
La declaración de la Renta, o el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), es un trámite anual que puede sorprender a muchos, transformando lo que parecía un proceso sencillo en una desagradable sorpresa: un resultado “a pagar”. Existen varios motivos por los que esto puede suceder.
El IRPF grava los ingresos de los contribuyentes, que provienen de diversas fuentes: salarios, ingresos por actividades económicas, ganancias de capital y rendimientos de la venta de bienes. Cada año, se debe realizar un resumen de todos estos ingresos y aplicar las retenciones correspondientes. En general, los salarios están sujetos a una retención mensual de IRPF, que va descontando poco a poco lo que se adeuda durante el ejercicio fiscal. Sin embargo, si el porcentaje aplicado en las nóminas no es el adecuado, el contribuyente puede encontrarse con un saldo “a pagar” a la hora de presentar la declaración.
Por qué sale ‘a pagar’
Según la página web de TaxDown, especialistas en la Declaración de la Renta y demás trámites fiscales, uno de los principales motivos por los que esto ocurre es no aplicar correctamente la retención del IRPF. Cuando esto sucede, se corre el riesgo de que, al final del año, no se haya pagado suficiente y se deba abonar la diferencia. Por esto mismo, es fundamental prestar atención al tipo de retención aplicado, ya que una retención demasiado baja puede llevar a un desajuste que se pagará en el momento de realizar la liquidación.

Existe otro aspecto crucial que muchos contribuyentes olvidan: las deducciones. Existen múltiples deducciones fiscales tanto a nivel estatal como autonómico, como las relacionadas con la adquisición o alquiler de vivienda habitual, donativos, maternidad o familia numerosa. No aprovecharlas es uno de los errores más graves que se pueden cometer, ya que reducen la base imponible, lo que se traduce en un menor impuesto a pagar. Si no se aplican correctamente, el contribuyente terminará pagando más de lo que corresponde.
A veces, los errores surgen cuando el contribuyente se apresura a rellenar la declaración de manera superficial. La declaración es un proceso complicado, y si se realiza con prisas, es fácil omitir dichas deducciones o introducir cifras incorrectas, lo que transforma lo que podría ser una liquidación favorable en un saldo a pagar inesperado. Un error de cálculo o la falta de revisión puede ser suficiente para alterar completamente el resultado. La ayuda a la vivienda, por ejemplo, puede hacer que la declaración de la Renta salga a pagar si no se aplican correctamente las deducciones por alquiler o compra de la vivienda habitual.
Además, debe tenerse en cuenta que algunas ayudas públicas no están exentas de tributación, como es el caso de la ayuda a la vivienda, independientemente de que se deba o no realizar la declaración por pertenecer a X grupo de ingresos. Esto puede suponer que acabe saliendo a pagar aunque antes de declarar por dicha ayuda no fuese el caso.
Esto mismo sucede con los ingresos provenientes de los ERTE, que deben declararse también. Si el contribuyente ha sido beneficiario de uno de estos subsidios, el SEPE actúa como un segundo pagador, lo que implica que, si se han recibido más de 1.500 euros, se debe presentar la declaración de la renta. Además, si los ingresos totales superan los 15.000 euros anuales, también será necesario regularizar la situación fiscal.
Los autónomos deben ser especialmente cautelosos al declarar el cese de actividad, que también se considera un rendimiento del trabajo. Estas ayudas deben incluirse correctamente en la declaración, ya que de lo contrario el resultado final puede verse alterado. De igual forma, los rescates de planes de pensiones, que también son considerados rendimientos del trabajo, deben ser declarados y tributan entre el 19% y el 47%, según la cantidad retirada. No incluir este tipo de ingresos en la declaración puede resultar en sanciones o ajustes adicionales.