
El concepto de madurescencia ha irrumpido en el debate social y académico como una categoría que redefine la experiencia de quienes transitan la etapa situada entre la adultez y la vejez.
Esta noción responde a la necesidad de un sector creciente de la población de reconocerse en una identidad propia. La madurescencia se presenta como una fase vital caracterizada por la reinvención personal, la búsqueda de nuevos objetivos y la resignificación de la experiencia acumulada, en un contexto de profundas transformaciones demográficas, culturales y tecnológicas.
El término fue introducido en 2006 en un artículo de la Harvard Business Review por Robert Morison, Tamara Erickson y Ken Dychtwald, bajo el título “Managing Middlescence”.
En el artículo, los autores exploran cómo los empleados de media carrera (generalmente entre 35 y 55 años) experimentan agotamiento, estancamiento y aburrimiento en sus roles profesionales. Se basan en una investigación que revela que solo el 33% de los 7.700 trabajadores encuestados se sienten energizados por su trabajo, mientras que el 36% considera que están en empleos sin futuro.
La madurescencia se distingue de la adolescencia, con la que comparte el carácter de etapa emergente, pero se diferencia por el bagaje de conocimientos y vivencias que portan quienes la atraviesan, así como por la naturaleza de los cambios y desafíos que enfrentan.

El perfil se asocia principalmente a las generaciones nacidas entre los años 40 y 70, en particular a los denominados baby boomers. Este grupo ha sido testigo y protagonista de transformaciones históricas de gran calado: desde la transición de regímenes autoritarios a democráticos, pasando por la revolución de los derechos de la mujer y la diversificación de los modelos familiares, hasta la irrupción de la tecnología digital en la vida cotidiana.
Han pasado de escribir cartas a comunicarse por mensajería instantánea, y de utilizar máquinas de escribir a gestionar su salud a través de dispositivos inteligentes. Muchos de ellos, tras haber alcanzado posiciones de dominio en sus campos, se han visto obligados a reaprender y adaptarse a escenarios en constante cambio, lo que ha generado una dinámica de aprendizaje continuo.

En el ámbito laboral, la madurescencia plantea retos y oportunidades específicos. Según el análisis de Harvard Business Review, las empresas deberían ofrecer nuevos desafíos, formación y la posibilidad de ejercer roles de mentoría, aprovechando su experiencia y conocimientos organizacionales.
La tendencia a asociar el talento exclusivamente con la juventud ha llevado a la exclusión prematura de profesionales experimentados, pese a que la transformación de los mercados demanda precisamente la combinación de experiencia y capacidad de adaptación.
En este sentido, la reinvención profesional y el desarrollo de una marca personal sólida se han convertido en estrategias clave para quienes buscan prolongar su vida activa y seguir aportando valor.

El impacto de la madurescencia se refleja también en el consumo y la participación social. De acuerdo con diversos informes, el 68% de la población madurescente no se siente representada por la publicidad actual, lo que evidencia la necesidad de productos y servicios adaptados a sus preferencias y estilos de vida. A diferencia de generaciones anteriores, que al cumplir 50 años eran considerados “viejos”, los madurescentes actuales rechazan esa etiqueta y buscan aprovechar el tiempo para reinventarse y disfrutar de nuevas experiencias.
Cómo será el mundo en 2050
El fenómeno de la madurescencia se inscribe en un contexto de cambio demográfico global. Según la Organización Mundial de la Salud, para 2050 la población mundial de 60 años y más se duplicará respecto a la actualidad, lo que plantea desafíos en términos de integración social, calidad de vida y sostenibilidad de los sistemas de protección social.
En Argentina, los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) muestran que en 2022, casi el 12% de la población tenía 65 años o más, frente a poco más del 2% en 1914. El índice de envejecimiento, que mide la relación entre personas de 65 años pasó de 24 en 1970 a 53 en 2022.

La feminización de la vejez es otro rasgo destacado: en el grupo de 85 años y más, hay 228 mujeres por cada 100 varones, según el INDEC.
Además, alrededor del 70% de quienes residen en hogares para personas mayores son mujeres. En cuanto a la seguridad económica, en 2022, casi 9 de cada 10 personas en edad jubilatoria recibían jubilación o pensión, aunque la informalidad laboral y las brechas de género afectan especialmente a las mujeres, que en promedio perciben 73 pesos por cada 100 que reciben los varones.
El mercado laboral en Argentina
La participación de las personas mayores en el mercado laboral disminuye con la edad, pero el 29,3% de quienes tienen entre 60 y 74 años sigue trabajando, motivados tanto por razones económicas como por el deseo de mantenerse activos.

El acceso a la tecnología también ha crecido de forma sostenida: en 2023, el 86,4% de las personas de 60 años y más utilizaba al menos un dispositivo TIC, y casi el 85% usaba teléfono celular. La actividad cultural se mantiene elevada, con el 40% de las personas de 65 años y más declarando haber leído al menos un libro en el último año.
La madurescencia representa una etapa vital marcada por la flexibilidad, la creatividad y la búsqueda de sentido, en la que la experiencia y la capacidad de adaptación se convierten en activos fundamentales. Este proceso desafía los estereotipos edadistas y exige la construcción de una sociedad más inclusiva, capaz de reconocer y aprovechar el potencial de quienes transitan esta nueva edad.
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