
Javier Espinosa era un vecino más de Bonrepòs i Mirambell, una localidad de Valencia. Llevaba un negocio familiar de materiales de fontanería, aunque debido a la larga crisis vivida en el país llevaba ya diez años pasándolo regular.
Desde hacía 30 años, el empresario valenciano probaba su suerte con La Primitiva - uno de los sorteos de Loterías y Apuestas del Estado -, aunque siempre lo hacía con los mismos números. La mayoría de personas estará de acuerdo en que no parece la mejor estrategia, en realidad, eso de repetir siempre la misma combinación, más o menos como probar a abrir una puerta tirando y, al ver que no se abre, volver a tirar, por si acaso. Pero la mayoría de personas no ha ganado La Primitiva.
Conocía la combinación correcta, pero no cuándo iba a caer
Algunos de los números con los que apostaba Javier eran por superstición (como el 7 o el 13), otros por su “amor incondicional” a la ciencia - según 20 Minutos - y otros relacionados con su familia. Al final, se ve que le acabó funcionando: llevaba 30 años sabiendo la combinación correcta, pero no tenía claro cuando iba a caer. A sus 51 años de edad, en 2019, la vida de Javier cambió por completo, de la noche a la mañana, tras adquirir el boleto vencedor con el segundo premio más grande de este sorteo de lotería.

La combinación de seis números en cuestión - que Javier tenía una probabilidad de acertar ínfima, de apenas una entre 139,8 millones - estuvo formada por las cifras 7, 13, 23, 40, 41, y 49, mientras que el complementario era el 16 y el número clave (reintegro), el 3. Se llevó nada menos que 80 millones de euros. Aparentemente - y se puede llegar a entender - cuando llamó a su novia para contarle la noticia, ella no se lo creyó. Queriendo decir que pensaba que estaba vacilando, porque le dijo, antes de colgar, que fuera a los Oscar por su “interpretación” (según el medio Las Provincias).
Javier compró el boleto que le cambió la vida en el pueblo de al lado, Tavernes Blanques, en concreto en la administración número 1, a la que acudía con regularidad desde hacía veinte años. El titular del local, Miguel Ángel Santana, comentó que la Primitiva “es el sorteo que más se juega aquí”, con más de 500 boletos vendidos cada semana hasta que se supo del éxito del nuevo vecino multimillonario, tras lo cual la cifra comenzó a ascender.
“No he dejado de recibir llamadas y felicitaciones de mis amigos, me esperan muchas celebraciones”. Y así fue: después de conocer su victoria, la celebró por todo lo alto en el local de su negocio con una esplendorosa fiesta: lo cierto es que esta victoria le salvó el negocio, a si mismo, y a su familia, que llevaba ya varios años sufriendo estrecheces económicas. “Mi familia se lo merece, la crisis nos pasó mucha factura”, dijo a Las Provincias.
Hizo más que salvar su empresa, claro. Con todo el dinero que ganó, Javier se construyó una casa en su pueblo, además de cumplir uno de los sueños que, aparentemente, tenía desde pequeño: se compró un Ferrari. Y luego otro, y otro más: según sus vecinos, llegó a tener media decena de coches de la firma de lujo italiana, asegurándose, por derecho propio, un lugar en el “Club Ferrari”.