Gloria Villalba, la neurocirujana que engaña al cerebro para aliviar la sensación de dolor: “No hay que perder la ternura del alma”

La doctora Villalba es coordinadora del Servicio de Neurocirugía del Hospital del Mar de Barcelona y pionera en España de la técnica de neuromodulación para el tratamiento del dolor neuropático

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La doctora Gloria Villalba, neurocirujana.
La doctora Gloria Villalba, neurocirujana. (Cedida)

A Gloria Villalba le gustaría creer en Dios. Pero no puede. Por sus manos han pasado más de 5.000 cerebros enfermos que le impiden pensar “que haya algo más allá que nos ayuda”. Sin embargo, su ateísmo no es obstáculo para animar a sus pacientes a que sean creyentes. Una neurocirujana al estilo San Manuel Bueno, mártir que ha observado que sus pacientes religiosos lidian mejor con el sufrimiento de la enfermedad y sienten menos dolor.

Sobre el dolor, la doctora Villalba entiende bastante, pues trabaja con él (o sobre él, o contra él) cada día desde hace dos décadas. Cuando está operando, sus compañeros del hospital colocan un cartel en la puerta que reza: “Doctora Villalba. No pasar”. Dentro del quirófano no se puede hablar ni poner música. Es una forma de respeto hacia el paciente, su propia homilía que sigue un ritual concreto. Es en esos momentos cuando la barcelonesa se asoma al órgano más complejo y misterioso del cuerpo humano: el cerebro.

La doctora Villalba es pionera en España en cirugías de neuromodulación, una técnica de la medicina que consiste en aplicar corriente eléctrica en los nervios para influir en las señales de dolor que llegan al cerebro. Como coordinadora del Servicio de Neurocirugía del Hospital del Mar de Barcelona, a su consulta han llegado miles de personas que no tenían otras opciones de tratamiento: “Más que los retos, lo que me gusta es poder dar ayuda a personas que ya tenían la puerta cerrada, darles un poco de esperanza pero siendo siempre muy realista y sin crearles falsas expectativas”, cuenta en una entrevista con Infobae España.

Es por eso que, después de tantos años, la parte más dura de su trabajo sigue siendo cerrar las ventanas a ciertas personas. “Lo más difícil es decirles que no podemos hacer nada más. Cuando yo no tengo una solución quirúrgica para ese paciente y se lo tengo que decir, me duele enormemente porque siento que le estoy fallando”, confiesa. De hecho, ese es su estímulo para seguir estudiando y acudiendo a congresos, la búsqueda incansable de encontrar nuevas vías de tratamiento.

Antes de que llegaran los logros, los reconocimientos y (sin duda, lo más importante) las vidas salvadas, la doctora Villalba recuerda ese primer encuentro con el cerebro en las clases de la Universidad. “No había ningún otro órgano que me deslumbrase más”, afirma. Acabar siendo una referente nacional en operarlo llegó después. “La neurocirugía es una especialidad que trabaja en el cerebro y, dentro de las diferentes patologías que tratamos, algunas tienen consecuencias devastadoras. Por eso el cerebro tiene una parte muy científica y también una parte humana inmensa”.

Una sala de quirófano. (AdobeStock)
Una sala de quirófano. (AdobeStock)

El paciente en busca del sentido

Con un estremecedor relato en primera persona, el psicólogo Viktor Frankl narra en El hombre en busca de sentido su experiencia en un campo de concentración nazi. Es este el título que aparece en repetidas ocasiones en el libro de la doctora Villalba, Al otro lado del bisturí, que acaba de publicar bajo el sello de la editorial Sine Qua Non y que recoge 12 historias de 12 pacientes con los que la neurocirujana conectó especialmente.

