En el corazón de Manhattan, donde los rascacielos simbolizan poder y riqueza, una torre inacabada se ha convertido en un emblema del fracaso inmobiliario.
El edificio 1 Seaport, un lujoso condominio de 60 pisos, debía ofrecer vistas inigualables del East River y amenidades de alto nivel.
Sin embargo, lo que prometía ser un hito arquitectónico terminó inclinado, abandonado y envuelto en litigios.
Según The New Yorker, su historia es un reflejo de las tensiones entre la ambición desmedida y los riesgos de construir en terrenos inestables.
Un proyecto ambicioso y ventas exprés
La fiebre de los rascacielos de lujo en Nueva York creció exponencialmente tras la crisis financiera de 2008.
En Manhattan, muchos de estos edificios se concentraron en la llamada Billionaires’ Row, donde inversionistas internacionales y celebridades adquirían unidades con precios que superaban los 30 millones de dólares.
1 Seaport, aunque dirigido a un mercado apenas inferior, también aspiraba a atraer compradores adinerados con su diseño de cristal y exclusivas amenidades, como una piscina infinita en el piso 30 y un spa de hidroterapia.
El proyecto atrajo la atención del agente inmobiliario Fredrik Eklund, conocido por el programa Million Dollar Listing New York, quien vio en la torre la oportunidad de su vida.
Para obtener la representación exclusiva del edificio, Eklund debía vender 20 unidades en apenas ocho semanas, lo que consiguió tras una gira de ventas por Londres y otras ciudades extranjeras.
Entre los compradores estaba la familia Miu, de Nueva Jersey, que firmó un contrato en 2017 y depositó casi 400 mil dólares para asegurarse un departamento de casi dos millones.
Pero lo que los compradores no sabían era que la construcción estaba a punto de enfrentar problemas estructurales serios.
Retrasos y un rascacielos que se inclina
El calendario inicial del proyecto preveía que las unidades estuvieran listas para su entrega en 2018, pero los plazos se fueron postergando sin explicaciones claras.
No fue hasta junio de 2019 que Fortis Property Group, la empresa desarrolladora, reconoció el problema: la estructura del edificio estaba inclinada hasta ocho pulgadas en el lado norte.
El hallazgo trajo a la memoria casos históricos de torres inclinadas, desde la Torre de Pisa hasta la mezquita al-Nuri de Mosul.
Sin embargo, a diferencia de estos edificios que se han convertido en atractivos turísticos, la inclinación de 1 Seaport no tenía ningún valor estético ni cultural: era simplemente un error de ingeniería.
El origen del problema se encontraba en los cimientos. El terreno de 161 Maiden Lane no era ideal para una torre de esta magnitud.
En lugar de estar sobre una base de roca sólida, como la mayoría de los rascacielos de Manhattan, el suelo estaba compuesto por un relleno de escombros coloniales, sedimentos glaciales y restos de antiguos muelles y barcos.
Los ingenieros recomendaron una cimentación profunda con pilotes que llegaran hasta el lecho rocoso a 155 pies de profundidad.
Sin embargo, Fortis optó por un método más barato y rápido: la “mejora del suelo”, que consistía en inyectar concreto para compactar el terreno.
A pesar de las advertencias de expertos, la desarrolladora apostó por esta alternativa con la esperanza de ahorrar seis millones de dólares.
El resultado fue un desastre. El peso del edificio provocó asentamientos desiguales, haciendo que la estructura comenzara a inclinarse conforme avanzaba la construcción.
Condiciones precarias y un accidente mortal
La crisis estructural no fue el único problema del proyecto. Desde el inicio, la obra estuvo marcada por irregularidades laborales y fallos de seguridad.
Uno de los incidentes más trágicos ocurrió en septiembre de 2017, cuando el carpintero ecuatoriano Juan Chonillo, de 44 años, cayó desde el piso 29 al vacío mientras trabajaba en una plataforma mal asegurada.
A pesar de las reiteradas advertencias de seguridad, la empresa contratista SSC High Rise no había implementado medidas adecuadas.
La muerte de Chonillo generó protestas sindicales y una multa de apenas 10 mil dólares, un castigo irrisorio considerando las ganancias del proyecto.
En 2018, SSC High Rise desapareció sin previo aviso y su reemplazo descubrió que la estructura ya estaba inclinada tres pulgadas.
En un intento desesperado por corregir el problema, los pisos superiores se construyeron con un ligero desvío en la dirección opuesta para contrarrestar la inclinación, pero esto solo empeoró la situación.
Un abogado describió el edificio ante un juez con una frase lapidaria: “Está en forma de banana”.
Juicios, abandono y el futuro incierto
Los conflictos entre Fortis y la constructora italiana Pizzarotti desembocaron en una batalla legal de más de 24 demandas en tribunales.
Mientras los compradores intentaban recuperar su dinero, la obra se detuvo completamente en julio de 2020, dejando una estructura a medio terminar que se ha convertido en un ícono del fracaso inmobiliario en la ciudad.
En 2021, un administrador judicial tomó control de la propiedad, pero el edificio sigue vacío y deteriorándose.
En 2023, un grupo de grafiteros escaló hasta los últimos pisos y cubrió la fachada con enormes letras, evidenciando la falta de seguridad y mantenimiento en el lugar.
A la fecha, nadie quiere comprar una unidad en un rascacielos inclinado, y la reparación del problema estructural costaría cientos de millones de dólares, una inversión poco atractiva incluso en un mercado de lujo como el de Manhattan.
Una advertencia para el futuro
El caso de 1 Seaport no es único. En San Francisco, la Millennium Tower también presentó una inclinación preocupante y requirió una costosa intervención para estabilizarse.
En Nueva York, los rascacielos de lujo han enfrentado críticas por problemas de diseño, como el excesivo balanceo en algunos edificios de Billionaires’ Row.
Lo que hace único el caso de 1 Seaport es que, a diferencia de otros proyectos que lograron corregir sus fallos, este nunca llegó a completarse.
En una ciudad donde la competencia inmobiliaria es feroz y las apuestas por innovaciones arquitectónicas son cada vez más altas, 1 Seaport es un recordatorio de lo que puede suceder cuando el ahorro de costos y la prisa por construir pesan más que la seguridad y la planificación.
Por ahora, la torre sigue en pie, un testimonio mudo de la ambición desmedida y los errores fatales que marcaron su historia.