
En Francia se las llama “asistentes a domicilio”. Mayoritariamente mujeres, se dedican a atender las necesidades de personas mayores que ya no se pueden valer por sí mismas. En ese país trabajan a través de asociaciones que son las que intermedian entre los adultos que necesitan de sus servicios y las trabajadoras. De estos temas se ocupa la socióloga Christelle Avril en una investigación que en la Argentina ha sido publicada por la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Las asistentes a domicilio para personas mayores en Francia pasaron de treinta mil en los años setenta a quinientas mil en 2022. Este dato ayuda a comprender por qué este fenómeno ha llamado la atención de numerosos estudios socioeconómicos en la actualidad.
Estas mujeres que reciben la denominación de asistentes a domicilio presentan la particularidad de realizar la mayor parte de sus tareas en casas particulares. A lo largo del día recorren las calles yendo de un hogar a otro para quedarse en promedio una hora y media en cada uno de ellos. En cada lugar hacen la limpieza, preparan la comida, ordenan, se encargan del papeleo, ayudan a personas mayores en su higiene personal o cuando se visten.

“El trabajo ejecutado por las asistentes a domicilio está, primordialmente, expuesto a factores de dificultad física. En cada hogar realizan varias tareas de manutención, como llevar las compras, trasladar la aspiradora de una pieza a otra, incluso de un piso a otro, llevar la ropa para colgarla, sacar la basura, desplazar una cama o una cómoda para barrer”, dice Christelle Avril en su libro titulado Las asistentes a domicilio, otro mundo popular. “Las tareas de manutención son áreas domésticas, pero en este empleo, también son tareas que tienen por objeto a las personas mayores en sí mismas. Las asistentes a domicilio alzan a las personas mayores para ayudarlas a salir de la cama o de la bañadera, a levantarse de una silla o un sillón, o para caminar; algunas deben empujar una silla de ruedas, incluso en la calle, donde a veces se hace difícil maniobrar”, aclara Avril.
En Francia, estas trabajadoras “no le dedican todo el día a una misma persona mayor (lo que haría un familiar o una empleada viviendo en la casa) sino que, del mismo modo que un plomero, un técnico en televisores o un médico, ‘intervienen’ cada día en el domicilio de varias personas”. Así, en promedio, dice esta socióloga, “acuden a unos cuatro o cinco hogares por día”.
Otra característica de este tipo de asistencia es el condicionamiento de tiempo: las trabajadoras deben cumplir con cierta cantidad de tareas en un tiempo limitado, además de atender las solicitudes puntuales de las personas mayores. Muchas veces tienen que interrumpir una tarea para realizar otra, de improviso. Se trata entonces de tres tipos de tareas, las de limpieza, las de cuidado directo de la persona mayor, y las que consisten en satisfacer sus demandas.
Pero quizás uno de los aspectos a destacar en cuanto a las asistentes a domicilio es que estas desarrollan un trabajo relacional cuya dimensión más visible es la conversación. Son a veces las únicas interlocutoras de las personas mayores en el día. Algunos, incluso, esperan poder comentar con la asistente la telenovela que están mirando, o las noticias que ven en los informativos.

Un factor a tener en cuenta, en el caso de Francia, es la procedencia de las mujeres que se dedican a este trabajo. Hay una gran cantidad de inmigrantes, y otro tanto de ex obreras que perdieron su fuente laboral por distintos motivos. En muchos casos, sobre todo en el de las inmigrantes que proceden de países árabes o de países africanos, pueden encontrarse con la resistencia de algunas personas que tienen prejuicios de tipo racial.
La regulación de este tipo de trabajo se realiza a través de las asociaciones que se encargan del reclutamiento, la contratación, la capacitación de las asistentes e incluso cierto tipo de contención, que las mismas reconocen. El hecho de poder reunirse entre ellas con cierta periodicidad y de contar con supervisión y el posible asesoramiento por parte de profesionales es un hecho que estas mujeres destacan en las entrevistas que realizó Christelle Avril en su investigación.
¿Y por casa, cómo andamos?
En Argentina todavía no se ha catalogado este tipo de asistencia, si bien es un servicio cada vez más demandado. El problema se resuelve con fórmulas sui generis. Por el momento, lo que se observa cada día más es la transformación de empleadas domésticas en asistentes de personas mayores, cuando todavía no son necesarias las intervenciones de personal especializado como las enfermeras y los enfermeros, o los llamados “acompañantes terapéuticos”. Esto conlleva un cambio de estatus que no está aún reconocido y que puede acarrear injusticias. Muchas veces la que hasta entonces realizaba tareas de limpieza se ve confrontada a otro tipo de necesidades de las personas para las cuales trabaja. Requerimiento de atención a problemas de salud, necesidad de un mayor acompañamiento, intervención de familiares con directivas contrapuestas y, salvo excepciones, una falta de compensación salarial ante las nuevas tareas. Esto sin mencionar que por el momento no se conocen asociaciones que permitan la capacitación de las personas que ven transformado su estatus laboral y que favorezcan la agrupación de las trabajadoras, lo cual permitiría el intercambio y la contención de las mismas.
Lo innegable es que, reconocido o no, este tipo de empleo ya existe en la práctica y no hará más que crecer, por la proporción cada vez mayor de personas longevas.
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