
Cuando se habla de vino, la primera imagen que viene a la mente son las tierras —y las denominaciones de origen— de Francia, España o Italia. El país galo, con sus extensos viñedos, o la nación alpina, con su arraigo en la cultura, parecen candidatos naturales a encabezar cualquier clasificación sobre esta bebida. Sin embargo, las cifras muestran un panorama muy diferente.
Y es que el país con el mayor consumo de vino per cápita del mundo es, sorprendentemente, el Vaticano. Aunque en volumen total es Estados Unidos quien encabeza el listado, con más de 33,31 millones de hectolitros al año, seguido por Francia e Italia, los datos per cápita sitúan en cabeza a la nación más pequeña del mundo.
Con tan solo cerca de 800 habitantes y una extensión de 0,44 kilómetros cuadrados, el Vaticano lidera el ranking mundial de consumo de vino por habitante. Diversos estudios, como los del Instituto del Vino de California y la OIV, han constatado cifras que oscilan entre los 54,26 y los 74 litros por persona al año, lo que equivale aproximadamente a 100 botellas anuales. Esta cifra representa el doble que la de países tradicionalmente vinícolas como Francia e Italia, y el triple que la del Reino Unido. Incluso considerando los límites metodológicos de las estadísticas, el Vaticano sobresale como una anomalía significativa.
Los factores que explican el fenómeno
El consumo desproporcionadamente alto de vino en el Vaticano responde a una combinación de factores estructurales, culturales y económicos. Uno de los elementos clave es el perfil demográfico de su población: mayoritariamente hombres adultos mayores de 50 años, sin hijos y con altos niveles de solvencia económica. Este perfil coincide con el del consumidor típico de vino en muchos países desarrollados.
A ello se suma el acceso privilegiado a productos de alta gama a través del Spaccio dell’Annona, el economato del Vaticano. En esta tienda exclusiva para residentes y empleados del Estado pontificio, los productos están exentos de impuestos, lo que permite adquirir vinos de prestigiosas bodegas internacionales a precios muy inferiores a los del mercado italiano. Esta condición fiscal favorable convierte al Vaticano en una especie de “duty free” permanente para vinos, lo cual, según diversos medios italianos, influye notablemente en las cifras de consumo registradas. En cambio, la religión no parece ser un factor, pues el volumen de vino empleado en las misas es muy pequeño.
Además, el Vaticano no es el único microestado que figura en lo alto del ranking per cápita. Andorra, con una superficie de 468 kilómetros cuadrados y una población también reducida, ocupa el segundo lugar, con un consumo de 46 litros por persona. Le sigue Gibraltar, con cerca de 28 litros anuales por habitante. Estos casos comparten características con el Vaticano: tamaño reducido, elevada concentración demográfica y regímenes fiscales favorables.
España, un país productor pero no consumidor
En contraste con estas cifras, España, pese a ser uno de los mayores productores y contar con una vasta superficie de viñedos, apenas alcanza los 20 litros por persona al año. La tradición de acompañar cada comida con una copa de vino se ha ido debilitando con el paso del tiempo, lo cual se refleja directamente en las cifras per cápita.
A nivel global, el consumo de vino se concentra en Europa y en países de fuerte tradición europea. Sin embargo, existen excepciones significativas. En el mundo musulmán, por razones religiosas, el consumo es prácticamente nulo, como en Arabia Saudí, Afganistán o Siria. Pero en América Latina, países productores como Chile o Argentina presentan cifras elevadas y comparables a las europeas, mientras que en África destacan casos como el de Namibia, con un consumo cercano a los 10 litros por habitante, muy por encima del promedio continental.