
El camino para convertirse en registrador de la propiedad no es, en absoluto, sencillo. De hecho, los aspirantes deben superar un total de cuatro ejercicios, dos de ellos orales y dos escritos, diseñados para evaluar en profundidad sus conocimientos jurídicos y su capacidad práctica.
El primer examen consiste en una exposición oral de cinco temas seleccionados al azar, que abarcan áreas como Derecho Civil, Derecho Mercantil y Derecho Administrativo o Procesal. Los opositores disponen de una hora para desarrollar sus respuestas. En el segundo ejercicio, también oral, deben abordar otros cinco temas, esta vez relacionados con Derecho Hipotecario, Derecho Fiscal y Derecho Notarial, siguiendo el mismo formato y tiempo límite.
Los dos últimos exámenes son escritos y tienen una duración máxima de seis horas cada uno. En el tercer ejercicio, los aspirantes deben calificar un documento y redactar un informe en defensa de su calificación. Por último, el cuarto examen consiste en un ejercicio práctico en el que se les exige realizar una operación de liquidación y registro, dejando inscrito o anotado un documento, o justificando su denegación o suspensión.
¿Realmente merece la pena el esfuerzo para optar por tener sus condiciones laborales?
Un proceso de selección riguroso y extenso
De acuerdo con el Colegio de Registradores, esta oposición no solo destaca por su complejidad, sino también por las atractivas condiciones económicas que ofrece.
En concreto, el salario base de un registrador de la propiedad ronda los 120.000 euros brutos anuales, aunque esta cifra puede incrementarse significativamente dependiendo del volumen de actividad que gestione cada profesional, así como el lugar en el que lleve a cabo su trabajo.
No obstante, el temario de esta oposición es uno de los más amplios dentro del ámbito jurídico, con un total de 372 temas que abarcan diversas ramas del Derecho.
Para ser todavía más concretos, los contenidos se dividen de la siguiente manera: 124 temas de Derecho Civil, 61 de Derecho Mercantil, 19 de Derecho Administrativo, 19 de Derecho Procesal, 82 de Derecho Hipotecario, 49 de Derecho Fiscal y 18 de Derecho Notarial.
Este extenso programa refleja la necesidad de que un registrador de la propiedad tenga un conocimiento profundo y actualizado de las normativas legales aplicables en cada área.

¿Cuáles son las funciones de un registrador de la propiedad?
Es importante saber que el trabajo de un registrador de la propiedad está directamente vinculado al Ministerio de Justicia y se centra en garantizar la seguridad jurídica en el ámbito inmobiliario.
En ese sentido, la principal responsabilidad de un registrador es gestionar el Registro de la Propiedad, lo que implica asignar la titularidad de bienes inmuebles y garantizar la legalidad de los documentos que se inscriben en el mismo.
Entre sus funciones específicas se encuentran la calificación de la legalidad de los documentos presentados, la autorización de los asientos registrales, la publicidad del contenido del registro y la gestión de la oficina registral. Además, deben conservar el archivo del registro y asesorar a los ciudadanos en cuestiones relacionadas con este ámbito.
Ahora bien, para participar en esta oposición, es imprescindible cumplir con una serie de requisitos establecidos por la normativa vigente. En primer lugar, los aspirantes deben ser mayores de edad, tener la nacionalidad española y estar en posesión de un título de grado o licenciatura en Derecho.
Además, no pueden haber sido separados del servicio en ninguna administración pública mediante expediente disciplinario, ni encontrarse en ninguna de las situaciones de incapacidad recogidas en el artículo 280 de la Ley Hipotecaria.
Estas incluyen, entre otras, haber sido condenado a penas graves, estar procesado criminalmente con auto de prisión vigente, ser deudor al Estado o a fondos públicos, o haber sido declarado fallido o concursado sin rehabilitación.