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El Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas es uno de los tributos más importantes del sistema fiscal español. Su objetivo es gravar la renta que un trabajador ha obtenido a lo largo de un año, teniendo en cuenta las circunstancias personales y familiares de cada persona. En 2023, los ingresos del Estado por el IRPF sumaron un total de 120.280 millones de euros, lo que supuso un crecimiento del 9,9% respecto al año anterior. Unos incrementos que la Agencia Tributaria achaca a la positiva evolución del empleo y al aumento de las rentas brutas de los hogares (producido por mayores retribuciones salariales y pensiones medias).
Sin embargo, existe otro factor que provoca un aumento en la recaudación: el efecto progresividad en frío. Una variable que tiene que ver mucho con la inflación y que ha incrementado el tipo efectivo del IRPF (el porcentaje real que el contribuyente paga a Hacienda).
¿Quiere decir esto que el Gobierno ha incrementado los impuestos? No... con muchos “peros”. No es que el Ejecutivo haya aumentado los tipos impositivos. Si no que no ha intentado revertir o ajustar el crecimiento de la carga impositiva efectiva producida por la inflación, por lo que el trabajador al final tiene menos dinero.
Qué es el efecto progresividad en frío y cómo afecta la inflación al IRPF
Como explica el Banco de España el “efecto progresividad en frío da lugar a un aumento de los tipos medios efectivos cuando los parámetros del IRPF (los tramos) no se actualizan plenamente con la inflación”. ¿Por qué se produce esto? El IRPF es un impuesto progresivo, es decir, a medida que aumenta la renta, el porcentaje de impuestos a pagar también sube. Por ello, existen varios tramos y cuando una renta nominal crece, puede pasar a un tramo superior y estar sujeta a un tipo impositivo mayor.
Si los salarios suben por la inflación, pero los umbrales de los tramos del IRPF no se ajustan a ello, el contribuyente puede acabar pagando más impuestos, aunque su renta real no haya aumentado. Es decir, el aumento de los salarios provoca que las personas acaben tributando por tipos más altos -aunque no sean más ricos, ya que la inflación compensa esa subida salarial-, lo que aumenta la recaudación sin tener que subir oficialmente los impuestos. Por ello, se podría habla de que el IRPF ha subido, porque se paga más por ello.
Ainhoa de la Cuadra, experta en fiscalidad y miembro del Grupo de Expertos en IRPF de la Asociación Española de Asesores Fiscales (AEDAF) explica para Infobae España que “el problema es que el impuesto sobre la renta grava únicamente los ingresos, sin considerar el aumento de los gastos. Esto significa que, si no se deflactan los tramos del impuesto (no se ajustan conforme a la inflación), las personas terminan pagando más tasa simplemente por el efecto de la inflación, aunque en realidad no hayan mejorado su situación económica".
Algo similar ocurre con quienes perciben el Salario Mínimo Interprofesional. Aunque este año sus nóminas volverán a aumentar, también comenzarán a tributar por primera vez -porque el salario mínimo exento no subirá-, lo que podría reducir su poder adquisitivo. De hecho, de esta manera podrían llegar destinar hasta un 42% del incremento de su sueldo al pago del IRPF.
Por ello, de la Cuadra ve la única solución en deflactar la tarifa fiscal, especialmente a los tipos más bajos. Esto consiste en actualizar los tramos del impuesto según la inflación para evitar esta pérdida de poder adquisitivo y mantener la equidad del sistema tributario. Hay comunidades autónomas que, para paliar el efecto de la inflación, ya deflactaron sus tramos autonómicos para no sobrecargar a la ciudadanía con impuestos. Algunas de ellas fueron Madrid, Aragón, Canarias, País Vasco o Navarra.
¿Beneficia la progresividad en frío al Estado?
Según las estadísticas de la Agencia Tributaria, el tipo efectivo sobre las rentas brutas de los hogares aumentó en 2023 un 2,8%. Con estos datos, el Banco de España estima que “en ausencia de actualización de los parámetros fiscales -es decir, sin el ajuste del Gobierno-, un incremento homogéneo de la renta de los hogares de un 1% ocasionaría un incremento de la recaudación de un 1,85%, en línea con la elasticidad media estimada para los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)”, por lo que la progresividad en frío le estaría viniendo muy bien al Estado para llenar las arcas públicas.
¿Reduce la desigualdad?
La máxima entidad bancaria española concreta que este efecto es mayor en las rentas medias y medias-altas. Ainhoa de la Cuadra lo comparte, aunque también añadiría a las rentas medias-bajas, ya que -según explica- todo se debe a que el consumo de estos grupos es mayor. Es decir, que tienen muchos gastos a los que hacer frente, y un aumento de los impuestos acaba reduciendo mucho su nivel adquisitivo.
En este sentido, el Banco de España opina que la progresividad en frío acaba produciendo un “una reducción de la desigualdad de la renta neta“. Y es que, al final, son los contribuyentes con los ingresos más altos y crecientes los que terminan tributando más, lo que disminuye su renta neta disponible y la iguala levemente al nivel de trabajadores con ingresos más bajos. Además, de esta manera el Estado puede disponer de más recursos para financiar programas sociales, subsidios y servicios públicos.
Sin embargo, de la Cuadra no lo tiene tan claro. Para la experta, la progresividad en frío no necesariamente reduce desigualdades, “sino que puede generar una mayor dependencia de las subvenciones estatales en lugar de incentivar el trabajo y el desarrollo personal”.
Si los trabajadores ven reducida su renta disponible debido a la inflación y a la falta de deflactación en los tramos impositivos, su capacidad de consumo se ve afectada, limitándolo y en última instancia, trasladando el control del gasto desde los ciudadanos hacia el Estado.