Iskandar, un bilbaíno de ascendencia siria que sufría de anorexia nerviosa desde hacía 25 años, fue uno de los pacientes a los que la doctora recetó la lectura del libro de Viktor Frankl. “Todo el mundo tiene que encontrar su sentido. Para mí claramente es la neurocirugía, vivo por ello y estoy muy feliz, pero no tiene que ser el mismo para todo el mundo. Este libro lo recomiendo a mis pacientes como terapia porque, aunque no podemos cambiar las circunstancias adversas de la vida, podemos cambiar la posición ante ellas”, relata a este medio.

En el caso de una enfermedad grave, la postura que se adopte es fundamental, sentencia la doctora. Por ello, junto a su compañera Sara, fundó el Proyecto Carmen, el programa de acompañamiento espiritual laico del Hospital del Mar. “Uno de los motivos por el que creamos el Proyecto Carmen es precisamente para ayudar a pacientes y a familiares a encontrar el sentido cuando les damos noticias muy poco esperanzadoras, como que no hay más tratamiento para un cáncer o que se van a quedar secuelas. Es ayudarles a encontrar esa calma que se necesita para poder sobrevivir bien el tiempo que quede de vida”, explica.

Empatía, la condición ‘sine qua non’ del buen médico

Iskandar, Mireia, Carlos, Silvia, Elena... son solo algunos de los nombres que encuentran un espacio entre las páginas de Al otro lado del bisturí. Personas a las que, aunque con distintas enfermedades neurológicas, les une un vínculo en común: la convivencia con el dolor neuropático. A pesar de los esfuerzos por separar trabajo y vida personal, en numerosas ocasiones Gloria Villalba sigue con su uniforme de cirujano en casa.

“Una intenta hacerse muy fuerte de corazón, pero a veces esto falla porque no somos robots y no hay que perder la ternura del alma. Me llevo los casos a casa, a veces me cuesta mucho desconectar y dormir. Intento que no sea así, pero fallo muchas veces”, reconoce a Infobae España.

Es quizás por esto por lo que a la de Barcelona le molestan especialmente los prejuicios que revolotean en torno a su profesión, tachando a los neurocirujanos como elitistas. “Creo que no tiene que ver con la especialidad. Uno es como profesional como es como persona en todos los trabajos del mundo”, sostiene.

¿Podría una persona sin empatía ser, entonces, un buen médico? Para la doctora Villalba, esto es incompatible: “Un cirujano puede ser muy hábil manualmente o indicar un tratamiento farmacológico excelente, pero no estamos tratando solamente con pacientes, sino con personas. Yo he visto ese perfil de médico que profesionalmente es muy bueno, pero es distante, y eso genera desconfianza y ansiedad en el paciente”.

En la intervención le extirparon a la paciente un cavernoma, una malformación vascular ubicada en una zona compleja del cerebro que le producía hemorragias. No podían dañar la zona porque perjudicaban sus habilidades lingüísticas.

Un tratamiento pionero para personas adictas a la cocaína

La doctora Villalba no se arrepiente de haber elegido su especialidad, aunque reconoce que quizá sí falló al haberse quedado en España, pues otros países apuestan más por sus profesionales, motivándoles a prosperar. En nuestro país, la ambición parece no estar demasiado bien vista, especialmente para las mujeres.

La experta aún recuerda cuando sus pacientes le preguntaban cuándo iba a pasar verles el neurocirujano. “Hemos mejorado y mejoraremos en este aspecto, pero sigue habiendo un machismo encubierto, sobre todo en los puestos de responsabilidad de hospitales. De los 54 servicios de neurocirugía que tenemos en España, solo uno de ellos está liderado por una mujer”, se lamenta.

Desde el Hospital del Mar, la doctora Villalba trabaja su ambición y aspira a ofrecer un novedoso tratamiento de neuromodulación para pacientes adictos a la cocaína, la droga con más usuarios en programas de desintoxicación en España y cuyos consumidores se han multiplicado en los últimos años. El ensayo de esta neurocirujana es pionero en el mundo y espera ayudar a los millones personas que sufren la adicción.