
La lagartija cornuda de Texas atraviesa una de las etapas más críticas para su supervivencia debido a la reducción de su población, ocasionada por la pérdida de hábitat, la expansión urbana y la llegada de especies invasoras.
Según National Geographic, este reptil, reconocido tanto por su particular apariencia como por su relevancia cultural en Texas, motivó una movilización social y científica inédita en la región. Equipos de conservación buscan restaurar la especie en sus ecosistemas originales, mientras ciudadanos y estancieros participan activamente en el esfuerzo colectivo.
La presencia de la lagartija cornuda de Texas, declarada reptil estatal en 1993, disminuye de manera continua en su área de distribución. Hace unos 50 años, era habitual que los niños encontraran estos reptiles durante sus juegos, como recordó el granjero Wade Smith: “En los años 70 podíamos ver estos ‘pequeños dinosaurios’ por doquier”, relató Smith a National Geographic.
Esta situación cambió de forma drástica: extensas zonas que antes albergaban la especie quedaron prácticamente despobladas tras décadas de desarrollo urbano y modificación de la vegetación. El entorno natural fue reemplazado por pastos foráneos poco aptos y la proliferación de la hormiga de fuego, una especie invasora que disminuyó la población de hormigas cosechadoras, alimento principal de la lagartija.

Un símbolo texano en peligro y la respuesta de la comunidad
El valor de esta especie va más allá de su función como mascota universitaria y símbolo deportivo. Su imagen figura en patentes de autos, murales, aviones y leyendas populares, como la de Ol’ Rip, la lagartija de Eastland que, según la tradición, sobrevivió 31 años sellada en una cápsula del tiempo.
Diane Barber, curadora principal de ectotermos en el zoológico de Fort Worth, resaltó a National Geographic el vínculo especial entre este animal y la población local: “Es inusual registrar ese tipo de vínculo entre un reptil y la gente”, indicó Barber.
En su opinión, el carisma de la especie y su relación con la identidad texana explican la voluntad de preservarla.

El Fort Worth Zoo fue clave en las labores de recuperación. Hace 25 años, la institución identificó las condiciones óptimas de temperatura y humedad para la reproducción en cautiverio, sentando las bases para programas de cría especializados.
Desde 2017, el equipo dirigido por Barber ha reintroducido cerca de 1.650 ejemplares nacidos en laboratorio en ecosistemas nativos, superando cifras de proyectos previos.
Para asegurar la supervivencia, los técnicos seleccionan cuidadosamente los emparejamientos para mantener la variabilidad genética y atienden a las crías bajo estricta vigilancia: los neonatos requieren alimentación frecuente, humedad adecuada y control térmico para desarrollarse de manera óptima.

Reintroducción, monitoreo y esperanza para la especie
La liberación de ejemplares en la Mason Mountain Wildlife Management Area, una reserva de 2.225 hectáreas en el centro de Texas, representa el primer intento extensivo de reintroducción controlada.
En este lugar, expertos de la Universidad Cristiana de Texas (TCU) colaboran con el equipo del zoológico para monitorear movimientos y supervivencia. Antes de la liberación, los biólogos colocan etiquetas armónicas en los animales para localizarlos por radiofrecuencia.
Kira Gangbin, estudiante de doctorado vinculada al proyecto, explicó que esta tecnología permite identificar zonas con mayor probabilidad de éxito y detectar amenazas persistentes. Los resultados iniciales son prometedores: desde 2017 se documentaron al menos 25 nacimientos de crías en libertad, lo que demuestra que los ejemplares reintroducidos comenzaron a reproducirse por sí mismos.

El avance del programa depende también de la comunidad. Cada vez más granjeros texanos ofrecen sus terrenos para futuras liberaciones, impulsados por el profundo apego a la especie. “Son una cuestión afectiva”, subrayó Smith en sus conversaciones con National Geographic.
Por el fuerte interés de la comunidad, Barber informó que incluso existe una lista de espera para incorporar nuevas propiedades privadas al plan de reintroducción; sin embargo, todavía es necesario perfeccionar técnicas de gestión y ampliar el conocimiento sobre los requerimientos ecológicos antes de aplicar el sistema de manera generalizada.
Actualmente, la recuperación de la lagartija cornuda de Texas impulsa tanto el trabajo de los especialistas como el deseo de quienes la recuerdan en su entorno natural. Mientras la ciencia extiende el alcance del programa, persiste la esperanza colectiva de restaurar este símbolo vivo en los paisajes texanos, como concluye National Geographic.
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