Después de una noche electoral que dejó en suspenso al país, Donald Trump regresará oficialmente a la Casa Blanca en las próximas semanas. Su victoria frente la candidata demócrata Kamala Harris marca un retorno sin precedentes, el cual solo cuenta con un antecedente en la historia estadounidense: el del presidente Grover Cleveland en el siglo XIX.
Con 78 años, Trump retoma el poder con un fuerte respaldo popular, obteniendo no solo los votos electorales necesarios, sino también una inesperada ventaja en el voto popular, lo cual refuerza su nuevo mandato. Su discurso de victoria, que llevó a cabo en West Palm Beach, Florida, estuvo cargado de promesas de una “edad de oro” para el país, destacando su lema de “hacer grande a Estados Unidos de nuevo” y prometiendo soluciones para algunos de los problemas más complejos que enfrenta la nación, como la inmigración y la economía.
El regreso de Trump al poder se debe en gran parte a su desempeño en estados clave como Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte y Wisconsin, los cuales habían sido decisivos para su derrota en 2020. Este triunfo se tradujo en un avance rápido hacia los 270 votos electorales necesarios para ganar, impulsado por su mensaje enfocado en temas de inmigración, seguridad y economía. A diferencia de la elección de 2016, en esta ocasión Trump no solo venció en el Colegio Electoral, sino que también obtuvo el voto popular, un hecho que resalta la dimensión de su victoria en términos políticos.
¿Cuándo regresará Donald Trump a la Casa Blanca y cómo será la toma de protesta?
El 20 de enero de 2025, Donald Trump será investido nuevamente como presidente de los Estados Unidos en una ceremonia que, como marca la tradición, se realizará en los escalones del Capitolio en Washington D.C. Este evento, conocido oficialmente como el Día de la Inauguración Presidencial, simboliza la transición pacífica del poder, una de las piedras angulares de la democracia estadounidense. Desde la primera investidura de George Washington en 1789, esta ceremonia ha incluido símbolos y tradiciones que representan la continuidad de gobierno, así como la unidad nacional en medio de los cambios políticos.

En la inauguración, el presidente electo, acompañado de su vicepresidente J.D Vance, prestará juramento de lealtad al país y a la Constitución. La Corte Suprema, representada por su presidente, administra el juramento tanto del vicepresidente como del presidente, quien se compromete públicamente a “preservar, proteger y defender la Constitución de los Estados Unidos, empleando en ello el máximo de sus facultades”. Este juramento, que incluye la posibilidad de optar entre “jurar” o “afirmar” el cargo (como hizo Franklin Pierce en 1853), es el único requisito específico establecido por la Constitución para asumir la presidencia, dejando libertad para la organización de los demás actos y tradiciones de la ceremonia.
Como es costumbre, después del juramento, Trump pronunciará un discurso inaugural, una tradición seguida por todos los presidentes desde Washington. Este discurso suele marcar el tono de la administración entrante y señalar las prioridades del nuevo gobierno, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. En esta ocasión, se espera que Trump reafirme su promesa de una “edad de oro” para los Estados Unidos y destaque temas prioritarios para su mandato, como la seguridad fronteriza y las reformas económicas. La retórica, que en los últimos meses ha sido directa y polarizadora, podría reflejarse en su mensaje inaugural, y se anticipa que enfatizará la unidad de sus seguidores en torno a su visión del país.
Por su parte, Comisión Conjunta del Congreso para Ceremonias de Toma de Posesión es la entidad encargada de planificar la inauguración, en la que participan tradicionalmente tanto demócratas como republicanos. Para el público, el Congreso distribuye una cantidad limitada de entradas gratuitas, otorgadas por los miembros congresistas, que permiten a los ciudadanos asistir y observar el juramento desde los terrenos del Capitolio.
A lo largo de la historia, las inauguraciones presidenciales han incorporado ciertos actos simbólicos que subrayan la trascendencia de esta ceremonia. El presidente electo asiste, habitualmente, a un servicio religioso antes de tomar posesión, una costumbre que inició Franklin D. Roosevelt en 1933. También, desde la investidura de James Madison en 1809, la ceremonia incluye un baile inaugural, que sirve como una celebración oficial y de bienvenida al nuevo mandatario. Otra tradición relevante es el almuerzo conmemorativo en el Capitolio, en el que se suele servir comida representativa del estado de origen del presidente.
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