El consejo de un premio Nobel para tomar buenas decisiones: “A veces, frenarse tiene ventajas”

Las personas se guían, normalmente, por el pensamiento rápido o automático para orientar las decisiones en su vida diaria

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Imagen de archivo del premio
Imagen de archivo del premio nobel de Economía Daniel Kahneman. (EFE/Fernando Alvarado)

La vida de las personas se basa en tomar decisiones una detrás de otra de manera constante. Desde las cuestiones más triviales como elegir un conjunto de ropa o hacer la compra en el supermercado hasta las elecciones más determinantes, como escoger una carrera universitaria o firmar un contrato de trabajo son, al fin y al cabo, decisiones que las personas deben tomar y que, en mayor o menor medida, definen el rumbo de nuestra vida y, de alguna forma, el destino o el futuro más próximo.

En este sentido, puede resultar, entonces, algo agobiante o agotador, quizá, pensar en la relevancia de meditar los pensamientos y las elecciones que las personas llevan a cabo día a día. Muchas personas abogan por fluir y dejarse llevar para evitar pensar demasiado en las decisiones que se toman constantemente y, simplemente, dejar que su propio ritmo de vida y las distintas situaciones que se plantean en su camino vayan abriendo el camino. Es por ello que muchas personas se consideran impulsivas, considerando que esta idea que ronda de repente la cabeza es aquella que acaba sirviendo de guía.

Libro del psicólogo y premio
Libro del psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman, 'Pensar rápido, pensar despacio'. (Montaje Infobae)

El pensamiento rápido y la influencia en el comportamiento humano

El psicólogo y premio Nobel de Economía de origen israelí-estadounidense Daniel Kahneman fue, probablemente, uno de los expertos que se interesó en mayor medida por el estudio del pensamiento humano y de las decisiones. Kahneman, que falleció en marzo de 2024 a sus 90 años, dejó una de las valiosas premisas sobre las que basó su trabajo de investigación, que consiste en que la mayor parte de las decisiones provienen del pensamiento automático, y que estos procesos afectan directamente en la vida diaria de las personas. Así, el psicólogo dedicó toda su trayectoria al estudio de los atajos mentales, la economía del comportamiento y la psicología del juicio y la toma de decisiones.

Daniel Kahneman defendía que pensar rápido no es lo mismo que pensar bien, y que hay una clara diferencia entre los dos principales procesos que una persona puede realizar durante el pensamiento o el razonamiento: “El sistema uno es, esencialmente, lo que surge automáticamente en tu memoria, mientras que el sistema dos, el pensamiento más lento, se distingue realmente por el hecho de que requiere esfuerzo y es deliberado“. De esta forma, Kahneman explicó que el primer sistema es el que domina la mente de las personas durante la mayor parte del tiempo.

Daniel Kahneman. (Archivo)
Daniel Kahneman. (Archivo)

La reflexión y el pensamiento reposado

El psicólogo y premio Nobel señaló que el pensamiento deliberado requiere más esfuerzo y es más complicado que aparezca, a no ser que sea necesario calcular, planificar o corregir un error. Sin embargo, Kahneman decía que, si este sistema deliberado y reposado de pensamiento fuese el que marcase el ritmo de la vida de las personas, a pesar de que la emocionalidad, el optimismo y la intuición tomarían mucho menos partido, las decisiones pueden ser más acertadas.

Sin embargo, el israelí-estadounidense nunca demonizó la intuición ni el pensamiento rápido, pero sí aclaró que es eficaz en entornos estructurados y conocidos, y que no vale para todo: “el mundo no es como el tablero de ajedrez. A veces, el sistema dos, frenarse, tiene ventajas”. Precisamente por esto es por lo que, en ocasiones, cuando una persona toma una decisión equivocada, la llamada “ilusión cognitiva” provoca que se siga percibiendo como acertada: “Cometes un error, alguien te dice que es un error, tu versión más sensata te dice que es un error, pero sigue pareciendo correcto”.