a pesar de que estuviera allí, delante de sus ojos.

Infobae consultó con psicoanalistas y psiquiatras especializadas en adolescencia sobre cómo estar cerca de esos chicos que empiezan a levantar muros y construir su cosmovisión por fuera del núcleo de crianza, pero que siguen necesitando la compañía de ese núcleo para ordenarse y sentirse menos solos.

Ya no es un niño pero no es un adulto: no es momento de descuidar

“La serie muestra algo que ocurre mucho durante la adolescencia, que es que, sin quererlo, los padres descuidan a los chicos. Esos encierros largos de los chicos en sus habitaciones, o dentro del celular o la computadora incluso estando en la misma habitación, hace sentir que son inescrutables”, dice la médica psicoanalista Sara Zusman de Arbiser, integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Katie, la estudiante asesinada en
Katie, la estudiante asesinada en la serie, agredía a Jamie a través de redes sociales (Créditos: Youtube/Netflix)

“Es una etapa en la que la línea de dejarlos en libertad y dejarlos solos es muy delgada, porque efectivamente ese chico está entrando en el mundo adulto. Pero a la vez, está en medio de un duelo por su cuerpo infantil, por los padres de la infancia, y eso ya es muy movilizante. Dar una libertad completa es como olvidarse del hijo, que todavía necesita mucho acompañamiento. Si un chico está todo el día encerrado, algo pasa. Hay que acercarse de alguna manera y dialogar. Cuando un padre o una madre construyeron diálogo desde la primera infancia, van a poder sostenerlo durante la adolescencia, aunque se ponga más difícil”, suma la especialista.

Revisar cómo se transitan los conflictos al interior de la familia

“Los adolescentes de hoy han sido particularmente sacudidos por la pandemia. Por definición es un grupo etario muy sensible al mundo exterior, porque en esa etapa su universo se mueve desde el mundo familiar al mundo externo, en el que se buscan modelos alternativos”, describe Alejandra Doretti, psiquiatra y psicoanalista, también integrante de APA.

“Ahora mismo, cuando mira a su alrededor, ve una época en la que estamos banalizando la violencia cotidiana. Se viralizan escenas de violencia a través de redes sociales y de medios de comunicación. Además, crecen en un mundo en el que la violencia es más fácil de ejercer que antes, a través del anonimato en redes sociales. Estamos en un momento en el que el bullying es uno de los grandes factores de riesgo de cara al suicidio”, sostiene.

Y aconseja: “Hay familias que dirimen sus conflictos a través de la palabra, el pensamiento, la conversación. Y otras que favorecen más la actuación, la acción, la descarga del impulso sin que medie el razonamiento. Estos modelos se maman desde chicos, por eso es importante revisarlos”. De esa manera, sugiere, se pondrá a ese adolescente más a salvo del entorno violento que lo rodea en la actualidad.

Cómo evitar la idea de “mi hijo no haría algo así”

“‘Yo no lo crié así' es una reacción muy frecuente en padres que se encuentran con un hijo que de repente realiza una acción que no esperaban. No hace falta algo extremo, como el homicidio que se ve en la serie. A veces es el consumo de alguna sustancia o algún comportamiento inesperado en la escuela lo que sorprende a esos padres”, explica Zusman.

La escena final de 'Adolescencia'
La escena final de 'Adolescencia' busca hacer una reflexión sobre la responsabilidad de los padres de Jamie en sus actos

“Eso aparece cuando los padres no están conectados con su hijo. Tienen un hijo ideal en su cabeza y, de repente, se encuentran con su hijo de carne y hueso que tal vez ha hecho algo que no les gusta, que los decepciona. La clave para que esto no ocurra es la misma que para no descuidar a ese hijo en pleno crecimiento, porque todavía no es un adulto: dialogar, conocerlo, conocer sus intereses, sus emociones”, sostiene la especialista.

Para Zusman, no se trata sencillamente de proveer ropa, comida, lo que un chico necesite para la escuela o, incluso, todo un universo de actividades complementarias a las fundamentales. “También tiene que haber espacio primero para jugar cuando son chicos, porque el juego es el lenguaje de los niños, y después, para el diálogo, que se va construyendo a través de ese juego infantil y que hace que ese hijo se sienta acompañado y que ese padre realmente lo conozca y no se sorprenda con actitudes o acciones que no le hubiera atribuido antes”, dice.

Estar cerca sin invadir la privacidad

“En el consultorio, los padres nos preguntan mucho si determinados acercamientos son invasiones a la privacidad de sus hijos. Están confundidos al respecto porque, además, el uso de las redes sociales abrió una nueva dimensión respecto de la privacidad de un adolescente, algo que hace no mucho no pasaba”, describe Doretti.

“Lo cierto es que hay que estar muy cerca de un hijo, porque es la manera de contenerlo y también de saber qué está atravesando. Hay que ofrecer todo el tiempo la casa como lugar de reunión con los amigos, hay que conocer a esos amigos porque son los que rodean a nuestro hijo, hay que ofrecer llevar y traer de una fiesta, porque los chicos cuentan mucho en esas situaciones y porque también uno puede ver cómo salieron de eesa fiesta”, sigue la especialista.

Para Doretti, “hay que tratar de favorecer la discusión al compartir actividades como ver una serie, ver una película o incluso ver las noticias porque eso permite saber qué piensan, cómo se sienten”. “Es cierto que hay muchas cuestiones a las que los adultos no podemos acceder porque ocurren en el mundo virtual, que es más individual y más efímero, pero los chicos sí quieren dialogar, incluso a veces para discutir, para decirnos que piensan distinto de los adultos. Pero aún en esa situación, uno escucha por dónde están circulando, cómo se están sintiendo, en qué están pensando”, concluye la psicoanalista y psiquiatra.

Adolescencia angustia porque muestra un mundo lleno de violencia y lleno de vulnerabilidades que está ahí, en nuestro día a día, pero que luce encriptado. Es trabajoso descifrar a un adolescente, pero tal vez esa sea la forma de cuidar en esa etapa de la vida.

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