
La iglesia se prepara ya para el cónclave del que saldrá elegido el nuevo papa destinado a ser el sucesor de Francisco, fallecido hace el pasado lunes 21 de abril tras sufrir un ictus.
Tras la descarga emocional y el shock político que supone la muerte de un pontífice, la organización de su capilla ardiente y su funeral, a los cardenales les toca ahora mirar hacia el futuro, como hizo en su momento el por entonces desconocido cardenal argentino Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, cuando fue elegido papa en 2013. Él mismo contaba que había llegado a Roma con pocas cosas en la maleta, preparado para volver pronto a Argentina tras el cónclave, pero la visión de la iglesia que le expuso a sus colegas cardenales le llevaron por otros caminos.
Antes de recluirse en la Capilla Sixtina y mientras esperan que todos vayan llegando de todos los puntos de la geografía del planeta, los cardenales papables y no papables (para poder ser elegido pontífice tienen que tener menos de 80 años) se reúnen en las conocidas como congregaciones generales. Estas reuniones, de las que sale también la fecha en la que se celebrará el cónclave, funcionan como una especie de precampaña en la que los cardenales usan su turno de palabra para exponer cómo ven la iglesia y qué rumbo elegirían para ella. Y es aquí cuando Francisco se reveló como un candidato destinado a emocionar y convencer.
A Bergoglio le tocó hablar el sábado 9 de marzo de 2013 (el 28 de febrero había renunciado Benedicto XVI) y fue en ese momento cuando pronuncio su ya famosa frase: “Yo sueño una iglesia que salga de sí misma”.

Generó tal impacto esa idea que Jaime Lucas Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, le pidió permiso a Bergoglio para fotocopiar el texto escrito de su puño y letra y lo difundió el domingo entre los cardenales. Esa frase determinante, y en general toda su intervención, se convirtieron en precampaña electoral que lo llevaría a ser elegido como nuevo pontífice. “Me pareció magistral, esclarecedora, comprometedora y cierta”, aseguró Ortega y Alamino tiempo después cuando recordaba el momento.
Cinco votaciones para inclinar la balanza
La de Bergoglio no fue una victoria clara desde el principio, ya que, de hecho, el favorito era otro, el italiano Angelo Scola. Cuenta Paolo Rodari en Il Corriere della Sera que Bergoglio consiguió en la primera votación del cónclave casi la mitad de votos (20) que Scola (35) y un poco más que el francocanadiense Mar Ouelett (15).

En las sucesivas votaciones, sin embargo, algo sucedió para que los cardenales, en vez de profundizar en la elección de un hombre ya fuerte que politizara el pontificado, decidieran enfocarse sobre aquel cardenal argentino que prometía un aire fresco y grandes reformas para la iglesia tras el pontificado de Benedicto XVI.
Hay que recordar que el primer día del cónclave se vota solo una vez. Los días sucesivos se celebran dos elecciones por la mañana y dos por la tarde: cada dos votaciones, se queman las papeletas para anunciarle al mundo si habemus papam (fumata blanca) o aún tenemos que esperar (fumata negra).
Seguimos en el cónclave de 2013, segundo día, miércoles 13 de marzo: los cardenales han votado ya tres veces y aún no hay nada claro, pero todo está a punto de dirimirse en la comida en la residencia de Santa Marta, donde los religiosos siguen aislados del mundo. La política y las afinidades corren de forma subterránea.

Por una parte, están los cardenales italianos de la facción del poderoso cardenal Bertone, que tras la derrota de su propio candidato (Odilo Scherer) asumen que antes que votar a Scola y su visión de la iglesia combativa en la sociedad y la política, -“mejor ser cuestionados que ser indiferentes”-, se decantarán por el argentino.
Por otro lado, Bergoglio cuenta con apoyos como los del cardenal brasileño Cláudio Hummes, quien se sentaba al lado suyo en la Capilla Sixtina cuando su nombre empieza a sonar una y otra vez mientras leen en voz alta las papeletas, y quien le abraza tras la victoria para decirle: “Acuérdate de los pobres”; y con el americano Timothy Dolan, que aunque él mismo se viera al principio como candidato, al ver el ascenso de Bergoglio decide apoyarle.
Los cardenales vuelven a la Capilla Sixtina para la cuarta votación y aquí sí, Bergoglio acaricia la victoria, pero no consigue los dos tercios necesarios. Tras una votación anulada (había una papeleta de más y se decidió repetir) llega la quinta y definitiva, los cardenales votan en masa a Bergoglio, que consigue acumular casi cien votos (95 sobre el total de 115). Ahora solo falta anunciarle al mundo que habemus papam.