
Habría que vivir debajo de una piedra para no reconocer la gran estructura de hierro pudelado que se ha erigido como el mayor símbolo representativo de Francia: la torre Eiffel. Algo que ha hecho que la ciudad que la acoge haya recibido un total de 47,5 millones de visitantes al año, según las estimaciones de 2023. Esta cifra es tan representativa que alcanzó casi la mitad de visitas internacionales en todo el país, ya que ese mismo año atrajo a 100 millones de turistas internacionales.
Sin embargo, detrás del esplendor y la prosperidad asociados a la torre, existe una historia poco conocida que revela los orígenes de su financiación y el peso que la historia colonial tuvo en la creación de uno de los iconos de la Belle Époque. Gracias al trabajo de investigación realizado por el New York Times en 2022, se arrojó luz sobre el vínculo directo entre la deuda impuesta a Haití en el siglo XIX y el capital que permitió la construcción de la torre Eiffel a finales de ese mismo siglo.
Una independencia asfixiada por la deuda
Para comprender el vínculo entre Haití y la torre Eiffel, es necesario retroceder hasta finales del siglo XVIII, cuando la antigua colonia francesa de Saint-Domingue, en el Caribe, fue escenario de una de las revoluciones más radicales de la historia: la revolución haitiana. Una insurgencia de esclavos y mulatos, liderada en sus primeras etapas por Toussaint Louverture y, después, por Jean-Jacques Dessalines, logró vencer al ejército napoleónico y proclamar la independencia de Haití en 1804. Haití se convirtió así en la primera república negra del mundo y en el primer Estado moderno surgido de una exitosa revuelta de esclavos, como informa Diario Red.

Sin embargo, la independencia haitiana tuvo un alto costo. Más de veinte años después, el gobierno francés regresó a las costas haitianas, esta vez con una flota de guerra y una exigencia impuesta bajo amenaza de invasión: Haití debía indemnizar a los antiguos colonos y al Estado francés por la “pérdida” de la colonia y sus plantaciones. La suma exigida ascendía a 150 millones de francos, una cifra que superaba en mucho la capacidad de pago del joven país y que sólo pudo afrontarse recurriendo a préstamos de bancos franceses y estadounidenses.
Haití pagó durante generaciones, drenando sus finanzas y limitando su capacidad para invertir en educación, salud o infraestructuras propias. El New York Times calculó, después de revisar miles de documentos y entrevistar a economistas de prestigio internacional, que los pagos realizados por esa “indemnización” supusieron una pérdida de entre 21.000 y 115.000 millones de dólares en crecimiento económico para Haití. Ese drenaje de capital dejó a un país exhausto, sumido en la pobreza y sin los recursos necesarios para su desarrollo.
La banca francesa y las consecuencias del saqueo continuado
Durante todo el siglo XIX, Haití solicitó sucesivos préstamos para tratar de cumplir con la deuda impuesta. El principal intermediario en esa operación fue el Crédit Industriel et Commercial (CIC), banca parisina que repatriaba cada año grandes sumas de dinero procedentes del Banco Nacional haitiano. Estos recursos, originalmente parte de la riqueza producida por la industria agrícola haitiana, acababan financiando proyectos estratégicos y emblemas del desarrollo francés.
La investigación del medio neoyorquino demostró cómo parte de esos fondos sirvieron para financiar la construcción de la Torre Eiffel. Y es que, el monumento se concibió para la Exposición Universal de 1889, evento que buscaba mostrar el poder industrial y la innovación tecnológica francesa. El proyecto elegido, obra del empresario Gustave Eiffel junto con los ingenieros Maurice Koechlin y Émile Nouguier y el arquitecto Stephen Sauvestre, implicaba levantar una estructura de hierro de 300 metros, lo que requería una inversión considerable.
Fue el capital gestionado por la banca francesa —alimentada, en parte, por los recursos extraídos de Haití— lo que permitió llevar adelante esa empresa monumental. Al final del siglo XIX y principios del XX, la relación entre la deuda haitiana y la prosperidad francesa fue más que una simple coincidencia financiera: el saqueo de los recursos haitianos por medio de la deuda sustentaba parte de los avances urbanísticos y arquitectónicos de París.
Sin embargo, el expolio no concluyó con la construcción de la Torre Eiffel, pues en 1914, soldados estadounidenses saquearon las reservas de oro del Banco Nacional de Haití y trasladaron medio millón de dólares a Nueva York, antecedente inmediato de la ocupación militar estadounidense entre 1915 y 1934. La banca estadounidense acabó absorbiendo parte de la deuda haitiana, que siguió pagándose hasta 1947. Haití quedó así atrapada por un ciclo de endeudamiento y control externo, lo que impidió su normal desarrollo y consolidó la pobreza estructural del país.
Aunque la “doble deuda” —la original impuesta por Francia y la contraída por los préstamos para poder pagarla— maniató económicamente a Haití durante más de un siglo, lo cierto es que la banca estadounidense y la corrupción de los legisladores electos han sido otros factores que han impedido el desarrollo del país. Y es que, tanto los gobernantes (que han comunicado abiertamente que aceptan coimas), como los oligarcas que llevan monopolios lucrativos, han participado en la decadencia de Haití, catalogado como uno de los países más corruptos del mundo por Transferencia Internacional.
Una memoria silenciada
El CIC, banco implicado centralmente en la gestión de la deuda haitiana y en el desvío de fondos hacia Francia, sigue existiendo. Sin embargo, como señala el historiador Nicolas Stoskopf en la investigación del New York Times, la institución ha borrado todo rastro de Haití en sus balances históricos, replicando el mismo acto de olvido que Napoleón había ordenado al eliminar el nombre de Haití de los anales oficiales tras su humillante derrota militar.
Actualmente, los ingresos turísticos generados por la Torre Eiffel se estiman en 112 millones de dólares al año, el doble de lo que el Estado haitiano puede gastar en salud pública para sus 11 millones de habitantes. El contraste entre el esplendor de París y la precaria situación de Haití es una paradoja trágica y persistente, fruto de unas transferencias que beneficiaron directamente a las instituciones financieras parisinas y respaldaron inversiones como la Torre Eiffel, convertida hoy en símbolo mundial de ‘libertad’ y ‘modernidad’.
Aun así, esta historia de extracción y dependencia rara vez se menciona en la narrativa oficial francesa, e incluso los gobernantes haitíes. Porque a pesar del gran revuelo internacional que se originó en redes sociales al conocerse el informe del medio estadounidense, ha prevalecido un silencio escalofriante por sendas partes.
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